2005
Todos tus hijos serán instruidos
Mayo de 2005


Todos tus hijos serán instruidos

Los niños deben saber que, si tienen fe en el Salvador y le siguen, recibirán paz en este mundo turbulento.

Las recientes catástrofes ocurridas alrededor del mundo nos han conmovido. El sufrimiento de los niños, que son víctimas inocentes, es lo que más nos entristece. Hemos visto a niños sin familiares que los mantengan, los protejan y los amen. Deseamos de todo corazón tenderles una mano y ayudarlos de alguna manera, de cualquier manera que alivie su sufrimiento y les brinde esperanza. Nos sentimos agradecidas por las oportunidades que tenemos de dar ayuda; nos alienta el empeño que realizan muchas personas que están ayudando a esos niños.

Sin embargo, no tenemos que mirar muy lejos para ver a niños que viven en circunstancias diferentes y, sin embargo, problemáticas. Sin darnos cuenta, es posible que no prestemos atención a los niños que nos rodean. ¿Somos realmente conscientes de las condiciones de peligro que rodean a nuestros niños? Por lo general, nos es posible determinar si se satisfacen sus necesidades físicas, pero, ¿qué sucede con sus necesidades espirituales? ¿Saben ellos en cuanto a la luz y la paz del Evangelio de Jesucristo? Las Escrituras enseñan: “…todos tus hijos serán instruidos por el Señor; y grande será la paz de tus hijos” .

Los niños necesitan la paz que se recibe al saber que tienen un amoroso Padre Celestial, que envió a Su Hijo Jesucristo para traer luz y esperanza al mundo. Como adultos, de nosotros depende guiar a los niños a esa paz y a esa luz.

El lamentable estado espiritual de algunos niños en el mundo hoy día se representa en una pintura del artista danés Carl Bloch, que ilustra magníficamente un relato de las Escrituras que se encuentra en el capítulo 5 de Juan. Cristo, el Sanador y Consolador, es la figura central de la obra. La pintura muestra cómo Él levanta la manta que cubre a un hombre paralítico de nacimiento que está esperando el milagro de ser sanado en el estanque de Betesda, pero que no tiene a nadie que lo ayude. Mientras se queda allí, en espera de un milagro, Cristo se le acerca con el poder para sanarlo.

En la pintura hay varias personas en el fondo, ninguna de las cuales mira directamente a Cristo. El Señor está entre ellos, pero sólo un hombre lo ve como a tal. Da la impresión de que todos los demás siguen realizando sus labores diarias, totalmente ajenos al gran poder de Jesús y al milagro que está a punto de tener lugar en presencia de ellos. Un niño pequeño y una mujer, quizás su madre, a pesar de que Él estaba a la vista de ellos, al igual que los demás, tienen los ojos puestos en otro lado. En la presencia misma del Salvador, esa mujer no guió al niño hacia el Salvador. Yo me pregunto: ¿Habríamos desaprovechado nosotros también la oportunidad de venir a Cristo? ¿Nos distraen y opacan nuestra perspectiva espiritual los sucesos cotidianos que nos impiden concentrarnos en lo que realmente es de más importancia? Pienso: ¿Nos estamos privando de las oportunidades de aprender del Señor y de sentir Su amor? ¿Nos estamos privando de las oportunidades de compartir con los demás, especialmente con los niños, lo más importante: el Evangelio de Jesucristo? Todos hemos visto a niños y a jóvenes en medio de la multitud, confundidos y deseando conocer lo que de verdad es importante.

Casi hasta puedo oír a ese niño y a otros niños exclamar las palabras que tantas veces nosotros hemos cantado: “Hazme andar en la luz”. Recordarán la letra:

Hazme en la luz de Su amor caminar.

Muéstrame cómo a mi Padre orar.

Quiero vivir como dijo Jesús.

Dime cómo andar en la luz.

¿Estamos enseñando a nuestros hijos a conocer, a sentir y a disfrutar de la belleza, del poder y de los milagros del Evangelio de Jesucristo? El presidente Gordon B. Hinckley ha aconsejado: “Nutramos a nuestros hijos en lo que concierne a Él, a quien llamamos el Señor Jesucristo. Enseñemos a nuestros hijos los grandiosos principios de salvación del Evangelio”. Los niños deben saber que si tienen fe en el Salvador y le siguen, recibirán paz en este mundo turbulento.

¿Cómo enseñamos a nuestros hijos? Sigamos el ejemplo del Salvador. En el Libro de Mormón leemos acerca de la aparición del Salvador resucitado a la gente del Hemisferio Occidental. Mientras enseñaba a la gente, Él reunió a los niños y se arrodilló con ellos, y oró con ellos y por ellos, y los bendijo uno por uno. Sintió gozo por la presencia de los pequeños y abrió los cielos para que los niños fueran enseñados de lo alto.

Al incluir a los niños en la mesa familiar, en el estudio de las Escrituras en familia y en las noches de hogar, ustedes están siguiendo el ejemplo del Salvador al amarlos y enseñarles. Al hacerlo, háganles saber que juntos, los integrantes de la familia se están esforzando por guardar los mandamientos y ser dignos de llegar a ser una familia eterna. Es posible que, durante uno de esos momentos informales, a solas con uno de ellos, el Espíritu nos inspire a hacer las preguntas adecuadas o a decir precisamente lo que sea necesario para ayudar a nuestros hijos a saber y a sentir la luz del Señor. Si tratamos de proporcionar los momentos propicios, el Espíritu nos guiará.

Tenemos a nuestro alrededor niños maravillosos y capaces. Nosotros podemos ayudarlos a encontrar la paz en esta vida y en la vida venidera.

Los niños deben sentir la Luz de Cristo a fin de que escojan la luz y resistan las tinieblas. Moisés tuvo una experiencia milagrosa cuando fue transfigurado y vio a Dios con sus ojos espirituales. Después de que Moisés recibió instrucción de Dios y hubo visto Su Gloria y Su obra, Satanás se acercó a Moisés con tinieblas y confusión. Debido a que Moisés había experimentado la luz y la gloria de Dios, se dio cuenta de la diferencia; se mantuvo firme en contra de Satanás y dijo: “¿Quién eres tú? Porque, he aquí, yo soy un hijo de Dios”.

Los niños deben estar llenos de la luz del Evangelio para que cuando llegue la tentación, digan: “Sé quien soy. Soy un hijo de Dios. Sé lo que debo hacer. Voy a bautizarme, a recibir el Espíritu Santo y a guardar los mandamientos”. Entonces los niños podrán decir: “Sé lo que puedo llegar a ser. Puedo convertirme en una joven recta” o “puedo convertirme en un joven recto y recibir el sacerdocio de Dios”. Los niños que tengan ese conocimiento y esa luz podrán tomar la decisión de rechazar las tinieblas y volverse a la luz y a la paz del Evangelio.

Los niños que tienen el Evangelio arraigado en sus corazones reconocen la mano del Señor en su vida. Los niños saben más de lo que nos imaginamos y pueden hacer más de lo que a veces pensamos. He aprendido que los niños que tienen la luz del Evangelio son creyentes; no tienen dudas. Samantha, de 11 años, dijo: “Sé que el Evangelio es verdadero porque así lo siento”. Benjamín, de tres años, dijo: “Sé que mi Padre Celestial escucha y contesta mis oraciones porque me ama”. Los niños que tienen la luz del Evangelio dicen: “Yo sé que el Espíritu Santo me dirige porque me siento feliz cuando decido seguir Su inspiración”.

Samuel está comenzando a comprender los sentimientos que provienen del Espíritu Santo. Cuando su madre le preguntó: ¿Quién es el Espíritu Santo?”, él dijo: “Es un cálido sentimiento dentro de mí”. Samuel también comprendió que cuando su hermanito de dos semanas estuvo enfermo, fue el Espíritu Santo el que lo alentó a orar para pedir la ayuda del Señor.

¿Perciben la paz de esos niños?

Para enseñar a los niños se requiere algo más que el deseo de hacerlo; se necesita diligencia de nuestra parte. Anteriormente mencioné la canción: “Hazme andar en la luz”, escrita por Clara McMaster. La hermana McMaster me contó que mientras prestaba servicio en la mesa general de la Primaria recibió la asignación de escribir una canción acerca de enseñar a los niños; pensó que ésa era una tarea de enormes proporciones y oró para saber cómo comenzar y llevar a cabo esa asignación.

Después de gran esfuerzo, entregó su trabajo, pero se le dijo que aún no estaba totalmente bien; no se le mencionó qué debía cambiar, sólo que siguiera trabajando hasta que estuviera bien. Se sentía extenuada espiritualmente, sin saber cómo proseguir. Nuevamente buscó la guía del Señor, hizo cambios y envió otra edición. Esa labor tuvo lugar tres veces más, hasta que al fin, se le dijo que el trabajo estaba perfecto y que no debía cambiar nada.

A pesar de que hubo muchas veces en que la hermana McMaster quiso darse por vencida, siguió trabajando diligentemente en lo que se le había pedido y en lo que esperaba sería una bendición en la vida de los niños. Su inspirada música la han cantado adultos y niños en muchos lugares y lenguas. Esa canción representa el deseo de mi corazón: de que todos los niños aprendan a caminar en la luz del Evangelio de Jesucristo. Esa canción comienza con la súplica de un niño: “[Enséñame]en la luz de Su amor caminar” y termina con una promesa: “Juntos vamos a andar en la luz”.

Se necesitará tiempo y esfuerzo para enseñar a los niños, pero no debemos distraernos ni darnos por vencidos. Nuestros niños necesitan tanto el cumplimiento de la promesa: “…y grande será la paz de tus hijos”. No permitamos que ningún niño dude si él o ella es amado por nuestro Padre Celestial y Jesucristo. Permitamos que todos sepan quiénes son, qué deben hacer y quiénes pueden llegar a ser.

Me siento agradecida por todos los que, con amor, tienden una mano a los niños, que los aman y les enseñan que, a pesar de sus circunstancias terrenales, pueden sentir paz en la luz del Evangelio y recibir las promesas del Señor.

Quisiera hablar en especial a los niños de todo el mundo. He conocido a algunos de ustedes aquí y a otros en lugares tales como África, Filipinas, Corea y, recientemente, en Ucrania y Rusia. Los he visitado en la Primaria e incluso en los hospitales de niños. Ojalá sepan lo mucho que sus familias los quieren, sus maestros de la Primaria y, por sobre todo, nuestro Padre Celestial y Jesucristo.

No se conformen con menos que los privilegios y las bendiciones que Dios les ofrece. Las normas que guarden en el vestir, en el lenguaje y en el comportamiento son señales externas de su cometido interior de seguir el plan que nuestro Padre Celestial tiene para ustedes.

La influencia que ustedes tienen sobre mí es más grande de lo que se imaginan. Les agradezco el gozo y la esperanza que me brindan a mí y a sus líderes de la Primaria, y especialmente a sus padres. Por favor, recuerden expresar agradecimiento a quienes les aman y les enseñan. Sé, y quiero que ustedes sepan, que son hijos de Dios, que nuestro Padre Celestial los ama y que pueden orar a Él en cualquier momento y en cualquier lugar. Traten siempre de recordar y seguir a Jesucristo, lo cual les brindará luz y paz a su vida ahora y esperanza para la eternidad. De eso testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. 3 Nefi 22:13.

  2. “Hazme andar en la luz”, Canciones para los niños, pág. 70.

  3. “Messages of Inspiration from President Hinckley,” Church News, 4 de septiembre de 1999, pág. 2.

  4. Moisés 1:13.

  5. Canciones para los niños, pág. 70.

  6. 3 Nefi 22:13.