“La verdad prevalecerá”, capítulo 24 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815 – 1846, 2018
Capítulo 24: “La verdad prevalecerá”
Capítulo 24
La verdad prevalecerá
A finales de la primavera de 1837, los apóstoles Thomas Marsh, David Patten, y William Smith dejaron sus hogares en Misuri y se dirigieron hacia Kirtland. Muchos de los Santos en Sion se habían establecido a lo largo de un arroyo llamado Shoal Creek, alrededor de ochenta kilómetros al noreste de Independence. Allí habían fundado un pueblo llamado Far West usando el plan de José para la ciudad de Sion como guía para establecer el asentamiento. Esperando encontrar una solución pacífica para los continuos problemas de los Santos con sus vecinos, la legislatura de Misuri había organizado el condado de Caldwell, que abarcaba el área alrededor de Far West y Shoal Creek, para el asentamiento de los Santos1.
Thomas estaba ansioso por reunirse con el resto de los Doce, especialmente cuando supo que Parley tenía el deseo de llevar el Evangelio a Inglaterra. Predicar el Evangelio en el extranjero era un paso importante en la obra del Señor, y como presidente del cuórum, Thomas quería reunir a los apóstoles y planear la misión juntos.
También se preocupaba por los reportes que había recibido sobre las disensiones en Kirtland. Tres de los disidentes, Luke y Lyman Johnson, y John Boynton, eran miembros de su cuórum. A menos que los Doce pudieran unirse más, Thomas temía que la misión a Inglaterra no prosperaría2.
En Ohio, Heber Kimball podía notar cuánto se había dividido el Cuórum de los Doce desde la apertura de la Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland, hacía seis meses. En tanto que fracasaban los esfuerzos de José de sacar a la Iglesia de las deudas, Orson Hyde, William McLellin, y Orson Pratt también comenzaron a enemistarse con él. Con Parley Pratt ahora hablando abiertamente en contra de José, Brigham Young y Heber eran los únicos apóstoles leales que quedaban en Kirtland3.
Un día, mientras Heber estaba sentado en el púlpito del templo con el Profeta, José se le acercó y le dijo: “Hermano Heber, el Espíritu del Señor me ha susurrado: ‘Que mi siervo Heber vaya a Inglaterra y proclame el Evangelio y abra la puerta de la salvación para esa nación’”.
Heber quedó atónito. Era un simple alfarero con poca educación. Inglaterra era la nación más poderosa en el mundo, y su gente era famosa por su conocimiento y devoción religiosa. “¡Oh, Señor! —oró—, soy un hombre de lengua balbuciente y totalmente incapaz para tal obra. ¿Cómo puedo ir a predicar a esa tierra?”4.
Y ¿qué había de su familia? Heber difícilmente podía asumir la idea de dejar a Vilate y sus hijos para ir a predicar al extranjero. Estaba seguro de que otros apóstoles eran más capaces para encabezar la misión. Thomas Marsh era el apóstol de mayor antigüedad y había sido de los primeros en leer el Libro de Mormón y unirse a la Iglesia. ¿Por qué el Señor no lo enviaba a él?
¿O qué tal Brigham? Heber le preguntó a José si al menos Brigham podía ir con él a Inglaterra. Brigham tenía mayor antigüedad en el cuórum por ser mayor que Heber.
No, dijo José. Él quería que Brigham se quedara en Kirtland5.
Heber aceptó su llamamiento renuentemente y se preparó para salir. Oraba diariamente en el templo, pidiendo por la protección y el poder del Señor. La noticia de su llamamiento pronto se difundió por Kirtland, y Brigham y otros apoyaron con entusiasmo su decisión de ir. “Haz lo que el Profeta te ha pedido —le decían a Heber—, y sé bendecido con poder para hacer una obra maravillosa”.
John Boynton era menos alentador. “Si estás tan loco como para ir al llamado de un Profeta perdido —se burló—, yo no haré ningún esfuerzo por ayudarte”. Lyman Johnson también se oponía, pero después de ver la determinación de Heber por ir, se quitó su abrigo y lo colocó sobre los hombros de Heber26.
Pronto Joseph Fielding llegó a Kirtland con un grupo de Santos de Canadá, y él y otros más fueron asignados a la misión, cumpliendo la profecía de Heber de que la misión de Parley a Canadá establecería los cimientos para una misión a Inglaterra. Orson Hyde se arrepintió de su deslealtad y también se unió a la misión. Por último, Heber invitó al primo de Brigham, Willard Richards, a ir con ellos7.
En el día de su partida, Heber se arrodilló con Vilate y sus hijos. Oró para que Dios le permitiera tener un viaje seguro a través del océano, para que fuera de utilidad en el campo misional, y para que proveyera para su familia mientras él no estaba. Luego, con lágrimas derramándose en sus mejillas, bendijo a cada uno de sus hijos y salió hacia las Islas Británicas8.
La crisis económica nacional continuaba en el verano de 1837. Sin dinero y poca comida, Jonathan Crosby dejó de trabajar en su casa y se unió a un grupo para construir una casa para José y Emma. Pero José solo podía pagar a los trabajadores con notas bancarias de la Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland, las cuales cada vez menos negocios en Kirtland aceptaban como forma de pago. Pronto las notas serían inútiles.
Poco a poco, los hombres en el grupo se fueron a buscar trabajo con mejor paga. Pero el pánico financiero había disminuido la cantidad de trabajos en Kirtland y sus alrededores, y en cualquier otro lugar de la nación. Como resultado, el costo de los bienes aumentó y el valor de las tierras cayó rápidamente. Pocas personas en Kirtland tenían los medios para sustentarse a sí mismos o a los trabajadores. Para pagar las deudas de la Iglesia, José tuvo que hipotecar el templo, poniéndolo en riesgo de ejecución hipotecaria9.
Mientras Jonathan trabajaba en la casa del Profeta, su esposa, Caroline, a menudo estaba recostada en cama, recuperándose de un fuerte resfriado. Una infección en su pecho le impedía amamantar a su hijo, y conforme su suministro de alimentos disminuía, le preocupaba cómo la familia conseguiría la siguiente comida. Tenían un pequeño huerto que proveía algo de comida, pero ninguna vaca, lo cual los forzaba a comprar leche de los vecinos para alimentar a su hijo.
Caroline sabía que muchos de sus amigos se encontraban en la misma situación. En ocasiones, alguien les compartía comida, pero con tantos Santos batallando para sobrevivir, parecía que nadie tenía suficiente para compartir.
Con el transcurso del tiempo, Caroline vio a Parley Pratt, los Boyntons, y otros amigos cercanos culpar a la Iglesia por sus adversidades. Ella y Jonathan no habían perdido dinero en la Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland, pero tampoco estaban inmunes a la crisis. Como muchos otros, apenas lograban salir adelante, pero ni ella ni Jonathan sentían que debían dejar la Iglesia o abandonar al Profeta.
De hecho, Jonathan trabajó en la casa de los Smith hasta ser el único restante del grupo. Cuando él y Caroline se quedaron sin comida, tomó un día del trabajo para buscar provisiones para su familia, pero regresó a casa con las manos vacías10.
“¿Qué haremos ahora?”, preguntó Caroline.
Jonathan sabía que a pesar de las dificultades financieras de José y Emma, a veces tenían comida para dar a los que tenían menos que ellos. “En la mañana —dijo—, iré y le contaré a la hermana Emma nuestra situación”.
Al día siguiente, Jonathan regresó a trabajar en la casa de los Smith, y antes de que tuviera una oportunidad de hablar con Emma, ella se le acercó. “No sé como estén de provisiones —le dijo—, pero tú has venido y trabajado aun cuando los demás se han ido”. En sus manos traía un jamón grande. “Pensé en darles este regalo”11.
Sorprendido, Jonathan le agradeció y mencionó sobre su despensa vacía y la enfermedad de Caroline. Cuando Emma escuchó esto, le dijo a Jonathan que tomara un saco y se llevara cuanta harina pudiera cargar.
Jonathan llevó más tarde la comida a casa, y al comer Caroline su primera comida de verdad en días, le pareció como la mejor comida que había probado12.
A finales de junio, los disidentes en Kirtland se habían vuelto más violentos. Dirigidos por Warren Parrish, interrumpían las reuniones dominicales en el templo y acusaban a José de todo tipo de pecados. Si alguno de los Santos intentaba defender al Profeta, los disidentes los callaban y amenazaban sus vidas13.
Mary Fielding, quien se había mudado a Kirtland con su hermano antes de que él partiera a Inglaterra, estaba abatida por la agitación en Ohio. Una mañana en una reunión en el templo, Parley Pratt llamó a José a que se arrepintiera y declaró que casi toda la Iglesia se había apartado de Dios.
Las palabras de Parley le dolieron a Mary14. La misma voz que le había enseñado el Evangelio ahora estaba criticando al Profeta de Dios y condenando a la Iglesia. La carta de enojo de Parley a José había circulado por todo Kirtland, y Parley no mantenía en secreto sus quejas. Estando John Taylor en la ciudad, Parley habló con él en privado y le advirtió que no siguiera a José.
“Antes de partir de Canadá, compartiste un fuerte testimonio de que José Smith era un profeta de Dios —le recordó John—, y dijiste que sabías estas cosas por revelación y por el don del Espíritu Santo”.
Entonces John testificó: “Ahora yo tengo el mismo testimonio del que tu gozabas en ese entonces. Si la obra era verdadera hace seis meses, hoy es verdadera. Si José Smith era un profeta en ese entonces, hoy es un profeta”15.
Mientras tanto, José se enfermó y no podía salir de cama. Un dolor intenso retorcía su cuerpo, y estaba muy débil como para poder levantar su cabeza. Emma y su doctor permanecieron a su lado mientras pasaba entre estar consciente e inconsciente. Sidney dijo que no creía que José viviría por mucho más tiempo16.
Los críticos de José se gozaron en su sufrimiento, diciendo que Dios lo estaba castigando por sus pecados. Sin embargo, muchos de los amigos del Profeta fueron al templo y oraron toda la noche para que fuese sanado17.
José comenzó a recuperarse con el transcurrir del tiempo, y Mary lo visitaba junto con Vilate Kimball. Dijo que el Señor lo había consolado durante su enfermedad. Mary se alegró de verlo mejor y lo invitó a que visitara a los Santos que vivían en Canadá cuando estuviera bien de nuevo.
El siguiente domingo, Mary asistió a otra reunión en el templo. José aún estaba muy débil para asistir, así que Warren Parrish se dirigió al púlpito y se sentó en el asiento del Profeta. Hyrum, quien dirigía la reunión, no respondió a la provocación, sino que predicó un largo sermón sobre el estado de la Iglesia. Mary admiraba la humildad de Hyrum mientras él recordaba a los Santos de sus convenios.
“Mi corazón se encuentra sumiso —dijo Hyrum a la congregación—, y ahora me siento como un niño pequeño”. Con su voz llena de sentimiento, prometió a los Santos que la Iglesia comenzaría a levantarse desde ese mismo momento.
Mary escribió a su hermana Mercy unos días después. “Estoy realmente motivada y esperanzada en que pronto se restaure en la Iglesia el orden y la paz —dijo—. Unámonos todos para orar por esto con todos nuestros corazones”18.
Un mes después, el hermano de Mary, Joseph Fielding, bajó de un carruaje en las calles de Preston. El pueblo era un centro industrial del oeste de Inglaterra, situado en el corazón de verdes pastizales. Las altas chimeneas de las fábricas del pueblo y los molinos expulsaban humo gris al aire, obscureciendo los campanarios de las iglesias detrás de la obscura niebla. El río Ribble pasaba por el centro del pueblo, serpenteando su trayecto hacia el mar19.
Los misioneros enviados a Inglaterra desembarcaron en el puerto de Liverpool tan solo dos días antes. Siguiendo una impresión del Espíritu, Heber envió a los hombres a Preston, donde el hermano de Joseph Fielding, James, era un predicador20. Joseph y sus hermanas habían estado en correspondencia con James, contándole de su conversión y testificándole del evangelio restaurado de Jesucristo. James parecía interesado en lo que escribían y habló con su congregación sobre José Smith y sobre los Santos de los Últimos Días.
Los misioneros llegaron a Preston el día de una elección, y mientras caminaban por las calles, trabajadores desplegaban una pancarta afuera de una ventana justo arriba de sus cabezas. Su mensaje, escrito en letras doradas, no estaba dirigido hacia los misioneros, pero igualmente los entusiasmó: la verdad prevalecerá.
“¡Amén! —exclamaron—. ¡Gracias a Dios, la verdad prevalecerá!”21.
Joseph Fielding salió inmediatamente a encontrarse con su hermano. Desde que salió de Kirtland, había estado orando para que el Señor preparara a James para recibir el Evangelio. Al igual que Joseph, James atesoraba el Nuevo Testamento y procuraba vivir sus preceptos. Si aceptaba el Evangelio restaurado, podría ser de gran ayuda para los misioneros y la obra del Señor.
Cuando Joseph y los misioneros fueron al hogar de James, él los invitó a predicar desde su púlpito en la capilla de Vauxhall a la mañana siguiente. Joseph creía que el interés de su hermano en su mensaje era gracias al Señor, pero entendía todo lo que su hermano podía perder al abrirles las puertas.
James se sustentaba predicando. Si aceptaba el Evangelio restaurado, ya no tendría trabajo22.
En el camino de Far West a Kirtland, Thomas Marsh, David Patten, y William Smith se sorprendieron al encontrar a Parley Pratt dirigiéndose en la otra dirección. Intentando recuperar sus pérdidas, Parley había vendido su tierra, cobrado sus acciones en la Sociedad de Seguridad Financiera de Kirtland, y emprendía camino a Misuri solo23.
Aún decidido por reunir al Cuórum de los Doce, Thomas instó a Parley a que regresara con ellos a Kirtland. A Parley no le entusiasmaba regresar a un lugar en donde había sufrido tanta angustia y decepción24. Aun así, Thomas lo presionó para que lo reconsiderara, confiando en que podría reconciliarse con el Profeta.
Parley lo pensó. Cuando escribió su carta a José, se dijo a sí mismo que la carta era para el bien del Profeta. Pero Parley sabía que se estaba engañando a sí mismo. No había llamado al arrepentimiento a José con un espíritu de mansedumbre. Sino que lo había atacado, buscando venganza.
Además, Parley se dio cuenta de que su sentimiento de traición lo había cegado de los sufrimientos de José. Había estado mal haber hablado en contra del Profeta y haberlo acusado de egoísmo y avaricia25.
Avergonzado, Parley decidió regresar a Kirtland con Thomas y los otros Apóstoles. Cuando llegaron, fue a la casa del Profeta. José aún se estaba recuperando de su enfermedad, pero estaba recobrando fuerzas. Parley lloró al verlo y le pidió perdón por todo lo que había dicho y hecho para lastimarlo. José lo perdonó, oró por él y lo bendijo26.
Mientras tanto, Thomas intentó reunificar a los otros miembros de los Doce. Logró reconciliar a Orson y José, pero William McLellin se había mudado y los hermanos Johnson y John Boynton no podían ser apaciguados27.
Thomas comenzó a quejarse cuando supo que José había enviado a Heber Kimball y Orson Hyde a Inglaterra sin consultarlo. Siendo Presidente de los Doce, ¿no era su responsabilidad el dirigir la obra misional y conducir la misión a Inglaterra? ¿No había venido a Kirtland para juntar a los Doce y enviarlos al extranjero?28.
Oró por Heber y Orson y la obra que estaban haciendo en el extranjero, pero su resentimiento y orgullo eran difíciles de reprimir29.
El 23 de julio, Thomas trató el asunto con José. Resolvieron sus diferencias y José recibió una revelación dirigida a Thomas30. “Tú eres el hombre al cual he escogido para poseer las llaves de mi reino, en lo que concierne a los Doce, entre todas las naciones”, le reafirmó el Señor. Le perdonó sus pecados y lo instó a ser de buen ánimo.
Pero el Señor ratificó que los Doce actuaban bajo la autoridad de José y sus consejeros en la Primera Presidencia, incluso en asuntos relacionados con la obra misional. “Ve a donde ellos te manden —dijo el Señor—, y yo estaré contigo”. Le dijo a Thomas que el seguir la dirección de la Primera Presidencia lo llevaría a tener mayor éxito en el campo misional31.
“Sea cual fuere el lugar donde proclames mi nombre —Él prometió—, te será abierta una puerta eficaz”.
El Señor también ayudó a Thomas a saber cómo reparar su cuórum dividido. “Sé humilde y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones”, le dijo.
Instó a Thomas y a los Doce a poner de lado sus diferencias con José y a enfocarse en su misión. “Mirad que no os inquietéis por los asuntos de mi Iglesia en este lugar —continuó—, sino purificad vuestro corazón delante de mí, y entonces id por todo el mundo y predicad mi Evangelio a toda criatura”.
“He aquí —dijo el Señor—, cuán grande es vuestro llamamiento”32.