Historia de la Iglesia
Capítulo 36: Con detenimiento y oración


“Con detenimiento y oración”, Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo III, Valerosa, noble e independiente, 1893–1955, 2022

Capítulo 36: “Con detenimiento y oración”

Capítulo 36

Con detenimiento y oración

soldado en el paso fronterizo entre Berlín Oriental y Occidental.

Clemencia Pivaral miró el reloj mientras su tren salía de la estación central de Ciudad de Guatemala. Eran las ocho de la mañana del 10 de octubre de 1951. A lo lejos, unas nubes grises oscurecían el cielo, amenazando lluvia. Pero sobre la estación, el cielo estaba claro y soleado. Era un buen día, pensó Clemencia. Ella y su hijo de doce años, Rodrigo, iniciaban un viaje de tres mil doscientos kilómetros con otros dos santos guatemaltecos. Su destino era una concurrida conferencia de santos de habla hispana en el templo de Mesa, Arizona1.

Durante los últimos siete años, cientos de santos de México, Centroamérica y el oeste de los Estados Unidos se habían reunido anualmente en Mesa para asistir a una conferencia y participar en la obra del templo. La mayoría de los santos que acudían al evento habían ahorrado durante años para tener suficiente dinero para el viaje. Tres estacas de Arizona los acogían cuando llegaban, y los miembros locales alojaban a los visitantes y les preparaban los alimentos para que sus invitados pudieran pasar más tiempo en el templo. Para compensar el costo de la conferencia, los santos de habla hispana cobraron la entrada para ver dos representaciones de un programa de talentos y de The Time Is Come [El tiempo ha venido], una obra de teatro de temática genealógica escrita por Ivie Jones, la esposa del presidente de la Misión Hispanoamericana2.

Era la primera vez que Clemencia asistía a la conferencia. Había conocido a los misioneros a principios de 1950, poco después de que el presidente de distrito John O’Donnal enviara a un par de élderes a su ciudad natal, Quetzaltenango, la segunda ciudad más grande de Guatemala. Clemencia era una viuda de veintinueve años, y los élderes y las hermanas que le enseñaron se alegraron cuando ella aceptó rápidamente sus enseñanzas sobre los bautismos por los muertos, los templos y otros principios del Evangelio. Unos meses más tarde, encontró trabajo como maestra de estudiantes invidentes, sordos y no verbales en la Ciudad de Guatemala, de modo que ella y su hijo se mudaron allí y comenzaron a asistir a la iglesia con los O’Donnal y otros miembros de la Rama Ciudad de Guatemala3.

Un día, mientras Clemencia estudiaba Doctrina y Convenios en el centro de reuniones de la rama, el presidente de la Misión Mexicana, Lucian Mecham, le preguntó si era miembro de la Iglesia. “No —respondió—. Los misioneros aún no me han preguntado si quiero bautizarme”.

El presidente Mecham la entrevistó inmediatamente, preguntándole si creía en todo lo que los misioneros le habían enseñado. Ella le dijo que sí.

—Si está dispuesta a bautizarse —le dijo—, ¿qué le parece mañana?

—¡Sí! —respondió4.

Ahora, más de un año después, se dirigía al templo para recibir su investidura. La Iglesia en Guatemala todavía era pequeña, con menos de setenta miembros. Solo unos pocos guatemaltecos habían recibido las bendiciones del templo, entre ellos Carmen O’Donnal, que había sido investida y sellada en el Templo de Salt Lake el año siguiente a su bautismo5. Clemencia estaba contenta de hacer el viaje. El calor agobiante del tren la adormecía, pero mientras observaba el exuberante paisaje de la costa guatemalteca a través de la ventanilla, nada podía desanimarla.

Ella y los demás santos del tren pasaron el tiempo leyendo las Escrituras y hablando del Evangelio. Clemencia también conoció a una mujer que parecía ansiosa por hablar de religión. Después de compartir sus creencias, Clemencia le dio una copia de La Verdad Restaurada, un folleto misional escrito por el apóstol John A. Widtsoe. La invitó a asistir a la Iglesia la próxima vez que estuviera en la Ciudad de Guatemala6.

Después de llegar a la Ciudad de México, Clemencia y los otros santos guatemaltecos se unieron a un grupo de la Iglesia de miembros mexicanos en su camino a la conferencia. Viajaron hacia el norte durante tres días en una camioneta, cantando a medida que avanzaban y, finalmente, llegaron a Mesa el 20 de octubre. Allí los santos guatemaltecos se reunieron con John y Carmen O’Donnal, que habían viajado a Estados Unidos a principios de mes para pasar unas vacaciones7.

Los primeros días de la conferencia estuvieron llenos de reuniones y preparación para el templo. La obra de las ordenanzas comenzó el 23 de octubre, el tercer día de la conferencia. Una gran multitud asistió a la primera sesión de investidura del día, y la ordenanza tardó seis horas en completarse. Clemencia recibió su investidura y, al día siguiente, recibió la ordenanza en favor de su abuela materna, que había fallecido cuando ella era una niña. Ese mismo día, Clemencia y Ralph Brown, el misionero que la había bautizado, actuaron como representantes en el sellamiento de sus abuelos8.

Después de la conferencia, Clemencia y su hijo viajaron a Salt Lake City con los O’Donnal. Visitaron la Manzana del Templo, y Clemencia y los O’Donnal asistieron a más sesiones de investidura. John también se reunió con los líderes de la Iglesia para hablar acerca de la construcción de una capilla y una casa de la misión en la Ciudad de Guatemala9.

La obra del Señor se estaba expandiendo en Centroamérica, y pronto Guatemala y sus países vecinos tendrían su propia misión.


El 15 de enero de 1952, John Widtsoe presentó un informe a la Primera Presidencia sobre la emigración de los Santos de los Últimos Días europeos. Miles de santos habían huido de sus países de origen desde el final de la guerra, y la presidencia había pedido a John que hiciera un seguimiento tanto del movimiento como del bienestar de los emigrantes. Aunque algunos de estos santos se habían trasladado a Sudamérica, África o Australia, la mayoría se había establecido en los Estados Unidos o Canadá, a menudo con el estímulo y la ayuda de los misioneros y de otros santos.

Aunque era una buena noticia que los miembros de la Iglesia que emigraban hubieran encontrado puertos seguros, a John y a otros líderes les preocupaba cómo afectaría a las débiles ramas europeas la pérdida de esos santos. Para que la Iglesia creciera en el continente, necesitaba que los santos permanecieran en sus propios países. Pero ¿qué podría persuadirlos para que se quedaran, especialmente cuando los rodeaban tantos desafíos?

Dieciocho meses antes, John había planteado esta cuestión en una conferencia de líderes misionales europeos en Copenhague, Dinamarca. Durante la reunión, varios presidentes de misión estuvieron de acuerdo en que los santos europeos emigraban porque estaban aterrorizados ante la posibilidad de que estallara otra guerra, y anhelaban la estabilidad y el apoyo que podían encontrar en la Iglesia en Norteamérica.

—Perdimos veintiocho miembros durante los ataques aéreos solo en Hamburgo, y las personas lo recuerdan, —le había dicho un presidente de misión a John—. No sé cómo podemos evitar que la gente quiera ir a Norteamérica.

—No se puede —dijo otro presidente de misión—. Las personas cruzarían el océano a nado si pudieran.

John se sorprendió de que los santos se fueran incluso de Dinamarca, que había sufrido menos penurias que muchos otros países europeos durante la guerra. Preguntó a los presidentes qué se podía hacer.

—Creo que, si tuviéramos un templo en Europa —sugirió un presidente de misión—, podríamos detener bastante la emigración.

La idea fue inspirada. Con el respaldo de John, los presidentes de misión recomendaron que la Primera Presidencia aprobara los planes para un templo en Europa. “Una cosa es cierta —dijo John a los hombres—. No podemos convertir a todo el mundo y traerlos a Estados Unidos”. En cambio, la Iglesia sí podría llevar templos al mundo10.

En el momento en que John presentó su informe sobre la emigración, la Primera Presidencia aún no había hecho ningún anuncio sobre la construcción de un templo en Europa, pero ya habían autorizado a John a supervisar un comité para traducir la investidura del templo a varios idiomas europeos. Debido a que la ordenanza solo estaba disponible en inglés y en español, los santos que hablaban otros idiomas participaban sin entender completamente las palabras de la ceremonia.

El comité había contratado a varios santos europeos, entre ellos a Pieter Vlam, de los Países Bajos, para realizar las traducciones, que se utilizarían en sesiones especiales en los templos existentes. Pero si la Iglesia construía un templo en Europa, podría proporcionar ordenanzas en múltiples idiomas a los santos de muchas naciones11.

Unos meses después de recibir el informe de John, el presidente McKay habló al Cuórum de los Doce Apóstoles sobre la emigración. Después de reconocer la necesidad de fortalecer las ramas europeas, el profeta mencionó que el presidente de la Misión Británica recientemente le había pedido con urgencia la construcción de un templo en Gran Bretaña.

“Los hermanos de la Primera Presidencia lo consideraron cuidadosamente y en oración —dijo el presidente McKay a los Doce— y ahora han llegado a la conclusión de que, si construimos un templo en Gran Bretaña, deberíamos al mismo tiempo construir uno en Suiza”. Durante las dos guerras mundiales, Suiza había permanecido neutral, lo que le aportaba estabilidad política. El país también estaba cerca del centro de Europa occidental.

Después de que el presidente McKay terminara de hablar, John dijo: “Las personas de Gran Bretaña y de las misiones de habla extranjera sueñan con el momento en que se erigirá un templo en Europa”. Expresó su pleno apoyo al plan de la Primera Presidencia, y todos los presentes estuvieron de acuerdo en que la Iglesia debía proceder a la construcción de los templos12.


Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, la ciudad de Berlín se hallaba en el centro de la guerra fría. En 1949, Alemania se había dividido en dos naciones. La región oriental ocupada por los soviéticos se había convertido en un nuevo estado comunista, la República Democrática Alemana (RDA) o Alemania Oriental. El resto del país se convirtió en la República Federal de Alemania, o Alemania Occidental. Aunque Berlín estaba en la RDA, la parte occidental de la ciudad había estado bajo el control de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos cuando el país se dividió. Ahora la ciudad también estaba dividida, al este y al oeste, entre las potencias comunistas y las democráticas13.

Viajar entre Berlín este y Berlín oeste no solía suponer un problema. Pero esa primavera, los agentes fronterizos detuvieron a Henry Burkhardt, de veintiún años, cuando se dirigía a la oficina de la Misión Alemania Oriental, en la zona aliada. Henry era un misionero de la RDA que servía como presidente de distrito en Turingia, un estado al suroeste de Berlín. Ya había entrado muchas veces en Berlín Occidental, pero esta vez los funcionarios descubrieron que llevaba los informes anuales de su distrito, incluidas las listas de diezmos. Y la visión de los registros financieros los alarmó. La economía de Alemania Oriental estaba en crisis y los dirigentes del país habían prohibido a sus ciudadanos enviar o llevar dinero a Alemania Occidental.

Como líder de la misión en la RDA, Henry sabía que tenía que seguir cuidadosamente las nuevas restricciones, por lo que siempre depositaba el dinero del diezmo en un banco de Alemania Oriental. Sin embargo, su esfuerzo por sacar los informes del país fue suficiente para levantar las sospechas de los oficiales, que lo detuvieron de inmediato.

Henry permaneció detenido durante tres días antes de que los oficiales determinaran que no había hecho nada malo. Lo dejaron en libertad, no sin antes prohibirle que entregara los informes a la oficina de la misión14.

Aproximadamente un mes después, Henry regresó a Berlín Occidental para asistir a una conferencia de la Iglesia. Aunque los ciudadanos de Alemania Oriental eran técnicamente libres de practicar el culto que quisieran, el gobierno desconfiaba de las influencias externas sobre su población, incluidas las de las religiones extranjeras. Debido a que la RDA había expulsado de sus fronteras a los líderes religiosos que no eran alemanes, los misioneros norteamericanos de la Misión Alemania Oriental se encontraban confinados en Berlín Occidental. El resto de la obra misional en el país recaía en alemanes orientales como Henry.

Una vez finalizada la conferencia, el presidente de la misión, Arthur Glaus, le pidió a Henry que fuera el registrador oficial de la Iglesia en la RDA y que sirviera de enlace entre la sede de la misión y las ramas de Alemania Oriental. Henry comprendió que sería relevado como presidente de distrito en Turingia poco después de la conferencia para poder dedicarse a estas nuevas tareas. Pero también se enteró por la oficina de la misión de que podría ser llamado como presidente de distrito en Berlín o tal vez como consejero en la presidencia de la misión.

“Bueno —pensó— pase lo que pase, es la voluntad del Señor”15.

Henry todavía seguía sirviendo como presidente de distrito en Turingia dos meses después, cuando el presidente David O. McKay llegó a Europa en su primera gira internacional desde que se convirtiera en Presidente de la Iglesia. El profeta y su esposa, Emma Ray McKay, iban a pasar seis semanas en Gran Bretaña, los Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Suiza, Francia y Alemania. A pesar de que un antiguo presidente de misión le había aconsejado que no visitara Berlín, por temor a que fuera peligroso viajar por la RDA, él fue de todos modos. La ciudad era un lugar donde los santos de ambos lados de la Alemania dividida podían reunirse16.

El presidente McKay llegó a Berlín el 27 de junio de 1952 y, durante su visita, él y el presidente Glaus solicitaron una reunión con Henry. El presidente McKay comenzó la entrevista haciéndole algunas preguntas acerca de sí mismo. Entonces el profeta le dijo: “¿Está usted dispuesto a servir como consejero en la presidencia de la misión?”17.

Aunque Henry esperaba nuevas responsabilidades, la petición lo sobresaltó como un trueno. Sería el único consejero de Alemania Oriental en la presidencia de la misión, y no solo un enlace entre el presidente de la misión y los santos de la RDA. Dado que el gobierno se negaba a reconocer la legitimidad de los líderes religiosos extranjeros, él sería, de hecho, la autoridad eclesiástica que presidiría más de sesenta ramas en el país. Si los funcionarios de Alemania Oriental tenían algún problema con la Iglesia, acudirían a él.

El llamamiento inquietó a Henry. Había sido miembro de la Iglesia toda su vida, pero aún era joven e inexperto. También era tímido con los demás. Sin embargo, no expresó estas preocupaciones. El profeta del Señor acababa de extenderle un llamamiento, y él lo aceptó.

Menos de dos semanas después, Henry se trasladó a la ciudad de Leipzig para abrir una pequeña oficina de la misión. La obra lo mantenía ocupado, y él se esforzó por establecer relaciones con el gobierno local y los líderes del sacerdocio. Pero las nuevas responsabilidades eran una carga, y pronto empezó a perder el sueño.

“¿Por qué fui yo la persona llamada a hacer este trabajo?”, se preguntaba18.


Después de pasar una semana con los santos y los misioneros en Alemania, el presidente y la hermana McKay viajaron a Suiza por segunda vez en su gira. Sin que la mayoría de los santos lo supieran, el profeta había venido a Europa para seleccionar los lugares para los templos de Inglaterra y Suiza. En Inglaterra, había seleccionado un sitio en Newchapel, Surrey, justo al sur de Londres. A continuación, se dirigió a Berna, la capital de Suiza, y eligió un emplazamiento para un templo allí. Sin embargo, después de continuar hacia los Países Bajos, se enteró de que su elección para el sitio del templo suizo había sido comprada por un tercero. Ahora tenían que volver a empezar su búsqueda19.

El 3 de julio, Samuel y Lenora Bringhurst, los líderes de la Misión Suizo-Austríaca, se reunieron con los McKay en el aeropuerto de Zúrich. El grupo se dirigió a Berna, donde inspeccionaron varias propiedades en venta. En las afueras de la ciudad, en un pueblo llamado Zollikofen, se detuvieron en una estación de tren. El presidente McKay miró a su izquierda y señaló la cresta de una colina cerca de un bosque. ¿Se podría conseguir esa propiedad?, se preguntó. Samuel respondió que no estaba en venta20.

A la mañana siguiente, el presidente McKay continuó su búsqueda. Encontró un gran terreno no lejos del centro de reuniones de la Rama Berna. Era un buen lugar para un templo, y autorizó a Samuel a comprar la propiedad de inmediato. Habiendo concluido su trabajo, el profeta partió de Berna al día siguiente, dirigiéndose a la última etapa de su gira. Habló ante grandes multitudes en Basilea y París antes de regresar a casa en Salt Lake City a finales de julio21.

Poco después del regreso del presidente McKay, la Primera Presidencia anunció el plan de construir un templo en Suiza. Tanto los santos franceses como los suizos estaban exultantes. “Esto proporciona una prueba tangible y convincente —decía un artículo en L’Étoile, la revista francesa de la Iglesia—, de que la Iglesia desea permanecer en Europa y desarrollar continuamente las ramas de las misiones europeas”22.

Pero había problemas en Berna. Samuel no pudo cerrar la compra del terreno del templo. La propiedad era parte de un patrimonio controlado por treinta herederos, algunos de los cuales se oponían a la venta. A mediados de noviembre, Samuel escribió al presidente McKay para decirle que la propiedad ya no estaba disponible.

El profeta llamó a Samuel al día siguiente por teléfono. “Presidente Bringhurst —dijo— ¿hay una fuerza siniestra que se nos opone?”.

Samuel no sabía la respuesta. “Simplemente nos han dicho que han cambiado de opinión”, le dijo.

Samuel describió otras dos propiedades. Una de ellas era la propiedad cerca de Zollikofen que el presidente McKay había señalado durante su visita. Samuel dijo que era una ubicación ideal, alejada del ruido y del tráfico y, sin embargo, a solo cuatro minutos a pie del tranvía. Además, recientemente se había puesto a la venta.

Durante la conversación, Samuel guardó silencio sobre sus propias impresiones espirituales. Él y Lenora habían estado orando sobre cuál de las dos propiedades debía recomendar al presidente McKay. A principios de esa semana, habían visitado la propiedad cerca de Zollikofen por última vez. Mientras caminaban por el terreno, tuvieron un sentimiento apacible de que el Señor quería el lugar para un templo.

—Seguramente este es el lugar —le había dicho Samuel a Lenora.

—Yo siento lo mismo al respecto —convino ella23.

Después de hablar con Samuel, el presidente McKay consultó con sus consejeros, quienes recomendaron que la Iglesia comprara la propiedad. Entonces volvió a llamar a Samuel y autorizó la compra.

Una semana más tarde, una vez completada la transacción, el presidente McKay le escribió al presidente de la misión, agradeciéndole sus esfuerzos.

—Después de cinco meses de negociaciones por el antiguo terreno, todos los esfuerzos fracasaron, y cuando esta propiedad salió al mercado, ¡el trato se cerró en una semana! —se maravilló el profeta—. Seguramente la mano del Señor había estado tras todo esto24.


Por aquel entonces, John Widtsoe publicó In a Sunlit Land, unas memorias que abarcaban desde su nacimiento en Noruega hasta su reciente servicio en el Cuórum de los Doce Apóstoles. Había escrito el libro para su familia, pero a instancias de sus amigos, había aceptado de mala gana publicarlo para un público más amplio. Dedicó el libro a su posteridad y a la “valiente juventud” de la Iglesia25.

John, que ya tenía ochenta años, empezaba a sentir los efectos de su edad. Unos años antes, una pequeña hemorragia en el ojo le había dañado la vista, obligándolo a leer con lupa. Siguió manteniendo una apretada agenda hasta que comenzó a tener fuertes dolores en la parte baja de la espalda. Empezó a acudir regularmente a su médico, quien le diagnosticó cáncer.

Debido a su edad, los médicos no querían operarlo. John sabía que se estaba muriendo, pero no dejó de trabajar. Empezó a depender cada vez más de su esposa, Leah. “He disfrutado de una abundante vida —dijo a G. Homer Durham, el esposo de su hija Eudora—, y estoy dispuesto a vivir y servir mientras el Señor lo permita”26.

John tenía ahora diez años más que su madre, Anna, cuando esta falleció. Si él había logrado alguna distinción en su larga vida, había sido gracias a la decisión de ella de unirse a la Iglesia en Noruega, fomentar su educación y nutrir su fe. Anna tampoco había bajado el ritmo. En los años anteriores a su muerte, había aconsejado con frecuencia a otros inmigrantes cuando se establecían en Sion.

John aún recordaba cómo un converso recién llegado había acudido a ella quejándose amargamente de la Iglesia y de los santos de Utah. “Hemos venido aquí para edificar Sion —le recordó rápidamente Anna—, no para derribarla”. El converso se tomó muy en serio las palabras de Anna, y estas cambiaron el curso de su vida.

El propio John había pasado gran parte de su vida edificando la Iglesia, con Leah a su lado. Sus esfuerzos por fortalecer la Iglesia en Europa y formar a sus líderes habían ayudado a los santos europeos a afrontar la Segunda Guerra Mundial y navegar por entre las tumultuosas consecuencias de esta. Ahora la fe y la diligencia de esos santos se verían recompensadas con la construcción de dos templos27.

Los nuevos templos afianzarían la Iglesia en Europa y harían avanzar otra obra que John amaba: la genealogía. De hecho, después de la guerra, la Iglesia había iniciado un ambicioso programa de fotografiado de los registros de nacimiento y defunción de los archivos y las parroquias europeas, lo que permitió disponer de millones de nuevos nombres para la obra en los templos28.

Desde que regresaron de su misión, John y Leah también habían edificado la Iglesia a través de sus escritos. Juntos publicaron The Word of Wisdom: A Modern Interpretation, que se basaba en su fe en la revelación y en sus conocimientos científicos sobre nutrición para promover una mayor salud entre los lectores. A partir de 1935, John se convirtió en editor de la revista Improvement Era y escribió una columna regularmente llamada “Evidencias y reconciliaciones”, que respondía a las preguntas sobre el Evangelio enviadas por los lectores. Con el tiempo recopiló las columnas en varios libros muy populares29.

La salud de John empeoró a medida que avanzaba el año. Leah sobrellevó su enfermedad con dignidad, aunque le resultaba difícil creer que pronto se iría el que era su esposo desde hacía más de cincuenta años. Ella y John habían sido amorosos compañeros y los mejores amigos. Al ver que su salud se deterioraba, su testimonio del Evangelio restaurado le dio fuerzas, como lo hizo cuando su hijo Marsel había fallecido.

“No sé qué hacen las personas que no tienen nuestra comprensión de la vida en el más allá, de la continuación de las relaciones y alegrías familiares”, escribió a una amiga.

El 19 de noviembre, John tuvo la oportunidad de abrazar a su primer bisnieto, Kari Widtsoe Koplin, pocos días después de su nacimiento. Para entonces estaba confinado en la cama, pero estaba agradecido de ver llegar al mundo a una nueva generación de la familia Widtsoe. Unos días después, el médico le informó de que sus riñones estaban fallando.

—Así que va a ser de esta manera —dijo John. Afuera hacía un hermoso día de otoño, con un sol radiante.

Falleció en su casa el 29 de noviembre de 1952, con su médico y su familia a su lado. En el funeral, el presidente McKay observó: “El hombre que hace la mayor contribución a la humanidad es el que ama y sigue la verdad a toda costa”. Luego citó las últimas palabras de John en In a Sunlit Land: “Espero que se diga de mí que he tratado de vivir desinteresadamente, de servir a Dios y de ayudar a mis semejantes, y de usar mi tiempo y mis talentos laboriosamente para el avance del bien humano”.

Posteriormente, cuando Leah iba en el coche de caballos hacia el cementerio, para el entierro de John, vio copos de nieve por la ventana. Esa vista la alegró. “John nació en medio de una fuerte tormenta —pensó—, y ahora el entierro de su cuerpo recibe la bendición de un hermoso manto blanco de nieve”30.

  1. Pivaral, Journal, págs. 2–3.

  2. Mecham, entrevista de historia oral, págs. 57–58; “Lamanite Saints Assemble in Mesa”, Deseret News, 24 de octubre de 1951, sección de la Iglesia, págs. 14–15; “Lamanites Assemble in Mesa for Temple Session”, Deseret News, 31 de octubre de 1951, sección de la Iglesia, pág. 5.

  3. Ralph G. Brown, “Quetzaltenango-Guatemala”, pág. 4; Ralph G. Brown a “Clemencia, Linda and Family”, 10 de abril de 2004, Ralph G. Brown Mission Papers, BHI; Golithon, “Clemencia Pivaral’s Baptism Story”, pág. 1; Christofferson, Mission Journal, 19, 21 y 28 de febrero de 1950; 1, 5, 7 y 12 de marzo de 1950.

  4. Golithon, “Clemencia Pivaral’s Baptism Story”, pág. 1. La cita fue editada por motivos de legibilidad; la fuente original dice: “Los misioneros no le habían preguntado todavía si quería bautizarse” y “el presidente Mecham le preguntó que si estaba dispuesta a bautizarse, ¿qué le parece mañana?”.

  5. O’Donnal, Pioneer in Guatemala, págs. 66–68; O’Donnal, “Personal History”, págs. 72–73. Tema: Guatemala

  6. Pivaral, Journal, págs. 4–5; véase también John A. Widtsoe, La verdad restaurada ([Buenos Aires, Argentina]: Misión Argentina, [1935]).

  7. Pivaral, Journal, págs. 10–18; O’Donnal, “Personal History”, pág. 76; “Guatemalan Saints Attend S. L. Temple”, Deseret News, 14 de noviembre de 1951, sección de la Iglesia, pág. [12].

  8. “Lamanites Assemble in Mesa for Temple Session”, Deseret News, 31 de octubre de 1951, sección de la Iglesia, pág. 5; Historia manuscrita de la Misión Hispana de los Estados Unidos, págs. 21–23 de octubre de 1951; Templo de Arizona, investiduras personales, 1927–1957, tomo CXX, 1944–1957, nro. 3570, imagen 363, microfilm 962 067, Colecciones especiales, U.S. and Canada Record Collection, BHF; Arizona Temple, investiduras por los muertos, 1927–1970, Heir Indexes, 1927–1972, bautismos por los muertos, 1943–1979, 2 de octubre de 1951, nro. 23524, imagen 2454, microfilm 450 994, Colecciones especiales, U.S. and Canada Record Collection, BHF; Templo de Arizona, sellamientos por los muertos, matrimonios y niños, 1942–1970, 27 de junio de 1951, Mercedes de Jesús Orillana y Ponciano Pardo, imagen 1112, microfilm 456 259, Colecciones especiales, U.S. and Canada Record Collection, BHI; Golithon, “Clemencia Pivaral’s Baptism Story”, pág. 1.

  9. O’Donnal, “Personal History”, pág. 77; “Guatemalan Saints Attend S. L. Temple”, Deseret News, 14 de noviembre de 1951, sección de la Iglesia, pág. [12].

  10. Emigration Report, 15 de enero de 1952, First Presidency General Administration Files, 1930–1960, BHI; Minutes of the European Mission Presidents’ Meeting, 5–6 de julio de 1950, págs. 1, 64–68, John A. Widtsoe Papers, BHI; David O. McKay, Diario, 27 de diciembre de 1951 [BHI]. Temas: Emigración; Construcción de templos

  11. Minutes of the European Mission Presidents’ Meeting, 6 de julio de 1950, pág. 67; John A. Widtsoe a David O. McKay, 9 de noviembre de 1950, copia; 21 de mayo de 1951, John A. Widtsoe Papers, BHI; Memorandum, 7 de diciembre de 1950, David O. McKay Papers, BHI; véase también Summary of Minutes of the Conference of the Presidents of the European Mission, 4–10 de julio de 1950, First Presidency Mission Correspondence, BHI.

  12. David O. McKay, Diary, 30 de noviembre de 1951; 18–20 de diciembre de 1951; 3 de enero de 1952; 13 de febrero de 1952; 17 de abril de 1952 [BHI]; Romney, Journal, 17 de abril de 1952; Cowan, “Pivotal Swiss Temple”, págs. 133–135. Tema: Construcción de templos

  13. Fink, Cold War, págs. 72–76; Large, Berlin, págs. 402–418.

  14. Historia manuscrita e informes históricos de la Misión Alemania Hamburgo, 31 de marzo de 1952; Kuehne, Henry Burkhardt, pág. 1; Fassmann, Walter K. Fassmann, pág. 133.

  15. Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 10–11, 13; Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, pág. 63; Hall, “The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints in the Former East Germany”, págs. 490, 494–495.

  16. Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 11–12; David O. McKay, Diary, 28 de mayo y 6 de junio de 1952 [BHI]; “Pres. and Mrs. McKay to Tour Missions throughout Europe”, Deseret News, 28 de mayo de 1952, sección de la Iglesia, pág. 2; “1500 Berliners Out to Greet President”, Deseret News, 23 de julio de 1952, sección de la Iglesia, pág. 4. Tema: Alemania

  17. “1500 Berliners Out to Greet President”, Deseret News, 23 de julio de 1952, sección de la Iglesia, pág. 4; Burkhardt, entrevista de historia oral, pág. 1. Cita traducida editada por motivos de legibilidad; la fuente original dice: “El presidente McKay… entonces preguntó si estaría dispuesto a servir como consejero de la presidencia de misión”.

  18. Burkhardt, entrevista de historia oral, págs. 1–2; Burkhardt, “Henry Johannes Burkhardt”, pág. 26; Kuehne, Henry Burkhardt, págs. 13–15; Kuehne, Mormons as Citizens of a Communist State, pág. 358.

  19. David O. McKay a Stephen L Richards, J. Reuben Clark Jr., y el Cuórum de los Doce Apóstoles, 13 de junio de 1952; 5 de julio de 1952, First Presidency General Administration Files, 1930–1960, BHI; David O. McKay, Diary, 26 de mayo de 1952 [BHI]; Sesión de la mañana, idioma inglés, 11 de septiembre de 1955, pág. 2, Swiss Temple Dedicatory Addresses, BHI.

  20. Bringhurst, Mission President Journal, pág. 6; David O. McKay, Diary, 18 de noviembre de 1952 [BHI]; David O. McKay a Samuel Bringhurst, 19 de noviembre de 1952, tomo CLI, álbumes de recuerdos de David O. McKay, BHI.

  21. David O. McKay a Stephen L Richards, J. Reuben Clark Jr., y el Cuórum de los Doce Apóstoles, 5 de julio de 1952, First Presidency General Administration Files, 1930–1960, BHI; David O. McKay, Diary, 5–22 y 28 de julio de 1952 [BHI]; “McKay Finishes Tour, Lauds LDS Missions”, Salt Lake Tribune, 15 de julio de 1952, pág. 12.

  22. “Pres. McKay Interview Covers Many Subjects”, Deseret News, 30 de julio de 1952, sección de la Iglesia, pág. 2; Golden L. Woolf, “Un temple en Europe”, L’Étoile, octubre de 1952, pág. 220.

  23. Samuel Bringhurst a David O. McKay, 14 de noviembre de 1952, copia; David O. McKay a Samuel Bringhurst, 19 de noviembre de 1952, tomo CLI, álbumes de recuerdos de David O. McKay, BHI; David O. McKay, Diary, 18 de noviembre de 1952 [BHI]; Bringhurst, “Acquisition of Property of the Swiss Temple”, págs. 198–199; Bringhurst, Mission President Journal, págs. 6, 8; Sesión de la mañana, idioma inglés, 11 de septiembre de 1955, pág. 3, Swiss Temple Dedicatory Addresses, BHI.

  24. David O. McKay a Samuel Bringhurst, 19 de noviembre de 1952; 24 de noviembre de 1952, tomo CLI, Álbumes de recuerdos de David O. McKay, BHI. Temas: Construcción de templos; Suiza

  25. John A. Widtsoe, In a Sunlit Land, Salt Lake City: Milton R. Hunter y G. Homer Durham, 1952; John A. Widtsoe a “the Brethren of the General Authorities of the Church”, 10 de octubre de 1952, John A. Widtsoe Papers, BHI.

  26. Durham, “Death of John A. Widtsoe”, págs. 1–5; Leah Dunford Widtsoe a Ann Rees, 19 de diciembre de 1952, John A. Widtsoe Papers, BHI. Cita traducida editada por motivos de legibilidad; la fuente original dice: “él había disfrutado de una rica vida y estaba dispuesto a vivir y servir mientras el Señor se lo permitiera”.

  27. Durham, “Death of John A. Widtsoe”, págs. 1–5; Leah Dunford Widtsoe a Ann Rees, 19 de diciembre de 1952, John A. Widtsoe Papers, BHI; Santos, tomo II, capítulos 3233, y 36; Widtsoe, In the Gospel Net, págs. 119–120.

  28. Parrish, John A. Widtsoe, capítulo 23; Allen, Embry y Mehr, Hearts Turned to the Fathers, págs. 222–229; Genealogical Society of Utah Board of Trustees, Minutes, 14 de octubre de 1947; 17 de mayo y 24 de octubre de 1950. Tema Historia Familiar y Genealogía

  29. John A. Widtsoe y Leah Dunford Widtsoe, The Word of Wisdom: A Modern Interpretation, Salt Lake City: Deseret Book, 1937; John A. Widtsoe, Evidences and Reconciliations: Aids to Faith in a Modern Day, 3 tomos, Salt Lake City: Bookcraft, 1951.

  30. Durham, “Death of John A. Widtsoe”, págs. 3–10; Leah Dunford Widtsoe a Ann Rees, 19 de diciembre de 1952, John A. Widtsoe Papers, BHI; Parrish, John A. Widtsoe, págs. 662–663; In Memoriam: John A. Widtsoe, págs. 25, 27. Última cita editada por motivos de legibilidad: “había nacido” en el original se ha cambiado por “nació”, y “recibió” se ha cambiado por “recibe”. Tema: John y Leah Widtsoe