El Fondo Perpetuo Para la Educación: Un Brillante Rayo de Esperanza
El Fondo Perpetuo para la Educación es una bendición no sólo para sus beneficiarios y donantes, sino también para la Iglesia en su totalidad.
En la sesión del sacerdocio de la conferencia general celebrada el 31 de marzo de 2001, el presidente Gordon B. Hinckley hizo un anuncio que afectaría a la gente de todo el mundo. La Iglesia iba a crear un Fondo Perpetuo para la Educación a semejanza del Fondo Perpetuo para la Emigración (FPE), elaborado en el siglo XIX, y que ayudó a decenas de miles de conversos Santos de los Últimos Días procedentes de Europa a unirse al cuerpo principal de la Iglesia en los valles del Oeste de los Estados Unidos.
Este nuevo FPE facilitaría préstamos para ayudar a ex misioneros dignos y a otros adultos jóvenes Santos de los Últimos Días a recibir la formación y la educación necesarias para disfrutar de un empleo adecuado en sus propios países. El presidente Hinckley concluyó su intrépido anuncio con esta invitación y promesa: “Creo que el Señor no desea ver a los de Su pueblo condenados a vivir en la pobreza. Creo que Él desea que los fieles disfruten de las cosas buenas de la tierra. Él desea que hagamos esas cosas para ayudarles. Y Él nos bendecirá si lo hacemos. Por el éxito de esta empresa, ruego humildemente, al mismo tiempo que pido su interés, su fe y sus oraciones y su preocupación en beneficio de ella”1.
Los Santos de los Últimos Días de todo el mundo recibieron ese anuncio con gozo. Se derramaron muchas lágrimas; miles y decenas de miles de personas que habían recibido bendiciones materiales suficientes para sus necesidades querían tener alguna forma de ayudar a aquellos jóvenes de la Iglesia afectados por la pobreza y la falta de esperanza, y ahora, con este fondo, prácticamente todos disponían de una forma de ayudar a los que carecieran de recursos a recibir una educación, permitiéndoseles así salir de la pobreza. Los receptores de la ayuda, una vez obtenido un buen empleo, devolverían sus préstamos para que otros pudieran disfrutar de la misma ayuda. El concepto en sí, explicado detalladamente por el presidente Hinckley, halló una buena acogida en el corazón y en la mente de los miembros de la Iglesia.
Los jóvenes de los países en vías de desarrollo que tienen aspiraciones y deseos de salir de sus circunstancias captaron de inmediato el significado del FPE. En él veían la manera de obtener destrezas, conocimiento y oportunidades. El presidente Hinckley nos había enseñado que la educación era la clave del progreso. El Fondo Perpetuo para la Educación se convirtió en un brillante rayo de esperanza.
Dos hijos fieles
La historia de dos jóvenes excelentes ilustrará el impacto que ha tenido el FPE. Dichos jóvenes han servido recientemente sendas misiones en un país menos desarrollado y los dos lo hicieron de manera obediente; mas cuando uno volvió a casa, tuvo los medios para asistir a una gran universidad, gracias a unos padres que habían ahorrado lo suficiente a través de la autosuficiencia y una vida próvida para pagarle su educación. Ni siquiera tendría que trabajar mientras estudiaba. Pero el otro misionero, igualmente digno y obediente, regresó a casa para enfrentarse a la misma pobreza de la que procedía.
Angustiado por la situación, el ex misionero en mejor situación económica envió una carta a la oficina del FPE. Siguiendo los susurros del Espíritu, tomó el dinero de sus padres destinado a sufragar un año de estudios, lo donó al FPE y encontró un empleo para abrirse su propio camino en la universidad durante ese año. Se evidenciaba que deseaba ser uno con el Salvador al ser uno con su hermano (véase D. y C. 38:25–27).
Ese generoso joven es uno de los muchos Santos de los Últimos Días que han respondido a la invitación del presidente Hinckley. En los días y meses siguientes al anuncio realizado en la conferencia general, cientos de miles abrieron sus monederos y contribuyeron al fondo con lo que podían, además de seguir pagando sus diezmos y ofrendas de ayuno. Casi de la noche a la mañana el fondo alcanzó proporciones astronómicas. “¡Es un milagro!”, decía una y otra vez el presidente Gordon B. Hinckley.
Menos de dos años después del anuncio del FPE, el programa ya se ha iniciado en la mayoría de las regiones en las que los jóvenes adultos enfrentan serias condiciones de pobreza. Se han aprobado más de 10.000 préstamos y siguen llegando solicitudes a la oficina del FPE. Estos préstamos ayudan a nuestros jóvenes a obtener gran variedad de destrezas profesionales y técnicas muy solicitadas en sus países.
Una reciente remesa de solicitudes prestatarias procedentes de un país sudamericano reveló las siguientes metas ocupacionales: mecánico de automóviles, empleado bancario, ingeniero certificado de sistemas de software, confección de ropa, mantenimiento de computadoras, ingeniero de sistemas de redes, programador, técnico electrónico, técnico medioambiental, peluquero, administrador de hoteles, técnico de mercado y de ventas, técnico de gas natural, enfermera, nutricionista, técnico de laboratorio de análisis y técnico web. Fíjense en la naturaleza práctica de estas metas educativas.
El desarrollo de líderes
A medida que esta labor comienza a dar fruto, es un placer contemplar su futuro resultado en la Iglesia. Uno de los principales retos de la Iglesia es hallar líderes que satisfagan sus demandas de rápido crecimiento; este tema cobra gran importancia en sitios como Sudamérica o Filipinas, donde se produce nuestro mayor crecimiento. ¿Dónde encontraremos esos líderes? Se presentarán a medida que los que hayan logrado estabilizar su situación económica (gracias a las oportunidades educativas) acepten cargos de liderazgo, se casen y establezcan familias rectas, las cuales producirán la siguiente generación de líderes de la Iglesia.
Refiriéndose a aquellos que se beneficiarían del FPE, el presidente Hinckley dijo: “Con buena preparación para conseguir empleo, esos jóvenes podrán salir de la pobreza que tanto ellos como sus antecesores han conocido. Proveerán mejor para su familia. Prestarán servicio en la Iglesia y progresarán en responsabilidades de liderazgo… Como miembros fieles de la Iglesia, pagarán su diezmo y ofrendas, y la Iglesia será mucho más firme gracias a la presencia de ellos en las regiones donde viven”2.
Las bendiciones de las futuras familias ya son evidentes. Un joven ex misionero de México informa:
“Regresé a casa en diciembre de 2001 luego de servir en la Misión México Veracruz. Tenía grandes metas, pero parecía que no me sería posible alcanzarlas debido a cuestiones económicas, aun cuando contaba con la ayuda de mi familia. Entonces descubrí que mis sueños podían hacerse realidad a través del FPE.
“La semana pasada concluí mis estudios y fui contratado con un salario tres veces mayor que el que tenía. Ahora puedo tener mi propia familia. Me casé el 20 de diciembre de 2002”.
Esperanza
El incremento de la esperanza entre aquellos que previamente se sentían desalentados está demostrando ser uno de los poderosos efectos del FPE. Un joven brasileño refleja el sentir de muchos en sus palabras: “Me hallaba desanimado, había abandonado mis metas de tener un buen trabajo, pero el Fondo Perpetuo para la Educación me ayudó a levantar la cabeza y a discernir nuevos horizontes”.
Tener esperanza equivale a un “estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”3. Desde un punto de vista teológico, lo vemos como la expectativa de vivir nuevamente y ser salvos con nuestro Padre Celestial. Nuestra juventud, con sus testimonios, alberga la esperanza de la inmortalidad y la vida eterna, aunque les resulta difícil tener ánimo respecto a la vida venidera cuando no pueden participar de una buena vida en la tierra, que incluiría el contar con un trabajo decente y la oportunidad de desarrollar sus talentos y aptitudes. Cuando esas metas parecen imposibles de alcanzar, la esperanza se torna en desesperanza. Sin esta esperanza temporal, la esperanza de una salvación espiritual puede parecer irreal.
El FPE ya ha contribuido a incrementar la esperanza de nuestros jóvenes y jovencitas en todo el mundo. El simple hecho de saber que el Profeta está muy interesado en ellos y les desea lo mejor ha ejercido una poderosa influencia en ellos. El saber que él ha declarado que la educación es la clave de las oportunidades ha vuelto sus corazones y mentes hacia los estudios, la formación y la búsqueda de un empleo satisfactorio; y el hecho de saber que la formación laboral, la guía y los medios están a su alcance es un poderoso aliciente. El tender una mano a los jóvenes es el principio más importante y la luz más brillante del Fondo Perpetuo para la Educación.
Autosuficiencia
La autosuficiencia es otro gran principio que está en marcha en el FPE. El presidente Hinckley destaca constantemente que a los jóvenes sólo se les está concediendo una oportunidad: “Devolverán el préstamo para hacer posible que otros sean bendecidos como ellos lo habrán sido”4. Él cree en nuestros jóvenes y ellos están respondiendo. Los primeros informes sobre la devolución de préstamos de parte de aquellos que recibieron los primeros préstamos constituyen una evidencia reconfortante del funcionamiento de este principio.
Parte integral del programa lo constituye la promesa, a modo de convenio, de devolver los préstamos para beneficiar a otras personas. Los solicitantes prometen también tomar únicamente la cantidad absolutamente necesaria como ayuda para alcanzar sus metas. Ellos deben abonar todo lo referente a su alojamiento y manutención, permanecer en sus propias comunidades y hallar formas de pagar tantos gastos escolares como les sea posible, y ellos agradecen la oportunidad de hacerlo.
Un joven matrimonio solicitó unos préstamos al FPE. Mientras se tramitaba su solicitud, tomaron un breve curso de formación destinado a ayudarles a escoger una carrera y a presupuestar su dinero. Al reflexionar en su presupuesto y prepararlo, ambos decidieron qué gastos innecesarios podían reducir o eliminar, como el comer en establecimientos de comida rápida. Quedaron sorprendidos al descubrir que al ejercer la frugalidad, no necesitarían pedir préstamos sino que podían pagarse sus propios estudios.
El FPE ha demostrado ser un catalizador para enseñar la autosuficiencia a los miembros de nuestra Iglesia, y particularmente a los jóvenes adultos. Los beneficios de todo esto se extenderán a sus hijos, sus barrios y ramas y a la totalidad de la Iglesia. Toda comunidad será mejor a medida que nuestra gente aprenda y ejemplifique la autosuficiencia. La autoestima y la confianza despegarán de manera asombrosa y tendrán un efecto milagroso.
Sacrificio
Hemos recibido millones de dólares de los barrios y las ramas y la mayoría de esas contribuciones proceden de miembros comunes y corrientes de la Iglesia. Cada día, cada semana, sus pequeñas contribuciones llegan para sumarse al fondo. Aunque no hubiera otro resultado que esta explosión de amor y sacrificio, concluiríamos que el fondo habría incrementado el Espíritu de sacrificio entre los santos en todo el mundo, ejerciendo así una poderosa y beneficiosa influencia entre ellos.
Pero hay otro principio inmerso en todo esto. Se trata del principio de tomar decisiones que nos conviertan en un pueblo más atento y justo. Cuando alguien ve a gente que padece a causa de la pobreza y la desesperanza, una voz pregunta en su interior: “Si yo tengo tanto, ¿cómo puedo mantenerme al márgen y pensar que soy justo?”. El FPE es una forma excelente para que la gente común y corriente contribuya a inclinar la balanza hacia la equidad y la justicia.
El contraste entre los que tienen de sobra y los que no tienen suficiente no es una novedad. Pablo vio condiciones semejantes entre los santos de Corinto. La solución consistía en compartir, y recordó a los santos de Corinto que “nuestro Señor Jesucristo… por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Pablo instó a los que tenían medios a emplear su abundancia para suministrar lo que otros carecían. Al hacerlo, recibían a la par que daban para que “también la abundancia de [los pobres] supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad” (2 Corintios 8:14). Instó a “cada uno [dar]como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Nos hallamos ante una situación en la que todos salimos ganando y con posibles grandes beneficios. Aquellos que tienen suficiente y de sobra pueden ayudar a los que se hallan sumidos en la pobreza. Mientras tanto, los que reciben los préstamos logran independencia y devuelven los créditos para ayudar a otras personas. Según dijo el presidente Hinckley: “Con mayores oportunidades de mejorar, saldrán del ciclo de la pobreza que han conocido por tanto tiempo, ellos y los que fueron antes que ellos… llegarán a ser líderes de esta gran obra en sus tierras natales. Pagarán sus diezmos y ofrendas, lo que permitirá a la Iglesia expandir su obra a través del mundo.”5.
Una invitación
Desde su anuncio inicial, el Fondo Perpetuo para la Educación ha avanzado desde el punto de ser la visión de un profeta hasta convertirse en una poderosa realidad. Prepara a líderes de la Iglesia, fomenta la esperanza y edifica el carácter y la autosuficiencia, con lo que se bendecirá a las generaciones venideras.
El presidente Hinckley nos ha invitado a todos a formar parte de esta audaz iniciativa. Los miembros de la Iglesia que contribuyan para ayudar a los demás recibirán bendiciones espirituales a cambio. Los jóvenes que estén bien preparados y que acepten la invitación del profeta estarán en mejores condiciones de proveer para sí mismos y para sus familias; desarrollarán, destrezas y confianza que les permitirá realizar mayores contribuciones a la Iglesia y a sus comunidades. El Señor ama a los jóvenes maravillosos y dignos y también a aquellos que dan con verdadera intención, sin importar el tamaño de su dádiva.
Mediante el establecimiento del Fondo Perpetuo para la Educación, el Señor ha preparado otro poderoso mecanismo para el crecimiento constante de Su reino y ha provisto otro medio para que progresemos según las necesidades de cada uno, para que lleguemos a ser más justos, más generosos, para que tengamos más esperanza y seamos más autosuficientes y más unidos como correligionarios.
El élder John K. Carmack sirvió como miembro de los Setenta desde 1984 hasta 2001.
Hablemos de Ello
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¿Quién puede participar en el Fondo Perpetuo para la Educación?
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¿Por qué creen que los líderes de la Iglesia crearon un programa de préstamos en vez de uno de becas?
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¿Por qué desea el Señor que seamos autosuficientes?
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¿Qué pensó respecto del Fondo Perpetuo para la Educación cuando por primera vez supo de él? ¿Y qué piensa ahora?
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¿Por qué el empleo adecuado contribuye al fortalecimiento familiar?
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¿Por qué salen líderes fuertes de las familias fuertes de los Santos de los Últimos Días?
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Las Escrituras suelen incluir la esperanza junto con la fe y la caridad como un principio esencial (véase Moroni 10:20). ¿Qué papel desempeña la esperanza en nuestra vida?
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¿Por qué es el sacrificio un principio tan poderoso? ¿Cómo se ha beneficiado usted del sacrificio de otras personas?
Conseguir Algo de Valor
“Se dice que cuando uno consigue algo de valor y muy deseable a cambio de nada, ha pagado un precio demasiado alto por ello”.
Presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles.
Datos del Fondo Perpetuo Para la Educación
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El FPE lo administra una junta directiva que incluye a la Primera Presidencia, a miembros del Quórum de los Doce Apóstoles, a otras Autoridades Generales y a líderes de las organizaciones auxiliares.
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El FPE se financia con donativos procedentes de miembros de la Iglesia comúnes y corrientes. Todas las contribuciones pasan directamente a los préstamos educativos; ninguna de ellas se dirige a costes administrativos.
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Sólo se emplean las ganancias del grueso del fondo para sufragar los préstamos; el grueso no se toca, sino que sigue generando dinero para los préstamos.
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Se han aprobado más de 10.000 préstamos.
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El programa completo está disponible en 11 áreas internacionales, en donde vive el 85% de los 1,2 millones de jóvenes adultos Santos de los Últimos Días que residen fuera de Norteamérica. Otras 6 áreas internacionales se están preparando para llevar este programa a la práctica.
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La media de edad de los participantes es de 26 años. Cerca del 55% son varones (de ellos el 85% son ex misioneros) y un 45% son mujeres (de ellas el 25% son ex misioneras).
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El pago medio para un año de educación de calidad es de 800 dólares; la duración media de un programa de capacitación es de 2,2 años.
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Todo participante recibe capacitación en cuanto a cómo fijarse metas realistas, la presupuestación y gestión financiera, así como el desarrollo de otras aptitudes y actitudes necesarias para el éxito. Muchos de los que toman este curso descubren que pueden cursar estudios sin necesidad de solicitar un préstamo del FPE.
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La mayoría de los préstamos son para recibir educación profesional o técnica que coincida con las oportunidades laborales del lugar.
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Los préstamos suelen emplearse sólo para el pago de matrículas y libros.
¿quién Puede Participar?
Los participantes pueden ser jóvenes y jovencitas dignos que:
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Tengan entre 18 y 30 años.
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Estén casados o solteros.
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Sean activos en la Iglesia y asistan al instituto local de religión.
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Vivan, trabajen y cursen estudios en zonas donde se haya aprobado el programa del FPE.
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Carezcan de recursos para financiarse sus propios estudios.
¿cómo Participo?
Si vive en un área donde se haya aprobado el FPE:
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Inscríbase en instituto.
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Conserve un empleo, de ser posible, para poder pagarse los costes de manutención y contribuir a los de su educación.
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Converse con su director de instituto sobre la solicitud de préstamos del Fondo Perpetuo para la Educación. El personal del Sistema Educativo de la Iglesia puede ayudarle a iniciar el proceso.