Una traducción inspirada y a tiempo
Cuando se le pidió que tradujera el Libro de Mormón al islandés, al principio Sveinbjörg Guðmundsdóttir se sintió intimidada por la magnitud de la tarea. En su lugar se contrató a un traductor profesional, pero en tres años el traductor no consiguió pasar del libro de Mosíah. El trabajo progresaba tan lentamente que el Departamento de Traducción de la Iglesia recomendó que solo se tradujera y publicara una selección del libro.
Sveinbjörg planeaba aceptar esta asignación más modesta, pero recibió la impresión que eso “no era lo que el Señor deseaba”. Sin comprender esa impresión, oró durante tres días hasta recibir la respuesta: “No te preocupes, hija mía. La traducción del Libro de Mormón se terminará este año si estás dispuesta a trabajar arduamente”. Sveinbjörg estaba arrodillada en su oficina en una calle muy ruidosa de Reikiavik. “Cuando recibí la respuesta”, dijo, “todo estaba en silencio […]; solo se oyó esa voz”. Se paró, sintiéndose débil y aturdida, pero sabiendo lo que el Señor deseaba que hiciera.
Para terminar con la traducción en ese año, Sveinbjörg trabajó más tiempo cada día, trabajó los sábados y se negó a tomar vacaciones de verano. Sin embargo, su arduo trabajo fue bendecido: terminó de traducir los últimos versículos el 30 de diciembre de 1979. “Aun cuando lo leo hoy”, reflexiona, “creo que […] no lo hice yo […]; fue algo que provino directamente del Espíritu”.