John Taylor: Defensor de la verdad
Como tercer Presidente de la Iglesia, John Taylor permaneció inamovible en su testimonio del profeta José Smith, y guió a la Iglesia durante algunos de sus momentos más difíciles.
John Taylor nació el 1 de noviembre de 1808 en Milnthorpe, una pequeña ciudad del condado de Westmorland, Inglaterra. Sus padres, James y Agnes Taylor, tuvieron diez hijos, y John fue el segundo. Criaron a su numerosa familia en el estudio de la Biblia y la oración. “El joven Taylor poseía una porción del Espíritu de Dios… Eran frecuentes las manifestaciones de Su presencia, no sólo en la expansión de su mente para entender las doctrinas y los principios, sino también a través de sueños y visiones… Cuando no era más que un muchacho, vio en visión a un ángel en los cielos que tocaba una trompeta y proclamaba un mensaje a las naciones, aun cuando no entendió la índole profética de esa visión sino hasta más adelante en la vida”1.
A los dieciséis años dejó la Iglesia de Inglaterra y más tarde se convirtió en un predicador laico de la Iglesia Metodista. En una ocasión, cuando se encontraba con uno de sus parroquianos de camino a una cita, se detuvo en el camino y dijo: “Tengo la fuerte impresión de que debo ir a Estados Unidos de América para predicar el Evangelio”2. Impresión que permaneció con él.
Cuando John Taylor partió de Inglaterra en 1832, viajó a Canadá, siguiendo los pasos de su familia, que había emigrado en 1830. Allí conoció a Leonora Cannon y se casó con ella. Canadá fue también el lugar donde conoció a un misionero llamado Parley P. Pratt, apóstol de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Muchos integrantes de la congregación metodista donde predicó el élder Pratt quedaron maravillados con su mensaje, hasta que les habló de José Smith y de las planchas de oro. Varios hombres se negaron a escuchar más, pero John Taylor les recordó: “Se supone que nos hemos unido para buscar la verdad. Ya hemos investigado cabalmente otros credos y doctrinas, y hemos tenido pruebas de que son falsos. ¿Por qué habríamos de temer investigar el mormonismo? Este caballero, el señor Pratt, nos ha presentado muchas doctrinas que coinciden con nuestros propios puntos de vista… Hemos orado a Dios, pidiéndole que, si Su Iglesia verdadera está en la tierra, nos enviara un mensajero… Si encuentro que su religión es verdadera, la aceptaré, sean cuales sean las consecuencias”3.
John Taylor siguió investigando el Evangelio y el 9 de mayo de 1836 se bautizaron él y Leonora. En sus últimos años, el presidente Taylor señaló: “Una vez que lo hube estudiado y que me convencí de que era verdadero, me dije: ‘Ya estoy persuadido; debo abrazarlo, pues no puedo rechazar los principios de la verdad eterna’”4.
Defensor de la verdad
La verdad, la verdad eterna, es el fundamento de la esperanza del cristiano5.
John Taylor sirvió como el oficial presidente de la Iglesia en Canadá durante dos años. En marzo de 1837, se fue a Kirtland, en los Estados Unidos de América, para conocer al profeta José Smith. Por ese entonces la Iglesia estaba padeciendo una seria persecución e inclusive algunos de los apóstoles estaban inclinándose hacia la apostasía. El élder Pratt se acercó a John Taylor y le expresó cierta desaprobación respecto al profeta José Smith, a lo que el élder Taylor respondió: “Me sorprende oírle hablar así, hermano Parley. Antes de marcharse de Canadá, usted dio un firme testimonio de que José Smith es un profeta de Dios… Hermano Parley, yo no sigo a ningún hombre, sino que sigo al Señor. Los principios que usted me enseñó me llevaron a Él, y ahora tengo el mismo testimonio que usted tenía en ese entonces. Si la obra era verdadera hace seis meses, es verdadera hoy día; si José Smith era profeta entonces, él es profeta hoy día”6.
El 19 de diciembre de 1838, John Taylor fue ordenado apóstol a la edad de treinta años en Far West, Misuri. Los élderes Brigham Young y Heber C. Kimball efectuaron la ordenación bajo la dirección del profeta José Smith, que se hallaba en la cárcel de Liberty.
Paladín de la libertad
Tenemos derecho a la libertad; es un derecho que Dios concedió a todos los hombres7.
En una ocasión se habían hecho los preparativos para que el élder Taylor hablara ante una congregación numerosa en Columbus, Ohio, pero poco antes de la reunión, algunos hermanos oyeron la conversación de varios hombres que planeaban alquitranar y emplumar al élder Taylor.
Sin dejarse intimidar, el élder Taylor se puso de pie ante la congregación y dio comienzo a sus palabras diciendo:
“Veo aquí, a mi alrededor, a los hijos de esos nobles padres, quienes, antes de inclinarse ante los mandatos de un tirano, comprometieron su vida, su fortuna y su sagrado honor para romper esos grilletes, tener libertad, legarla a su posteridad, o morir en el intento de lograrlo…
“…Se me ha informado que hay aquí quienes tienen el propósito de cubrirme con brea y plumas por causa de mis creencias religiosas. ¿Es eso lo que han heredado de sus padres? ¿Es ésa la bendición que ellos les compraron con su preciosa sangre? ¿Es eso lo que significa su libertad?”
Tras haber dicho eso, se abrió el chaleco y exclamó: “¡Caballeros, acérquense con su brea y sus plumas; su víctima está lista!”8.
El público estaba en silencio y nadie se movió. El élder Taylor se mantuvo en silencio por unos instantes y luego continuó predicando con poder durante casi tres horas.
Experiencias misionales
[Los misioneros] van a predicar como ángeles de misericordia que llevan las valiosísimas simientes del Evangelio9.
Una vez que el élder Taylor aceptó el Evangelio restaurado, estaba ansioso por compartirlo con los demás. Sirvió en muchas misiones durante un total de 87 meses desde 1839 hasta 1857, confiando al Señor el cuidado de su familia, puesto que con frecuencia tuvo que dejarla en circunstancias difíciles.
A la edad de treinta y un años, el élder Taylor se embarcó en su primera misión a las islas británicas, donde fue el primer misionero en predicar el Evangelio en Irlanda y en la isla de Man. También colaboró en la preparación de la primera edición del Libro de Mormón publicada fuera de los Estados Unidos.
Al regresar a casa después de su primera misión a Inglaterra, halló a su esposa, Leonora, gravemente enferma. El élder Taylor llamó a los élderes, que la ungieron y bendijeron. Por medio de su fe y sus oraciones, su salud le fue restaurada.
El padecimiento de su familia le preocupaba sobremanera al élder Taylor; sin embargo, parecía que cuanto más dificultoso fuera el desafío, más firme se mantenía él en la proclamación del Evangelio. Él dijo: “Yo mismo he recorrido cientos de miles de kilómetros predicando el Evangelio, sin bolsa ni alforja, confiando en el Señor. ¿Me abandonó Él alguna vez? Nunca, nunca jamás. Él siempre me proveyó de lo necesario, por lo cual alabo a Dios, mi Padre Celestial”10.
Durante una temporada en que no servía como misionero, el élder Taylor fue llamado para servir como director adjunto del Times and Seasons , la principal publicación de la Iglesia por aquel entonces. Después de un año, se le llamó como director y permaneció en ese puesto hasta 1846, fecha en que los santos fueron expulsados de Nauvoo. Su habilidad para escribir fue una bendición para los santos. También fue redactor de otro periódico, el Nauvoo Neighbor , que contenía información sobre arte, ciencia, religión y noticias cotidianas de Nauvoo.
No todo iba bien en Nauvoo, aun cuando los santos estaban prosperando. La persecución iba en aumento y se había acusado al profeta José de ser cómplice en el intento de asesinato de Lilburn W. Boggs, antiguo gobernador de Misuri. La lealtad del élder Taylor al Profeta jamás vaciló; demostró su apoyo por medio de editoriales en los periódicos que dirigía. Sin embargo, los populachos y los apóstatas agitaron los corazones de los habitantes de Misuri a la ira.
El martirio
¡El Vidente, el Vidente, José el Vidente!
Cantaré sobre el bienamado profeta11.
El 27 de junio de 1844, los élderes Taylor y Willard Richards, ambos del Quórum de los Doce Apóstoles, el profeta José Smith y el hermano del profeta, Hyrum, se encontraban en la cárcel de Carthage, aguardando la respuesta del gobernador. Mientras los cuatro amigos esperaban en la prisión, el élder Taylor cantó el himno “Un pobre forastero”. El ambiente era triste y melancólico. “Poco tiempo después, Hyrum le pidió que lo volviera a cantar, a lo que él respondió:
“ ‘Hermano Hyrum, no tengo ánimo para hacerlo’.
“ ‘Oh, no importa; comience a cantar y captará el espíritu de la canción’.
“Poco después de haber terminado el himno por segunda vez, mientras se hallaba sentado en una de las ventanas delanteras de la cárcel, vio un determinado número de personas, con los rostros pintados… El populacho alcanzó el descansillo de la puerta de acceso y, creyendo que estaba cerrada, hicieron un disparo a través del agujero de la cerradura. Hyrum y el doctor Richards saltaron hacia atrás, cuando en ese mismo momento otra bala atravesó el panel de la puerta y dio a Hyrum en el rostro; en ese mismo instante, otra bala… le entró por la espalda, y cayó exclamando: ‘¡Soy hombre muerto!’…
“…El élder Taylor se situó cerca de [la] puerta y con su bastón macizo… esquivaba los cañones de las armas que emergían de detrás de la puerta y abrían fuego…
“…Lenguas de fuego del grosor del brazo de un hombre salían del cada vez más grande número de armas que aparecían por la puerta, pero calmo, lleno de energía y determinación, el élder Taylor golpeaba los cañones de las armas asesinas.
“ ‘Bien, hermano Taylor, deténgalos lo mejor que pueda’, dijo José mientras permanecía detrás de él.”
Pero a medida que aumentaba el fuego y más integrantes del populacho se abrían camino escaleras arriba, el élder Taylor saltó hacia la ventana abierta.
“Cuando [el élder Taylor] se hallaba en el proceso de saltar por la ventana, una bala disparada desde la puerta le hirió un poco más abajo del muslo izquierdo. Cayó indefenso en el marco de la ventana y se habría caído fuera, cuando otro disparo, esta vez procedente del exterior, le dio en su reloj de bolsillo que llevaba en el chaleco y lo devolvió al interior del cuarto… En su situación de malherido, se escondió lo más rápidamente posible bajo el camastro que había cerca de la ventana.
“Mientras hacía esto, le hirieron otras tres balas: una un poco más abajo de la rodilla izquierda, la cual jamás le fue extraída; otra le arrancó un pedazo de carne de la cadera izquierda del tamaño de la mano de un hombre y salpicó la pared con sangre y restos; la otra entró por la parte delantera del brazo izquierdo, un poco más arriba de la muñeca y, descendiendo hasta la articulación, se alojó en la palma de la mano izquierda”.
Mientras sufría de dolor, oyó al populacho decir que el Profeta había saltado por la ventana.
“El Dr. Richards… confirmó sus temores: ¡El Profeta estaba muerto!
“‘Sentí’, dice el élder Taylor, ‘una sensación de sombría turbación, de soledad y de desconsuelo desgarrador’”12.
Varios días más tarde, el élder Taylor descubrió que una de las balas, dirigida a su corazón, se había estrellado contra el cristal de su reloj de bolsillo, evitando así que cayera por la ventana de la cárcel. Él dijo: “Pensé que el Señor me había preservado mediante un acto especial de misericordia, que mi tiempo aún no había llegado y que todavía tenía una obra que efectuar en la tierra”13.
Como testigo del Martirio, el élder Taylor escribió las poderosas y elocuentes palabras que ahora constituyen la sección 135 de Doctrina y Convenios: “José Smith, el Profeta y Vidente del Señor, ha hecho más por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en él, exceptuando sólo a Jesús” (versículo 3).
Pruebas y aflicciones
Por los padecimientos experimentados, hemos aprendido mucho. Lo llamamos sufrimiento. Yo lo llamo la escuela de la experiencia14.
Al poco se obligó a los santos a abandonar Nauvoo. El élder Taylor, su familia y su grupo de pioneros llegaron a Salt Lake City el 5 de octubre de 1847. El agosto siguiente los santos disfrutaron de una abundante cosecha después de una seria plaga de grillos negros. Entre todas las preocupaciones de plantar, cosechar y edificar casas, “muchos confiaron por aquel entonces en la fortaleza de [John Taylor]. Cuando la desesperación se afincó en la colonia, él les transmitió esperanza; cuando los débiles flaquearon, él les fortaleció; cuando los temerosos temblaron, él les alentó; a aquellos apesadumbrados por el pesar, él les consoló y animó”15. Se podía contar siempre con su fortaleza para levantar el ánimo de los santos.
A los setenta y un años de edad, John Taylor se convirtió en el Presidente de la Iglesia. El día de su sostenimiento, el 10 de octubre de 1880, compartió su filosofía sobre las pruebas:
“En lo que a mi concierne, digo que dejemos que las cosas vengan tal como Dios lo ha ordenado…
“Solía pensar que si yo fuera el Señor, no permitiría que la gente fuera tan probada como lo es, pero he cambiado de opinión al respecto. Ahora creo… que la mezquindad y la corrupción que rodea a los santos, que son como las moscas que vuelan alrededor de la melaza, pueden purgarse mediante las pruebas”16.
Integridad y carácter
Les amo por su integridad a la causa de Sión17.
Uno de los asuntos en los que el presidente Taylor permaneció firme fue el de ser honrado. Él era alguien en quien los santos podían confiar.
El presidente Heber J. Grant (1856–1945), séptimo Presidente de la Iglesia, contó cómo el presidente Taylor resolvió una disputa entre dos amigos:
“Aquellos hombres habían disputado por unas cuestiones de negocios y finalmente llegaron a la conclusión de que tratarían de que el presidente Taylor les ayudara a resolver sus dificultades…
“…pidieron [al presidente Taylor] que escuchara su historia y aportara su decisión, a lo que él accedió gustoso. Pero dijo: ‘Hermanos, antes de oír su caso, me gustaría mucho cantar uno de los himnos de Sión para ustedes’.
“El presidente Taylor era un cantante muy hábil e interpretaba nuestros sagrados himnos con dulzura y con espíritu. Así que cantó uno de nuestros himnos a los dos hermanos y, viendo su efecto, mencionó que jamás había oído uno de los cantos de Sión sin desear escuchar otro más, por lo que les pidió que escucharan mientras les cantaba otro himno. Por supuesto, los hermanos accedieron. Ambos parecían disfrutar y tras escuchar este segundo himno, el presidente Taylor señaló que había oído decir que los números impares traían buena suerte, por lo que, con el consentimiento de los hermanos, les cantaría otro himno, lo cual hizo. Luego, con su habitual jocosidad, dijo: ‘Hermanos, no quiero cansarles, pero si me disculpan y escuchan un himno más, prometo dejar de cantar y oír su caso’.
“La historia dice que cuando el presidente Taylor hubo concluido de cantar el cuarto himno, los hermanos lloraban de emoción, se levantaron, se estrecharon la mano y pidieron al presidente Taylor que les disculpara por haber apelado a él y tomado de su tiempo. Entonces se fueron sin que el presidente Taylor supiera cuáles eran sus dificultades”18.
El papel de un padre
En calidad de padres, instruyamos a nuestros hijos en el temor de Dios y enseñémosles las leyes de la vida19.
Uno de los hijos del presidente Taylor, Moses W., describió el carácter de su padre al compartir recuerdos familiares, y escribió:
“Cuando recolectábamos la fruta en el otoño, nuestro padre iba a inspeccionar los canastos y, tras seleccionar la fruta más grande y mejor, decía:
“ ‘Saquen el diezmo de esto y asegúrense de pagarlo íntegro’.
“Cuando plantábamos árboles, tenía mucho cuidado de que las hileras fueran rectas, cada árbol tenía que estar perfectamente vertical. Cuando rellenábamos con tierra el hueco de las raíces, se esperaba que tuviéramos gran cuidado con ellas y que cada una estuviera en su sitio. Él solía indicarnos:
“ ‘Tengan cuidado con las raíces pequeñas, ya que las grandes se ocupan de sí mismas’.
“La primera vez que me ausenté de casa, mi padre me llamó y me dio el siguiente consejo:
“ ‘Haz lo correcto. Vive tu religión y los hombres malos, así como los buenos, te honrarán por ello’.
“Eso fue todo lo que dijo, pero sus palabras me causaron una impresión tan grande que en más de una ocasión han evitado que cayera en la tentación. En otras ocasiones solía decir:
“ ‘Sigan normas elevadas y vivan siempre de tal forma que los demás puedan ver que ustedes se hallan en un plano más excelso’.
“Él tenía un gran deseo de mantener a sus hijos bajo la influencia de la familia y nos proporcionaba diversiones. Aun después de cumplir sus setenta años, participaba en nuestros juegos…
“…Sus hijos le teníamos en una consideración tan grande que complacerle parecía ser nuestro mayor deseo”20.
Profeta, vidente y revelador
Cuando los hombres se disponen para servir en el nombre del Dios de Israel, no hay poder sobre la tierra que pueda invalidar las verdades que defienden21.
Cuando el presidente Brigham Young falleció en 1877, el Quórum de los Doce Apóstoles guió a la Iglesia hasta el sostenimiento del presidente Taylor en 1880. En ese año, la Perla de Gran Precio llegó a formar parte de los libros canónicos y se publicó una nueva edición de Doctrina y Convenios, que incluía veintisiete secciones nuevas.
El presidente Taylor siguió empleando su habilidad para escribir y en 1882 escribió The Mediation and Atonement [LaMediaciónyExpiación]. Refiriéndose a la importancia de este tema, escribió: “Puesto que ya hemos examinado las grandes bendiciones, privilegios, potestades y exaltaciones que se han puesto al alcance del hombre, por medio de la expiación de Jesucristo, nuestro siguiente deber es averiguar qué se requiere del hombre para que se haga merecedor de poseerlas”22.
En 1885, el presidente Taylor predicó su último sermón en público. Debido a las repercusiones de la Ley Edmunds contra la poligamia, el presidente Taylor se vio obligado a exiliarse. Falleció el 25 de julio de 1887 en Kaysville, Utah.
Cuando las tristes nuevas de la muerte del presidente Taylor se dieron a conocer al público, sus consejeros declararon en el periódico Deseret News :
“Firme e inamovible en la verdad, pocos hombres ha habido que hayan manifestado semejante integridad y un valor moral y físico inmutables como lo ha hecho el presidente Taylor, que acaba de dejarnos. Él nunca llegó a conocer el sentimiento de temor ligado a la obra de Dios… Aceptó cada desafío por completo y con honradez, con osadía y de forma que provocaba la admiración de todos los que le veían y le oían. Un valor impertérrito y una firmeza inflexible eran las características más sobresalientes que le distinguían de entre los demás hombres…
“Y aunque hemos perdido su presencia entre nosotros, su influencia perdurará. Este tipo de hombres pueden pasar de esta vida a la otra, pero el amor que en sus corazones palpita por la rectitud y la verdad no puede morir”23.
Karla C. Erikson es miembro del Barrio Mueller Park 8, Estaca Mueller Park, Bountiful, Utah.