Historia de la Iglesia
36 Persuádelos a congregarse


“Persuádelos a congregarse”, capítulo 36 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los Últimos Días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815 – 1846, 2018

Capítulo 36: “Persuádelos a congregarse”

Capítulo 36

Jerusalén

Persuádelos a congregarse

En la primavera de 1841, Mary Ann Davis contempló por última vez el rostro de su marido antes de que cerraran el ataúd y sus amigos llevaran sus restos a un rincón apacible del cementerio de la iglesia en Tirley, Inglaterra. John Davis estaba en su plenitud cuando murió; tenía veinticinco años. Cuando Mary vio a los hombres llevarse el ataúd, de repente se sintió sola, de pie y vestida de negro en señal de luto, en un pueblito donde ella era la única Santo de los Últimos Días.

John había muerto por causa de sus creencias. Hacía un año que él y Mary se habían conocido en una reunión de los santos, no mucho después de que Wilford Woodruff hubiera bautizado a cientos de los Hermanos Unidos en la cercana Herefordshire. Ni ella ni John habían formado parte de los Hermanos Unidos, pero el Evangelio restaurado se había extendido rápidamente por la región, atrayendo la atención de muchos1.

Mary y John habían puesto su casa a disposición de los misioneros con la esperanza de que establecieran una congregación en la zona. La Misión Británica había crecido mucho y luego de tan solo cuatro años, había más de seis mil santos en Inglaterra y Escocia2. Incluso en Londres, donde los predicadores callejeros de muchas iglesias competían con ferocidad por las almas, los misioneros habían logrado establecer una rama de unos cuarenta santos, dirigida por un joven élder estadounidense, llamado Lorenzo Snow3.

Sin embargo, la oposición seguía siendo intensa en todo el país. Panfletos baratos plagaban las calles de la mayoría de las ciudades, proclamando todo tipo de ideas religiosas4. Algunos de ellos eran reimpresiones de folletos antimormones de los Estados Unidos en los que se advertía a los lectores contra los Santos de los Últimos Días5.

Con la esperanza de corregir los reportes falsos, Parley Pratt había comenzado a escribir sus propios panfletos y editaba un periódico mensual, el Latter-day Saints’ Millennial Star, que daba noticias de los santos en Nauvoo y de toda Gran Bretaña. Brigham Young hizo arreglos para imprimir un himnario y el Libro de Mormón para los santos británicos6.

En Tirley, Mary y John habían enfrentado la hostilidad desde el momento en que los misioneros comenzaron a enseñar en su casa. Unos hombres rudos irrumpían a menudo en las reuniones y corrían a los misioneros. Las cosas fueron empeorando hasta que un día, los hombres golpearon a John, quien cayó al piso, donde lo patearon sin piedad. Él nunca pudo recuperarse de eso. Poco tiempo después, tuvo una mala caída y comenzó a toser sangre. Los misioneros intentaron visitar al matrimonio, pero los vecinos hostiles los mantuvieron alejados. Postrado en cama, John fue debilitándose hasta que falleció.

Después del funeral, Mary decidió unirse a los que se congregaban en Nauvoo. Varios de los Apóstoles, entre ellos Brigham Young y Heber Kimball, habían anunciado recientemente que volverían a casa esa primavera, y que se llevarían con ellos a una cuantiosa compañía de santos británicos. Mary planeó partir hacia Norteamérica poco después, con una compañía más pequeña de santos.

Como ella era la única miembro de la Iglesia en su familia, Mary visitó a sus padres y hermanos para despedirse. Ella esperaba que su padre protestara, pero él solo le preguntó cuándo partiría y en cuál barco.

El día que ella marchó hacia el puerto de Bristol, se sentía desconsolada. Al pasar por la capilla donde ella y John se habían casado unos pocos meses antes, ella recordó todo lo que había ocurrido desde entonces.

Ella era ahora una viuda de veinticuatro años, partía sola hacia una nueva tierra, dispuesta a unir su suerte con la del pueblo de Dios7.


Mientras, en Nauvoo, el editor de periódico, Thomas Sharp, tomó asiento al lado de José Smith en una plataforma elevada desde la que vislumbraba una multitud de miles de santos. Era el 6 de abril de 1841, el undécimo aniversario de la Iglesia y el primer día de la conferencia general. Una banda de instrumentos de viento tocaba por encima de la algarabía de la congregación. En breves instantes, los santos celebrarían esa fecha importante colocando las piedras angulares de un nuevo templo.

Thomas no pertenecía a su Iglesia, pero el alcalde de Nauvoo, John Bennet, lo había invitado a pasar el día con los santos8. No era difícil adivinar el porqué. Como editor de un periódico, Thomas podía crear o arruinar una reputación con un puñado de palabras, por lo que fue invitado a Nauvoo como un potencial aliado.

Al igual que los santos,Thomas era nuevo en la región. No había cumplido veintitrés años aún; había llegado al oeste el año anterior para ejercer de abogado y se había establecido en la ciudad de Warsaw, que quedaba a un día de camino al sur de Nauvoo. A los pocos meses de su arribo, había llegado a ser el editor del único periódico que no era mormón en el condado, y se había labrado una reputación gracias a su estilo persuasivo9.

No le interesaban las enseñanzas de los santos y la devoción de su fe apenas le había impresionado10. Mas admitía que los acontecimientos del día eran impresionantes.

El día había comenzado con unas estruendosas salvas de cañón, seguidas de un desfile de la milicia de la ciudad, llamada la Legión de Nauvoo, que constaba de 650 hombres. José Smith y John Bennet, vestidos impecablemente de uniforme azul, con charreteras doradas de oficiales militares, hicieron marchar la Legión a través del pueblo para luego ascender la colina hasta el lugar donde habían excavado las fundaciones del templo. En señal de respeto, los santos habían ubicado a Thomas a la cabeza de la procesión, no muy lejos de José y sus ayudantes de la milicia11.

Sidney Rigdon comenzó la ceremonia de la piedra angular con un inspirador discurso de una hora acerca de las tribulaciones recientes de los santos y sus esfuerzos por edificar templos. Al concluir su mensaje, José se levantó y dirigió a los trabajadores para bajar la enorme piedra en la esquina suroccidental de la fundación.

“Esta piedra angular principal que representa a la Primera Presidencia se coloca ahora debidamente en honor al Gran Dios… —anunció él— a fin de que los santos tengan un lugar dónde adorar a Dios y que el Hijo del Hombre tenga dónde recostar la cabeza”12.

Después de la ceremonia sagrada, José invitó a Thomas y a otros honorables invitados a su casa para cenar pavo. Él quería que ellos supieran que eran bienvenidos en Nauvoo. Si no compartían su fe, al menos esperaba que aceptaran su hospitalidad13.


José se sintió complacido al enterarse que al día siguiente, Thomas imprimió en su periódico un reportaje favorable de la ceremonia de la piedra angular. Por primera vez desde la organización de la Iglesia, parecía que los santos contaban con la simpatía de sus vecinos, con apoyo gubernamental y con amigos en lugares importantes14.

José se alegraba de la paz y buena voluntad que había en Nauvoo, sin embargo, él sabía que el Señor esperaba que él obedeciera Sus mandamientos, aun cuando al hacerlo, la fe de los santos sería probada. Y ningún otro mandamiento constituiría una mayor prueba que el del matrimonio plural15.

José entendía por revelación que el matrimonio y la familia eran esenciales en el plan de Dios. El Señor había enviado a Elías el profeta al Templo de Kirtland a restaurar llaves del sacerdocio que sellarían a las generaciones como eslabones en una cadena. Bajo la dirección del Señor, José había comenzado a enseñar a más santos que los esposos y las esposas podían sellarse juntos por el tiempo y la eternidad, para llegar a ser herederos de las bendiciones de Abraham y cumplir con el eterno plan de Dios para Sus hijos16.

El profeta Jacobo, en el Libro de Mormón, enseñó que ningún hombre debía tener “sino una esposa”, a menos que Dios mandara otra cosa17. Tal como se desprende de la historia de Abraham y Sara, Dios en ocasiones manda a sus fieles seguidores a participar en el matrimonio plural como una forma de extender esas bendiciones a un mayor número de personas y para levantar un pueblo del convenio para el Señor. A pesar de las dificultades que eso produjo, el matrimonio de Abraham a su esposa plural Agar dio origen a una gran nación. Asimismo, el matrimonio plural sería una prueba para los santos que lo practicaran; sin embargo, el Señor prometió exaltarlos por su obediencia y sacrificio18.

Los años que siguieron a la partida de José de Kirtland habían sido turbulentos, y él entonces no había presentado a los santos el mandamiento del matrimonio plural. Mas la situación era ahora diferente en Nauvoo, donde los santos habían hallado un cierto grado de seguridad y estabilidad.

José sentía confianza en la Constitución de los Estados Unidos que protegía el libre ejercicio de la religión. No hacía mucho que el ayuntamiento de Nauvoo había afirmado este derecho al aprobar un decreto que permitía que todas las agrupaciones religiosas pudieran congregarse libremente en Nauvoo. La ley se aplicaba por igual a las denominaciones cristianas como a las no cristianas. Aun cuando no había en Nauvoo quien practicara el islamismo, el decreto incluso protegía específicamente a los musulmanes, algunos de los cuales practicaban el matrimonio plural19. Aunque los políticos en la capital del país habían decepcionado a José, él creía y confiaba que los principios fundacionales de la nación norteamericana protegían su derecho de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios20.

Aun así, él sabía que la práctica del matrimonio plural causaría una conmoción en el pueblo, por lo que él seguía renuente a enseñarlo públicamente. Si bien otras comunidades religiosas y utópicas habían adoptado diversas formas de matrimonio, los santos siempre habían predicado la monogamia. La mayoría de los santos —así como la mayoría de los estadounidenses— relacionaba la poligamia con sociedades menos civilizadas que la de ellos.

El propio José no dejó registros de su visión personal acerca del matrimonio plural o de sus luchas por obedecer el mandamiento. Emma tampoco reveló nada con respecto a cuándo se enteró ella de la práctica ni del impacto que eso tuvo en su matrimonio. Sin embargo, los escritos de otras personas cercanas a ellos dejan en claro que eso era una fuente de angustia para los dos.

José sentía la urgencia de enseñarlo a los santos, a pesar de los riesgos y de sus propias reservas. Si él presentaba el principio en privado a algunos hombres y mujeres fieles, él podría obtener un apoyo fuerte para ello, en preparación para cuando se pudiera enseñar el tema más públicamente. Para aceptar el matrimonio plural, las personas tendrían que vencer sus prejuicios, reconsiderar las costumbres sociales y ejercer gran fe para obedecer a Dios cuando Él mandaba algo que difería mucho de sus tradiciones21.

Para el otoño de 1840, José había comenzado a hablar sobre esta práctica con Louisa Beaman, de veinticinco años de edad. La familia de Louisa estaba entre las primeras que habían creído en el Libro de Mormón y habían aceptado el Evangelio restaurado. Al morir sus padres, ella se había mudado para vivir con Mary, su hermana mayor, y Bates Noble, el esposo de esta, quien había participado en el Campo de Israel22.

Bates estuvo presente durante las conversaciones que José sostuvo con Louisa acerca del matrimonio plural23. “Al revelarle esto a usted, he colocado mi vida en sus manos —le dijo José—. No me vaya a entregar en manos de mis enemigos en una mala hora”24.

Un tiempo después, José le propuso matrimonio a Louisa. Ella no dejó registros de cómo reaccionó a la oferta, ni de cuándo ni por qué la aceptó. Pero en la noche del 5 de abril de 1841, el día antes de la conferencia general, José se reunió con Louisa y con Bates para la ceremonia. Autorizado por José, Bates los selló repitiendo las palabras de la ordenanza que le dijo José25.


Ese verano, los santos se alegraron cuando John Bennet fue nombrado a un cargo importante en el sistema judicial del país. Pero otras personas se indignaron, temerosos de que los santos incrementaban su poder político. Ellos consideraron el nombramiento de John como una maniobra de los rivales políticos para ganarse los votos de los santos26.

Thomas Sharp, que era de las filas de un partido antagónico, cuestionó abiertamente las cualificaciones de John para el cargo, así como su reputación y la sinceridad de su reciente bautismo. En un editorial en su periódico, él instó a los ciudadanos a oponerse al nombramiento27.

Thomas exageró, además, algunos comentarios de insatisfacción que surgieron entre los centenares de santos británicos que se congregaron en la región. “Se dice que muchos están resueltos a irse —reportó él— y que han enviado cartas a Inglaterra para advertir a sus amigos allí, que están dispuestos a emigrar, acerca de las tristes condiciones en la Ciudad de la Iglesia”. La razón real de su descontento, afirmaba él, era una falta de fe en la misión del profeta28.

José se enojó mucho al leer el editorial, y escribió una carta a Thomas en la que cancelaba su suscripción:

Caballero — Usted debe cancelar mi suscripción de su periódico— sus contenidos deliberadamente buscan mancharme; y patrocinar sus páginas inmundas —esa red de mentiras, ese sumidero de iniquidad— es una ignominia para cualquier persona con moral.

Suyo, con total desdén,

José Smith

P.D.: Sírvase publicar lo anterior en su despreciable periódico29.

Thomas, irritado por la carta, la publicó en la siguiente edición junto con comentarios sarcásticos sobre el llamamiento profético de José. Alguna personas habían acusado a Thomas de usar su periódico para halagar a los santos30. Ahora, él quería que sus lectores supieran que él consideraba a los santos como una creciente amenaza política para los derechos de otros ciudadanos del condado.

A modo de prueba, Thomas reimprimió una proclamación que José había publicado recientemente en la que convocaba a los santos de todas partes a congregarse y edificar Nauvoo. “Si la voluntad de él ha de ser su ley —advirtió Thomas a sus lectores—, ¿qué llegaría, no, qué llegará a ser de los derechos más estimados y los privilegios más preciados que ustedes tienen?”31.

A medida que Thomas fue incrementando sus críticas, José se preocupó de que él pusiera a otras personas en el condado en contra de los santos32. Había mucho en riesgo, tras haberse colocado las piedras angulares del templo y habiendo abundantes inmigrantes británicos en camino. Los santos no podían perder Nauvoo como habían perdido Independence y Far West.


Embarcaciones a velas grandes y pequeñas atestaban los congestionados muelles del puerto de Bristol en el suroeste de Inglaterra33. Mary Ann Davis abordó la nave que la llevaría a Norteamérica y halló que su cama estaba limpia y libre de pulgas. Se le permitió a ella y otros pasajeros conservar una sola valija junto a sus camas, mientras que el resto de sus pertenencias fue almacenado en la bodega del buque.

Mary permaneció una semana en Bristol mientras abastecían la embarcación. Por motivos de privacidad, ella y otros pasajeros colgaron cortinas entre sus camas, dividiendo el gran salón en pequeños compartimentos. También salían a explorar las calles estrechas de Bristol, echar un vistazo y olfatear la ciudad.

Mary esperaba que sus padres llegaran uno de esos días para despedirla. ¿Para qué, entonces, iba a preguntar su padre por el nombre del barco y el lugar de embarque?

Pero sus padres nunca vinieron. En lugar de ellos, vinieron unos abogados, contratados por su padre, para obligarla a quedarse. Subían al barco cada día preguntando por una joven viuda de ojos oscuros y vestida de negro. Sintiéndose decepcionada, pero aun determinada a emigrar hacia Sion, Mary se deshizo de la ropa de luto y comenzó a vestirse como las otras mujeres jóvenes a bordo.

La embarcación pronto partió hacia Canadá. Al desembarcar, dos meses después, Mary y su compañía viajaron hacia el sur por barco de vapor, tren y barcazas de canal hasta llegar a un puerto cerca de Kirtland. Ansiosos por estar entre los santos, Mary y su grupo llegaron hasta Kirtland, donde hallaron a William Phelps dirigiendo a una pequeña rama de la Iglesia34.

Kirtland era apenas una sombra de lo que había sido. Los domingos, William hacía reuniones en el templo, sentándose con frecuencia solo en los púlpitos. Desde su puesto en la congregación, Mary pensó que el templo se veía abandonado.

Unas semanas más tarde, llegó otra compañía de santos británicos a Kirtland. Un miembro de la compañía, Peter Maughan, planeaba continuar el viaje a bordo de un buque de vapor por los Grandes Lagos hasta Chicago, y de allí seguir por tierra hasta Nauvoo. Ansiosa por acabar su viaje, Mary y otros santos fueron con él y sus seis niños35.

En el trayecto hacia Nauvoo, Mary y Peter se conocieron mejor. Él era viudo y había trabajado en las minas de plomo del noroeste de Inglaterra. Su esposa, Ruth, había muerto al dar a luz poco antes de que la familia planeara emigrar. Peter había pensado quedarse en Inglaterra, pero Brigham Young lo había convencido de que fuera a Nauvoo36.

Cuando Mary llegó a Nauvoo, exploró la ciudad en busca de amigos de Inglaterra. Al ir por las calles, vio a un hombre predicando encima de un barril, y se detuvo a escucharlo. El predicador era un hombre entusiasta y la claridad de su sermón cautivó al grupo. De vez en cuando, el predicador se inclinaba hacia delante y apoyaba las manos en los hombros de un hombre alto que estaba frente a él, como quien se apoya en un escritorio.

Mary supo enseguida que él era José Smith. Luego de viajar cinco meses, finalmente ella se encontraba entre los santos y en la presencia del profeta de Dios37.


Entretanto, del otro lado del mundo, Orson Hyde estaba embargado de la emoción al contemplar Jerusalén por primera vez. La ciudad antigua se asentaba sobre una colina delimitada por valles y circundada por una gruesa muralla. Al aproximarse a la puerta oriental de la ciudad, fatigado por sus viajes, Orson echó un vistazo a la muralla y a las amenazantes torres que había tras ella38.

Orson confiaba que iba a llegar a Jerusalén junto con John Page, pero John había regresado a casa antes de que partieran de los Estados Unidos. Viajando en solitario, Orson había viajado a través de Inglaterra y Europa, pasando por algunas de las grandes ciudades del continente. Luego, se dirigió al sureste hasta Constantinopla y abordó un buque a vapor hasta la ciudad costera de Jaffa, donde hizo arreglos para viajar hasta Jerusalén con una compañía de caballeros ingleses, que iban con sus sirvientes fuertemente armados.

En los días siguientes, Orson recorrió las calles polvorientas e irregulares de Jerusalén, y se reunió con las autoridades cívicas y religiosas de la ciudad. En Jerusalén vivían unas diez mil personas, la mayoría de lengua árabe. La ciudad se hallaba en un estado lamentable, y había sectores reducidos a escombros, tras siglos de conflictos y negligencia.

Orson visitó los lugares de los que había leído en la Biblia, y se sentía maravillado por la ciudad y su historia sagrada. Cuando veía a personas realizando las tareas comunes descritas en las parábolas del Salvador, él se sentía transportado al tiempo de Jesús. En Getsemaní, recogió una rama de un olivo y meditó en la Expiación39.

El 24 de octubre de 1841, Orson se levantó antes del amanecer y escaló una ladera cerca de donde Jesús anduvo la noche antes de Su crucifixión. Al ascender el monte de los Olivos, Orson miró hacia Jerusalén, del otro lado del valle, y contempló la espectacular Cúpula de la Roca, que está erigida cerca del lugar donde había estado el templo en la época del Salvador40.

Sabiendo que el Señor había prometido que algunos de la posteridad de Abraham serían congregados en Jerusalén antes de la Segunda Venida, el Apóstol se sentó y escribió una oración, en la que pedía a Dios que condujera a los remanentes esparcidos hasta su tierra prometida41.

“Persuádelos a congregarse sobre esta tierra de acuerdo con Tu palabra —oró Orson—. Permite que vengan como nubes y cual palomas a sus ventanas”.

Al concluir su oración, Orson colocó una pila de piedras en el lugar, y regresó al valle para levantar otra pila de piedras en el monte Sion, como un monumento sencillo de haber completado su misión. Seguidamente, emprendió el largo viaje de regreso a casa42.