El valor de Christamae
Christamae, mi hija mayor, padece distrofia muscular, y aunque durante varios años podía moverse sin ayuda de un andador ni de una silla de ruedas, caminaba torpemente y se caía con facilidad.
A la edad de ocho años, participó en la presentación del programa de los niños en la reunión sacramental. A Christamae le encanta recibir atención y estaba muy animada con la parte que le habían asignado. Yo la había ayudado a preparar su discurso y recuerdo haber tenido la fuerte impresión de que sus palabras iban a ser sumamente importantes. Iba a hablar del significado que tenía para ella el sacrificio de Jesucristo. “Puesto que me amó tanto y fue tan valiente”, practicaba ella, “puedo recibir el perdón cuando me arrepiento. Y cuando resucite, tendré un cuerpo fuerte y sano”.
El día de la presentación, la contemplé ansiosa mientras se ponía de pie para ir al púlpito, en su rostro dibujada una sonrisa y con los ojos chispeantes; pero de camino al púlpito, se cayó de bruces al suelo. Sabía que no podría ponerse de pie por sí sola, pero una amorosa maestra de la Primaria fue rauda en su ayuda. Al levantar a mi hija y consolarla, haciendo que se apoyara en su hombro, me sentí agradecida por los brazos amorosos que abrazaban a mi Christamae. Me disponía a ir hacia ella, pero el Espíritu me recordó la importancia del mensaje que ella debía pronunciar. Además, sabía que se molestaría consigo misma si no se ponía de pie para cumplir con su parte de la presentación.
Cuando sus ojos llorosos se cruzaron con los míos, vi que estaba muy avergonzada, pero que no parecía herida. En ese preciso instante, de manera muy sencilla, sentí que podía comprender el dolor de nuestro Padre Celestial mientras Su Hijo realizaba Su misión de sacrificio. Mientras reprimía mis propias lágrimas, le dije con los labios que siguiera adelante y diera su discursito, que todo iba a estar bien.
Apenas podía creer su despliegue de valor cuando se puso ante el micrófono y pronunció su discurso con claridad. Casi todos los ojos estaban bañados por las lágrimas mientras ella hablaba de su gratitud al Salvador por el cuerpo robusto que tendría algún día. Gracias a esa experiencia, supe que determinadas misiones no se pueden cumplir con un cuerpo sano. Su mensaje de aquel día no habría tenido el mismo impacto que si hubiera salido de la boca de otra persona.
Esa lección tuvo una especial importancia para mí, puesto que Christamae tiene una hermana en idénticas condiciones y también yo padezco una leve distrofia muscular. Aquel día especial, el valor de Christamae nos enseñó a todos sobre el milagro definitivo de la expiación y la resurrección de Jesucristo.
Christine Zimpel pertenece al Barrio Ceres 2, Estaca Turlock, California.