¡Llama a casa!
Cuando nuestro hijo mayor, Jason, tenía 11 años, tuvimos una experiencia que nunca podremos olvidar. Era domingo y mientras el resto de la familia se estaba preparando para ir a las reuniones, Jason se quejaba de que se sentía enfermo. Decidimos dejarlo en casa y le prometimos llamarle más tarde por teléfono para ver cómo se encontraba. Nuestro centro de reuniones no estaba lejos, por lo que sería fácil regresar pronto a casa en caso de que él nos necesitara.
Justo antes de empezar la reunión sacramental, sentí la impresión de llamar a Jason en ese preciso instante. El teléfono sonó muchas veces, pero Jason no contestaba. Creí que estaría durmiendo y que no oía el teléfono, pero el sentimiento persistía y me decía que algo iba muy mal. Dado que mi esposo servía en aquel tiempo en el obispado y ya estaba sentado en el estrado, dejé a mis otros hijos en sus asientos y les dije que volvería en unos minutos.
El viaje de cinco minutos a la casa me pareció que duraba una eternidad. Una vez allí, entré corriendo y llamando a Jason a gritos. Durante mucho tiempo no hubo respuesta y no podía encontrarlo. Finalmente oí un suave gemido y vi a Jason salir gateando lentamente de detrás del sofá de la sala. Lo abracé y pude sentir cómo temblaba mientras me relataba lo sucedido.
Había estado acostado en el sofá cuando de repente tuvo la impresión de esconderse. Se puso de pie inmediatamente y se escondió detrás del mueble. En ese momento oyó que alguien abría la puerta de la entrada. Creyendo que debía ser alguien de la familia, se asomó desde su escondite; pero se horrorizó al ver a un intruso con un máscara pasamontañas negra y guantes que rebuscaba en los cajones. Escuchó calladamente mientras el intruso recorría la casa. Entonces sonó el teléfono y el intruso se fue. Había sido yo que llamaba justo antes de salir del centro de reuniones.
Siempre estaré agradecida por las impresiones del Espíritu Santo que aquel día recibimos tanto Jason como yo. Me siento agradecida por haber sentido que debía acudir a casa cuando mi hijo me necesitaba. ¡Quién sabe lo que podría haber sucedido si el intruso hubiera descubierto a Jason! No sólo recibió protección, sino que creo que el Espíritu lo ayudó a curarse de esa experiencia traumática. Actualmente, Jason es un misionero valiente y fuerte cuyo atesorado compañero sigue siendo el Espíritu Santo.
Barbara Elkins Catmull pertenece al Barrio Ammon 7, Estaca Ammon, Idaho Falls, Idaho.