Mensaje de las Maestras Visitantes
Sintamos el Amor del Señor Cada Día de Nuestra Vida
Por medio de la oración, seleccione y lea de este mensaje los pasajes de las Escrituras y las enseñanzas que satisfagan las necesidades de las hermanas a las que visite. Comparta sus experiencias y su testimonio e invite a las hermanas a las que enseñe a hacer lo mismo.
Bonnie D. Parkin, presidenta general de la Sociedad de Socorro: “Si yo pudiera hacer que ocurriera una cosa por las mujeres de esta Iglesia, sería que cada una de ellas pudiera sentir a diario el amor del Señor en su vida. He sentido el amor del Señor en mi vida, y estoy tan agradecida por ello” (“Sientan el amor del Señor”, Liahona , julio de 2002, pág. 95).
Al amarle, ¿qué nos promete nuestro misericordioso Dios?
1 Corintios 2:9: “…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.
2 Nefi 1:15: “…el Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor”.
Presidente Gordon B. Hinckley: “El amor a Dios es la raíz… de toda virtud, de toda bondad, de toda fortaleza de carácter, de toda lealtad hacia la rectitud… Amemos al Señor nuestro Dios y amemos a Su Hijo, y agradezcamos siempre Su amor por nosotros. Aunque cualquier otro amor falle, ese amor que Dios nos tiene, resplandeciente, trascendental y eterno, y el amor de Su Hijo, que dio Su vida por cada uno de nosotros, siempre permanecerán” (“Las palabras del Profeta actual”, Liahona , diciembre de 1996, pág. 8).
1 Nefi 11:22–23: “…el amor de Dios… se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas… y el de mayor gozo para el alma”.
¿Qué podemos hacer para sentir el amor del Señor cada día?
Jacob 3:2: “…levantad vuestra cabeza y recibid la placentera palabra de Dios, y deleitaos en su amor; pues podéis hacerlo para siempre, si vuestras mentes son firmes”.
Élder Gene R. Cook, de los Setenta: “La gratitud verdadera es la capacidad de ver, sentir e incluso recibir el amor con humildad. La gratitud es una manera de devolver amor a Dios. Reconozcan Su mano, díganselo, exprésenle el amor que le tienen. A medida que realmente lleguen a conocer al Señor, desarrollarán una relación íntima y sagrada que se basa en la confianza. Llegarán a saber que Él entiende sus aflicciones y que siempre les responderá, mediante la compasión, con amor.
“Recíbanlo. Siéntanlo . No basta con simplemente saber que Dios los ama. El don se debe sentir de forma continua cada día. Entonces, les servirá de motivación divina a lo largo de su vida. Arrepiéntanse. Aparten de su vida las cosas del mundo, entre ellas el enojo. Reciban la continua remisión de sus pecados y refrenarán todas sus pasiones y estarán llenos de amor” (“La caridad: amor perfecto y eterno”, Liahona , julio de 2002, págs. 92–93).