El paso siguiente
…después de las Mujeres Jóvenes serás recibida en la Sociedad de Socorro, donde aprenderás a ser una mujer de Dios mediante el servicio que le brindes.
Después de las Mujeres Jóvenes te aguarda un lugar maravilloso donde podrás acercarte a tu Padre Celestial, un lugar donde aprenderás a ser más como el Salvador mediante el servicio que le brindes, un lugar donde harás las mejores amigas que te puedas imaginar y donde hallarás hermanas que no supiste que tenías.
La Sociedad de Socorro es ese lugar. “La Sociedad de Socorro es más que una clase”, dice la hermana Bonnie D. Parkin, presidenta general de la Sociedad de Socorro. Es adonde irás para seguir aprendiendo cómo llegar a ser una mujer de Dios.
“Tenemos un profeta de Dios que ama a las jovencitas de la Iglesia y debido a lo mucho que las ama desea asegurarse de que la Iglesia será parte de sus vidas. El profeta sabe lo que la Sociedad de Socorro puede hacer por tu vida si tan sólo das el primer paso”, dice la hermana Parkin.
Es verdad que el realizar la transición de las Mujeres Jóvenes a la Sociedad de Socorro puede infundir algo de temor, pero “eso forma parte del proceso de crecer”, dice la hermana Susan W. Tanner, presidenta general de las Mujeres Jóvenes.
Cuando la hermana Tanner cumplió 18 años, estaba muy animada por el hecho de ser miembro de la Sociedad de Socorro, aunque “me sentía como entre dos mundos. Creo que es un sentimiento muy normal; al principio me parecía que no encajaba”.
Llegar a sentirse cómoda es responsabilidad de ambas partes. La Sociedad de Socorro te dará la bienvenida y tú podrás conocer y amar a las hermanas que forman parte de ella. “En la Iglesia no existen las barreras de la edad. Todas somos hermanas”, dice la hermana Tanner. “Sólo tenemos que edificar esa hermandad”.
¿Qué es lo más importante de la hermandad? “La verdadera hermandad tiene que ver con la observancia de los convenios”, dice la hermana Tanner. “El Evangelio nos une; espero que percibamos esa unidad y no tanto las diferencias”.
Observar los convenios que hicimos en el bautismo equivale a fortalecer y servir a los demás, “a llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras” y estar “dispuestos a llorar con los que lloran; sí, y a consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:8–10). ¿Qué mejor lugar para aprender a hacerlo que en la Sociedad de Socorro? Es una organización creada por Dios y cuyo lema es “La caridad nunca deja de ser”.
Cuando seas miembro de la Sociedad de Socorro, el conocimiento que lograste en las Mujeres Jóvenes te resultará muy útil y aprenderás más cosas para ser una mujer que hace convenios con Dios. “El ser mujer en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días equivale a una participación activa en la Sociedad de Socorro”, dice la hermana Parkin.
Cuando des el paso siguiente y te unas a la Sociedad de Socorro, encontrarás mujeres de Dios esperándote con los brazos abiertos para recibirte (véase “Bienvenida a la Sociedad de Socorro, pág. 28). “El Salvador amaba muchísimo a Sus discípulos, pero sabía que no iba a estar siempre con ellos; por ello les prometió: ‘No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros’ (Juan 14:18)”, dice la hermana Tanner. “También yo pienso en lo mucho que las amamos a ustedes, las jovencitas; no vamos a dejarlas desamparadas; no van a tener que olvidar a sus amigas, sino que estarán en los brazos de otras hermanas que las aman”.
La hermana Parkin agrega: “Cuando sientas el amor del Señor en tu vida, también tú tenderás tu mano a otra persona, y el círculo crecerá cada vez más. Siempre es así”.
Al seguir observando los mandamientos y emular el ejemplo del Salvador, contribuirás con tu fe y bondad al círculo de la hermandad de la Sociedad de Socorro, y harás tu parte para asegurarte de que “la caridad nunca deja de ser”.
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“La transición de jovencitas a mujeres es un periodo significativo en la vida de las Mujeres Jóvenes. Deseamos que toda jovencita tenga éxito cuando efectúe esta transición y se prepare para sus futuras responsabilidades como mujer, esposa y madre fiel en sus oportunidades de servir en la Iglesia”.
Presidentes Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson y James E. Faust; carta de la Primera Presidencia, 19 de marzo de 2003.