Vivir la Navidad
Unos días antes de la Navidad, me fui a una abarrotada zona comercial de Buenos Aires para hacer algunos mandados. Como todo el mundo, me detuve a mirar las decoraciones navideñas que parecían estar por todas partes. “Si tan sólo tuviera esos adornos para acondicionar mi casa para la Navidad”, pensé.
De regreso a casa, mi autobús se detuvo en una plaza pequeña, y sentado en un banco estaba un joven bien vestido con ropas y zapatos elegantes. Estaba sonriendo, hablando y, más que nada, escuchaba a un anciano de pelo largo y barba. Las ropas del anciano estaban sucias y gastadas, y no tenía zapatos. El banco parecía ser su hogar.
Pensé en los contrastes tan marcados entre ambos hombres: apariencia, edad y nivel social y económico. Qué placer verles charlar, especialmente porque el anciano tenía mucho que decir y parecía estar disfrutando de verdad de la conversación. En ese momento sentí que la Navidad acababa de llegar. No había luces centelleantes, nada de adornos, guirnaldas, ni árboles de Navidad, sólo alguien que daba el regalo de su tiempo escuchando a otra persona con respeto. No había desdén, prejuicios, egoísmo, discriminación ni arrogancia.
Entonces me di cuenta de que podemos dar esos regalos de amor durante todo el año. Podemos encender pequeñas luces de esperanza para aquellos que las necesiten.
En aquel momento, juré que nunca más permitiría que los preparativos para la Navidad me impidieran vivir la Navidad.
Julia María Cortés de Peluso es miembro del Barrio Villa Elvira, Estaca Villa Elvira, La Plata, Argentina.