Perseverancia
La perseverancia la demuestran quienes siguen adelante cuando la situación se vuelve difícil, quienes no se dan por vencidos aun cuando los demás digan: “No se puede hacer”.
Deseo dar la bienvenida a las Autoridades Generales que han sido llamadas y sostenidas esta tarde como miembros del Primer y Segundo Quórum de los Setenta. Cada uno de ellos es un hombre de fe, de capacidad y de cometido, y les damos fe a ustedes de que son dignos en todo aspecto de tener estos oficios.
Mis queridos hermanos de esta gran hermandad mundial del sacerdocio, los elogiamos por su fidelidad y por su dedicación en la obra del Señor. Les agradecemos su cometido y su servicio devoto. Ustedes contribuyen mucho a la fortaleza a la Iglesia.
Es maravilloso estar en esta reunión con todos ustedes que poseen el Sacerdocio Aarónico. Cuando yo tenía la edad de ustedes, solía preguntarme: “¿Cuál será mi cometido en este mundo y cómo sabré cuál es?”. En esa época, mi única meta firme era servir en una misión, y cuando llegó mi llamamiento para la misión, presté servicio como misionero y mi misión llegó a ser como la Estrella Polar, para guiarme en otros aspectos de mi vida. Una de las cosas importantes que aprendí fue que si perseveraba con fe en mis llamamientos de la Iglesia, el Señor abriría el camino y me guiaría hacia otras oportunidades y bendiciones, más grandes de lo que hubiera soñado.
Jóvenes, el servir en una misión puede hacer eso por todos ustedes. Hace poco, un joven compartió conmigo cuánto aprendió de su perseverancia como misionero. He extraído de su experiencia algunas de las cosas que ustedes pueden aprender, que podrían brindarles oportunidades y bendiciones:
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Cómo organizar y utilizar el tiempo con sabiduría.
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La importancia del trabajo arduo; de que se cosecha lo que se siembra.
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Destrezas de liderazgo.
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Habilidad para tratar a la gente.
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El valor del estudio del Evangelio.
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El respeto hacia la autoridad.
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La importancia de la oración.
En 1930, cuando asistí a la escuela secundaria Granite, en Salt Lake City, tuve algunos amigos que se destacaron en atletismo, drama, música y oratoria. Algunos de ellos siguieron adelante para alcanzar el éxito en la vida, pero muchos de esos talentosos y capaces jóvenes no perseveraron y fracasaron en alcanzar su potencial. Por el contrario, varios jóvenes y varias jovencitas menos visibles de la misma secundaria se esforzaron diligentemente, perseveraron y continuaron sus estudios y llegaron a ser extraordinarios doctores, ingenieros, profesores, abogados, científicos, hombres de negocios, artesanos, electricistas, plomeros y empresarios.
Por lo general, el éxito se obtiene al perseverar y no desalentarse cuando se afrontan desafíos. Paul Harvey, el famoso comentarista noticioso y autor, dijo en una ocasión: “Algún día espero disfrutar lo suficiente de lo que el mundo llama éxito para que si alguien me pregunta: ‘¿Cuál es el secreto de su éxito?’, yo simplemente le conteste: ‘Me levanto cada vez que caigo’ ”.
Un extraordinario ejemplo de perseverancia es el de Madame Marie Curie, que trabajó junto a su esposo y físico francés, Pierre Curie, “en un depósito viejo, húmedo y abandonado, sin fondos y sin aliento ni ayuda de nadie, tratando de separar el radio de un metal de uranio de baja graduación llamado pecblenda. Cuando el experimento número 487 hubo fallado, Pierre levantó las manos desesperado y dijo: ‘Nunca se logrará; quizá en cien años, pero no en mis días’. Marie lo enfrentó con resolución en su rostro y le dijo: ‘Si toma cien años será una lástima, pero mientras tenga vida, no voy a dejar de intentarlo’ ”. Finalmente, ella tuvo éxito y, gracias a su perseverancia, los pacientes de cáncer se han beneficiado muchísimo.
La perseverancia la demuestran quienes siguen adelante cuando la situación se vuelve difícil, quienes no se dan por vencidos aun cuando los demás digan: “No se puede hacer”. En 1864, la Primera Presidencia asignó a los apóstoles Ezra T. Benson y Lorenzo Snow, junto con los élderes Alma Smith y William W. Cluff a una misión a las islas hawaianas. Desde Honolulú, ellos se embarcaron en un diminuto barco y se dirigieron hacia el pequeño puerto de Lahaina. Al acercarse al arrecife, la marea estaba alta y una gran ola azotó contra el barco, empujándolo unos 46 metros y dejándolo en una depresión formada por dos enormes olas. Cuando azotó el segundo oleaje, el barco se volcó en el espumoso mar.
Las personas en tierra firme tripularon un bote salvavidas y recogieron a tres de las Autoridades Generales que estaban nadando cerca del bote sumergido, pero no había señales del hermano Snow. Los hawaianos, acostumbrados a la marea, nadaron en todas direcciones en su búsqueda. Finalmente, uno de ellos sintió algo en el agua y sacaron al hermano Snow a la superficie; tenía el cuerpo rígido y parecía sin vida cuando lo subieron al bote.
El élder Smith y el élder Cluff recostaron al hermano Snow sobre el regazo de ellos y le ministraron en voz baja, pidiéndole al Señor que le salvara la vida para que pudiera regresar a su casa y a su familia. Cuando llegaron a la orilla, llevaron al hermano Snow hasta unos grandes barriles vacíos que había en la playa y, acostándolo boca abajo sobre uno de los barriles, lo hicieron rodar hacia adelante y hacia atrás para que expulsara el agua.
Después de que los élderes trataron de revivirlo durante un lapso de tiempo, sin que diera señales de vida, los que estaban mirando les dijeron que no había nada más que se pudiera hacer por él. Sin embargo, los élderes estaban resueltos a no darse por vencidos; y oraron nuevamente, con la tranquila seguridad de que el Señor escucharía y contestaría sus oraciones.
Se sintieron inspirados a hacer algo fuera de lo común para esa época. Uno de ellos colocó su boca sobre la del hermano Snow con la intención de inflarle los pulmones, aspirando y expirando el aire en forma alternada, imitando el proceso natural de la respiración. Turnándose, siguieron haciéndolo hasta que lograron llenarle de aire los pulmones. Poco después, percibieron leves indicaciones de que había regresado a la vida. “Un ligero parpadeo, cuando hasta entonces los ojos los había tenido abiertos y sin expresión, y un carraspeo casi imperceptible en la garganta fueron los primeros síntomas de su vuelta a la vida. Éstos se hicieron cada vez más definidos hasta que recobró completamente el conocimiento”. Por medio de su perseverancia y del favor de la Providencia, los cuatro siervos del Señor sobrevivieron y pudieron terminar su misión.
El élder Snow llegó a ser Presidente de la Iglesia. Mientras prestaba servicio en ese oficio, estabilizó los fondos de la Iglesia al instar a los miembros a pagar el diezmo y las ofrendas.
Hermanos, quizás les interese saber que el Alma Smith de esta historia fue el mismo muchacho que recibió un balazo en la cadera en Haun’s Mill, el que le destrozó la articulación y el hueco de la cadera. Su madre le puso bálsamo y vendó la terrible herida, y se sintió inspirada a acostarlo boca abajo durante cinco semanas. Un cartílago flexible le creció en el lugar en el que había perdido la articulación y el hueco de la cadera y él pudo no sólo vivir una vida normal sino también servir en una misión en Hawai, y brindar una vida de servicio en la Iglesia.
Todos nuestros profetas de los últimos días son ejemplos de determinación por medio del sacerdocio, de la oración y del trabajo. La perseverancia de José Smith hizo posible la Restauración de todas las cosas. Durante toda su vida lo trataron con desprecio y ridículo, desde el momento en que relató por primera vez lo ocurrido en la Primera Visión a un ministro de una prominente religión. Pero él nunca flaqueó y nos dejó su testimonio inquebrantable:
“Yo efectivamente había visto una luz, y en medio de la luz vi a dos Personajes, los cuales en realidad me hablaron; y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto… Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo”.
La vida de Brigham Young fue la verdadera esencia de la perseverancia. Él siempre fue fiel y decidido. Después de la muerte de José Smith, tomó la audaz determinación de llevar a 60.000 personas desde la comodidad de sus casas y sus tierras fructíferas a un desierto estéril. Ese grandioso éxodo fue como ningún otro en la historia moderna; vinieron en carretas, a pie y tirando de carros de mano. Él y quienes lo siguieron hicieron florecer el desierto como una rosa.
En 1995, durante la primera conferencia de prensa en la que el presidente Gordon B. Hinckley fue presentado a los medios como Presidente de la Iglesia, se le preguntó en qué se concentraría. Él contestó: “Seguir adelante. Sí, nuestra dirección será seguir adelante con la gran obra que nuestros antecesores hicieron avanzar”. Ésa es una gran directiva para todos nosotros. Debemos seguir adelante y perseverar hasta el fin.
Uno de los grandes logros de la administración del presidente Hinckley ha sido su perseverancia extraordinaria en la edificación de templos. Desde que él asumió la presidencia de la Iglesia se han dedicado, rededicado o anunciado 87 templos. Este notable logro en la construcción de templos es sin igual en la historia del mundo. Los templos han tenido una gran repercusión para bien y están siendo una bendición cada vez más grande para el mundo. Como el presidente George Q. Cannon dijo: “Toda piedra angular que se coloca para el cimiento de un templo, y todo templo que se erige de acuerdo con el orden que el Señor ha revelado para Su Santo Sacerdocio, disminuye el poder de Satanás sobre la tierra y aumenta el poder de Dios y la santidad, conmueve los cielos con extraordinario poder para nuestro beneficio, invoca y hace descender sobre nosotros las bendiciones de los Dioses Eternos y de aquellos que moran en Su presencia”.
Cada uno de nosotros debe prestar servicio fiel y diligente en nuestros llamamientos del sacerdocio, hasta el fin de nuestros días. Algunos se podrán preguntar: “¿Cuánto tiempo tendré que ser maestro orientador?”. Mi respuesta es que la orientación familiar es un llamamiento del sacerdocio. El prestar servicio en el llamamiento de maestro orientador es un privilegio en tanto que nuestro obispo y los líderes del sacerdocio piensen que podemos seguir haciéndolo. Algunos de nosotros conocimos al hermano George L. Nelson, un prominente abogado de Salt Lake City, que prestó servicio como obispo, presidente de estaca y patriarca. Él estaba dedicado plenamente a la Iglesia y fue maestro orientador hasta los 100 años. En aquel tiempo dijo: “Me encanta ser maestro orientador y espero serlo siempre”. Él murió a los 101 años y fue fiel hasta el fin de sus días.
A quienes deseen bautizarse en la Iglesia, el Señor requiere de ellos la “determinación de servirle hasta el fin”. El presidente Joseph Fielding Smith, a la edad de 94, dijo: “He procurado durante toda mi existencia magnificar mi llamamiento en el sacerdocio y espero perseverar hasta el fin de esta vida y disfrutar de la hermandad de los fieles santos en la vida venidera”. Como el Señor dijo, si vamos a ser Sus discípulos, debemos permanecer en Su palabra. El Señor ha bendecido a la Iglesia y a sus miembros de manera notable debido a su fidelidad y perseverancia. Testifico de la divinidad de la santa obra del sacerdocio, y lo hago en el santo nombre de Jesucristo. Amén.