Canción de Fe
Basado en un hecho real
“…la canción de los justos es una oración para mí” (D. y C. 25:12).
Acababa de comenzar a llover cuando Angela, de 7 años, entró en la tienda de campaña. Sus dos hermanos mayores, Michael y Mark, ya estaban dentro. Sus padres tenían su propia tienda no muy lejos.
“Oremos antes de meternos en los sacos de dormir”, dijo Michael.
Los tres niños se arrodillaron para orar. Angela dio gracias a nuestro Padre Celestial por sus muchas bendiciones y le pidió que los protegiera de la tormenta y les ayudara a dormir bien.
Después de orar, se escurrió hacia el interior del saco y durante mucho tiempo todo estuvo muy tranquilo, excepto por el ruido de la lluvia que pegaba contra la lona de la tienda. Entonces oyó la voz de Michael. “Eh, Angela, ¿no fue genial ir al monte Rushmore?”.
“Sí”, respondió ella bostezando.
“Y también los animales del parque”, añadió Mark.
“También me gustaron”, dijo Angela. Recordó los pequeños bisontes que pastaban tan cerca de la carretera que podía ver sus ojos que contemplaban a los automóviles.
¡Flash! ¡Bruuum!
Angela cerró muy fuerte los ojos. “Duérmete”, se dijo a sí misma. “Sólo es un relámpago”. Había llovido casi todos los días que la familia había estado de vacaciones. Cada vez que llovía, los relámpagos surcaban el cielo como flechas ardientes y el trueno sonaba como si estuviera golpeando tambores.
¡Flash! ¡Bruuum!
Angela se tapó la cabeza con el saco de dormir. “Duérmete”, volvió a decirse.
“Mark, ¿estás despierto?”, susurró Michael en la oscuridad.
“¿Hmmm?”. La voz de Mark sonaba adormecida.
“¿Estás despierto?”.
¡Flash!
Mark abrió los ojos. “Ahora sí”, dijo.
¡Bruuum!
“Angela, ¿estás despierta?”, preguntó Michael.
“Sí”, gimió ella. “Tengo miedo. Quiero ir a la tienda de mamá y papá”.
“Está lloviendo muy fuerte”, dijo Michael. “Te mojarás; además, es peligroso salir cuando están cayendo rayos”.
Angela frunció el ceño. “Pero es que tengo mucho miedo”.
¡Flash! ¡Flash!
“No tienes de qué asustarte”, dijo Mark. “¡Los relámpagos son muy divertidos! No es más que electricidad estática en las nubes”.
¡Bruuuum!
“Y los truenos suenan como un gran latigazo”, añadió.
Angela se estremeció. “¡No me gusta!”
¡Flash! ¡Bruuum!
“Pues entonces piensa en las cosas que te hagan feliz”, sugirió Mark. “Quizá eso te ayude”.
Angela cerró los ojos y pensó en un campo lleno de flores. Se imaginó descendiendo por un cerro para llegar a ese campo, corriendo y riendo.
¡Flash! ¡Bruuum! ¡Flash! ¡Flash! ¡Bruuum!
“No da resultado”, dijo Angela, temblando. “Todavía tengo miedo”.
De repente, la lluvia comenzó a caer con más fuerza sobre la tienda. Angela se acurrucó aún más en su saco de dormir. ¿Qué podía hacer para dejar de sentirse asustada? Entonces un pensamiento apacible penetró en su mente. “¿Por qué no cantamos?”, gritó, con la esperanza de que sus hermanos pudieran oírla por encima del ruido. “Mi maestra de la Primaria dice que cantar canciones de la Primaria puede hacernos sentir mejor”.
“De acuerdo”, dijo Mark en voz alta. “¿Y qué cantamos?”.
“¿Qué les parece ‘Soy un hijo de Dios’? ”, sugirió Michael.
Angela comenzó a cantar lenta y tranquilamente.
“Soy un hijo de Dios;
Él me envió aquí…”
Angela se detuvo. Sus hermanos no estaban cantando. “Tal vez no me oigan”, pensó; así que cantó con más fuerza.
“Me ha dado un hogar
Y padres buenos para mí”.
Ahora sí estaban cantando.
“Guíenme;
Enséñenme la senda a seguir
Para que algún día yo
Con Él pueda vivir”.
( Himnos , N° 196.)
¡Flash! ¡Bruuum!
“¿Qué cantamos ahora?”, preguntó Angela.
“Volvamos a cantarla”, dijo Michael.
Una y otra vez, Angela, Michael y Mark cantaron “Soy un hijo de Dios” hasta que cesó la tormenta y volvió la paz a la tienda.
“¡Dio resultado!”, se dijo Angela, mientras se acurrucaba en la calidez de su saco de dormir. “Por fin podré dormir”. Mientras cerraba los ojos, otro pensamiento tiernamente llenó su mente: “Soy una hija de Dios y sé que Él me enseñará la senda a seguir”.