El pequeño milagro de Navidad
En la Navidad de 1996, yo me hallaba sirviendo en una misión en el sur de España. Mi compañera, la hermana Noel*, estaba llena de entusiasmo y tenía un don para amar a todas las personas. Muchas veces vi reflejado el amor de Cristo en su rostro.
La hermana Noel y yo trabajábamos con todo nuestro corazón en una pequeña ciudad andaluza donde los miembros nos amaban y parecían felices por tener a los misioneros entre ellos. Era una época especial y podíamos sentir el espíritu de la Navidad en las calles y en los miembros del barrio. La hermana Noel y yo habíamos recibido los regalos navideños enviados por nuestras familias, amigos y barrios respectivos, así que teníamos muchas cosas.
Casi todas las personas a las que conocíamos parecían estar felices, excepto la familia Fernández. El padre estaba sin trabajo y no tenía dinero para comprar regalos para los niños. Cuando mi compañera se enteró de su situación, pensó que debíamos ayudarles de algún modo.
Con la ayuda de un miembro del barrio, reunimos todas las cosas que nos habían enviado nuestros familiares para dárselas a los Fernández; y con el dinero que habíamos recibido, compramos juguetes para los niños.
La familia Fernández estaba sorprendida y maravillada, pero el pequeño milagro no terminó ahí. Gracias a ese pequeño acto de servicio, mi compañera y yo también fuimos bendecidas, ya que nació en nosotras aún más amor por todos los miembros.
Gracias a mi compañera, supe que es mejor dar que recibir. Me hizo muy dichosa dar algo a una familia que lo necesitaba más que yo. Siempre estaré agradecida por la hermana Noel, que me enseñó que cada día puede ser Navidad cuando compartimos el amor del Salvador con los demás.
*Se han cambiado los nombres.