Instrumentos en las manos de Dios
Su influencia para bien no se puede calcular ni describir.
El presidente Hinckley me ha autorizado, en nombre de la Primera Presidencia a expresar nuestro agradecimiento a todos los que han ayudado en cualquier aspecto a preservar la vida y la propiedad después de los desastres que han ocurrido recientemente y que todavía continúan en nuestro país.
Mis queridas hermanas, siento humildad ante esta gran responsabilidad y privilegio de dirigirme a ustedes, las hijas de Dios, en los diversos países. Hemos sido edificados y elevados espiritualmente mediante la breve presentación en video del presidente Hinckley. Agradecemos que el presidente Hinckley y el presidente Monson estén con nosotros esta noche. Su apoyo e influencia nos fortalece. La hermana Parkin, la hermana Hughes y la hermana Pingree nos han inspirado, y el coro nos ha conmovido. Al ver sus rostros, puedo percibir su bondad. Felicito a cada una de ustedes por sus labores de rectitud de cada día. Aunque sean pocos los que se den cuenta de las obras que ustedes realizan, éstas están inscritas en el libro de la vida del Cordero1, el cual será abierto un día para ser testigo de su dedicado servicio, de su devoción y de sus hechos como “instrumentos en las manos de Dios para realizar esta gran obra”2.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Poco sabemos del porqué de la división de los deberes entre el hombre y la mujer, así como entre la maternidad y el sacerdocio; eso fue divinamente determinado en otro tiempo y en otro lugar. Nos acostumbramos a enfocar nuestra atención en los hombres de Dios, porque en ellos recaen las responsabilidades del sacerdocio y del liderato. Pero paralela a esa línea de autoridad, fluye una influencia recta que se refleja en las admirables hijas de Dios que han existido en todas las épocas y dispensaciones, incluso en la nuestra, y cuya grandeza no se mide en palabras escritas, ya sea en los periódicos o en las Escrituras. La historia de las mujeres de Dios ha sido, hasta ahora, un inédito drama femenino dentro del drama histórico”3.
Hermanas, quizás algunas de ustedes crean que no están a la altura de las circunstancias, ya que parece que no logran hacer todo lo que desean hacer. La maternidad y la crianza de los hijos son funciones sumamente difíciles. También tienen llamamientos en la Iglesia que desempeñan en forma competente y a conciencia. Además, muchas de ustedes, aparte de todo eso, tienen que trabajar al igual que cuidar de su familia. Me conmueve de corazón la situación de las viudas y de las hermanas que son madres solas, sobre quienes recae gran parte de la responsabilidad de criar a los hijos. En general, y mejor de lo que piensan, ustedes, nobles hermanas, están cumpliendo bien con sus responsabilidades y logrando éxito en la vida. Permítanme sugerirles que enfrenten sus desafíos día a día. Hagan lo mejor que puedan. Miren todo con una perspectiva eterna. Si lo hacen así, la vida tomará una perspectiva diferente.
Hermanas, creo que todas ustedes desean ser felices y desean encontrar la paz que el Salvador prometió. Pienso que muchas de ustedes hacen un gran esfuerzo por cumplir con todas sus responsabilidades. No deseo ofender a nadie y me siento un poco renuente en cuanto a mencionar cierto asunto, pero creo que se debe hablar de ello. Algunas veces albergamos durante mucho tiempo sentimientos tristes del pasado. Agotamos demasiadas energías pensando en cosas que han pasado que no se pueden cambiar. Nos cuesta trabajo olvidar y dejar atrás ese dolor. Si después de un tiempo podemos perdonar lo que nos haya causado ese dolor, tendremos acceso “a la fuente de consuelo vivificadora” mediante la Expiación, y la dulce paz del perdón será nuestra4. Algunas heridas son tan dolorosas y profundas que su cicatriz sólo se logra con la ayuda de un poder más alto y de la esperanza en la justicia y la restitución perfectas en la vida venidera. Hermanas, ustedes pueden tener acceso a ese poder más alto y recibir ese preciado consuelo y esa dulce paz.
Hermanas, me temo que no se den cuenta, en lo más mínimo, de hasta dónde llega la influencia para bien que ejercen sobre sus familias, sobre la Iglesia y sobre la sociedad. Su influencia para bien no se puede calcular ni describir. El presidente Brigham Young dijo: “Las hermanas de nuestras Sociedades de Socorro de damas han hecho mucho bien. ¿Podemos decir cuánto bien son capaces de hacer las madres e hijas de Israel? No, eso es imposible. Y el bien que hacen las seguirá hasta la eternidad”5. Creo firmemente que ustedes son instrumentos en las manos de Dios en sus diversas funciones, en especial la de la maternidad.
En la obra del reino, el hombre y la mujer tienen la misma importancia. Dios confía a las mujeres la responsabilidad de dar a luz a Sus hijos y de criarlos. No hay obra de mayor importancia que ésa. La maternidad es una función de suma importancia para las mujeres. A mi vida, y a la de los miembros de mi familia, han llegado sagradas bendiciones y una influencia de rectitud de parte de mi amada esposa, de su madre, de mi propia madre, de las abuelas, de mis queridas hijas y nietas. La preciada relación que durante mi vida he tenido con cada una de esas mujeres es algo indescriptible. Eso se aplica en especial a Ruth, mi compañera eterna.
Queremos que ustedes, las hermanas solteras, sepan del gran amor que les tenemos. Ustedes pueden ser poderosos instrumentos en las manos de Dios para ayudar a llevar a cabo esta gran obra. Se las valora y se las necesita. Otras mujeres, aunque casadas, quizá no sean madres. Para aquellas que se encuentren en esas circunstancias, les aseguro que el Señor las ama y que no las ha olvidado. Ustedes pueden hacer algo por otra persona que nadie más pueda hacer. Quizá puedan hacer algo por el hijo de otra mujer que tal vez ella misma no pueda hacer. Creo que las hermanas que se encuentren en esas circunstancias recibirán algunas bendiciones de compensación en esta vida y en el más allá. Ustedes recibirán esas bendiciones y una paz reconfortante si aman a Dios “con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”6. Ustedes aún pueden conseguir el éxito en lo que hagan como instrumentos en las manos de Dios para llevar a cabo esta gran obra.
Las mujeres tienen un gran impacto en lo que sucede en el mundo, ya sea para bien o para mal. En cierta medida, las esposas y las madres controlan la fluidez de las bendiciones que se reciben en sus hogares. Al apoyar los llamamientos del sacerdocio de su esposo y al alentar a sus hijos en sus actividades del sacerdocio, su hogar será grandemente bendecido. Deben exhortar también a sus hijos a ayudar a otras personas que estén necesitadas. Nuestro hogar ha sido bendecido debido a la participación de mi esposa en la Sociedad de Socorro durante toda nuestra vida de casados. Ella fue presidenta de la Sociedad de Socorro de estaca y de barrio durante varios años. Al cumplir con sus deberes y al asistir a sus reuniones, nuestro hogar fue bendecido con el dulce espíritu de servicio que ella traía consigo a nuestro hogar.
Como hemos escuchado esta noche, ustedes son miembros de la mejor sociedad de mujeres en el mundo y así como el presidente Hinckley nos ha dicho en el video, el profeta José Smith declaró: “Esta Sociedad recibirá instrucción mediante el orden que Dios ha establecido, por conducto de aquellos que han sido designados para dirigir. Y ahora, en el nombre del Señor, doy vuelta a la llave, y esta Sociedad se alegrará, y desde ahora en adelante descenderán sobre ella conocimiento e inteligencia. Éste es el principio de mejores días para esta Sociedad”7. Ha habido más oportunidades para la mujer desde que el profeta José Smith dio vuelta a la llave en beneficio de ella que desde el principio de la humanidad sobre la tierra8.
Desde el comienzo, las mujeres de la Iglesia han sido instrumentos en las manos de Dios. Cuando se construía el Templo en Kirtland, las mujeres brindaban apoyo a los trabajadores, tal como lo dijo el presidente Heber C. Kimball:
“Las mujeres de nuestra Iglesia estaban atareadas tejiendo e hilando para vestir a los hombres que trabajaban en el edificio, y sólo el Señor conoce las escenas de pobreza, tribulación y aflicción por las que pasamos para lograr esa obra. Mi esposa trabajó todo el verano dando su ayuda para llevar a cabo ese logro. Con la ayuda de una joven, ella hiló 45 kilos de lana que tenía para proporcionar ropa para los que se dedicaban a construir el Templo, y aunque tenía el privilegio de quedarse con la mitad de la lana, como recompensa por su trabajo, ella no se quedó ni siquiera con lo suficiente para tejer un par de medias, sino que se la dio a aquellos que trabajaban en la casa del Señor. Ella hilaba y tejía; preparaba el paño, lo cortaba, hacía prendas y se las daba a los hombres que trabajaban en el Templo; casi todas las mujeres de Kirtland tejían, cosían, hilaban, etc., con el propósito de adelantar la obra del Señor”9.
Polly Angell, esposa del arquitecto de la Iglesia, relató lo que el Profeta les dijo: “Ahora bien, hermanas, ustedes siempre están prestas para ayudar. Las hermanas siempre son las primeras y las más importantes en toda obra buena. María fue [la] primera [que vio en el lugar del sepulcro al Señor resucitado] y ahora las hermanas son las primeras en trabajar en el interior del Templo”10.
Hermanas, ustedes poseen atributos divinos de sensibilidad y amor por lo bello y por lo inspirador. Éstos son los dones que utilizan para que nuestra vida sea más placentera. A menudo, cuando se preparan para dar una lección, ponen un mantel atractivo y flores en la mesa, lo que es una magnífica expresión de su naturaleza aplicada y cuidadosa. Por el contrario, cuando los hermanos dan una clase, ¡ni siquiera decoran la mesa con una mala hierba marchita! Pero, de vez en cuando, ustedes son demasiado duras consigo mismas. Piensan que si su ofrenda no es completamente perfecta, no es aceptable; sin embargo, les digo que si han dado lo mejor de sí, que por lo general lo hacen, su humilde ofrenda, sin importar lo que sea, será aceptable y deleitable al Señor.
En estos días, las maestras visitantes hacen mucho bien. Hace doce años, Suzy fue llamada para ser la maestra visitante de Dora, una viuda sin hijos. Dora tenía una personalidad difícil y era casi una ermitaña. Cuando Suzy comenzó a visitar a Dora, ella le atendía a la puerta pero nunca la invitaba a pasar. Meses después, Suzy le llevó un obsequio, pero Dora le dijo que no podía aceptarlo. Cuando aquélla le preguntó por qué, ella respondió: “Porque querrás algo a cambio”. Suzy le aseguró: “Todo lo que quiero es tu amistad”. Después de eso, las visitas fueron más fáciles. Poco a poco, Suzy encontró la manera de hacer cosas para Dora y de escucharla cuando fuera necesario hacerlo; además, le contaba en cuanto a la gente maravillosa del barrio, las clases y las conferencias, haciéndola sentir como si fuese parte del barrio. Las visitas de Suzy fueron cotidianas a medida que la salud de Dora empezó a deteriorar, y llegaron a ser grandes amigas. Cuando murió Dora, Suzy la pudo elogiar como una “mujer extraordinaria” y “una amiga querida”, aun cuando otras la consideraban “inaccesible”11. Ella la conoció como pocos lo hicieron, gracias a su servicio como maestra visitante.
La Sociedad de Socorro es una hermandad y un lugar donde a las mujeres se les instruye a edificar su fe y a realizar buenas obras. Como el presidente Hinckley lo ha dicho a menudo, todos necesitamos amigos. La amistad nos llena de felicidad y amor, y esa necesidad no se limita al joven o al viejo, al rico o al pobre, al desconocido o al personaje público. Cualesquiera sean nuestras circunstancias, todos necesitamos que alguien nos escuche con comprensión, que nos dé aliento cuando necesitemos ánimo, y que fomente en nosotros el deseo de hacer lo mejor y de ser mejores. La Sociedad de Socorro está diseñada para ser ese círculo de amistad, repleto de corazones comprensivos que generan amor y logro, ya que, ante todo, es una hermandad.
Esta Reunión General de la Sociedad de Socorro se transmite a varios países del mundo. Es bueno pensar en las hermanas que se reúnen en los distintos lugares para compartir los mismos mensajes que nosotros estamos escuchando y que se reúnen como amigas. Una hermana de Etiopía asistió a una reunión como ésta en Fredericksburg, Virginia, y dijo: “Nos habíamos reunido como amigas, madres e hijas, pero salimos de la reunión como hermanas”12.
Una hermana misionera que servía en Tailandia escribió sobre cómo se sentó con las hermanas de Bangkok en la transmisión del año pasado. Ella dijo: “Sentí tal fortaleza de ese pequeño grupo de mujeres tailandesas que hacían todo lo posible por seguir los consejos de las hermanas de Salt Lake City, a quienes ellas nunca han conocido”13. Al unirnos en esta reunión, ¿no es maravilloso sentir ese vínculo de hermandad que se extiende a través de los océanos, de los ríos y de los diversos países? En verdad, José Smith dio vuelta a la llave cuando se reunió con ese pequeño grupo de mujeres en Nauvoo para organizar la Sociedad de Socorro en 1842.
Y ahora, para terminar, deseo decir algunas palabras a ustedes, las jovencitas. Ustedes ocupan un lugar importante en esta gran hermandad. La mayoría de ustedes han sido bendecidas con un testimonio del Evangelio restaurado de Jesucristo. Con ese testimonio, y con su fortaleza, influencia e inteligencia juveniles, ustedes pueden recibir las bendiciones que provienen del cumplir con la responsabilidad de ser “instrumentos en las manos de Dios para realizar esta gran obra”.
Hace poco, una jovencita compartió sus sentimientos en cuanto a la Sociedad de Socorro. Dijo que se había criado en un barrio donde las hermanas demostraban gran interés en ella, aun cuando formaba parte de las Mujeres Jóvenes, de modo que cuando llegó el momento de asistir a la Sociedad de Socorro, se sentía entusiasmada al igual que ellas. Se dio cuenta de la “extensa variedad de personalidades, intereses, antecedentes y edades en aquella Sociedad de Socorro”, y dijo: “Ahora… tengo un grupo de amigas que abarcan varias décadas, desde las adolescentes hasta las tatarabuelas y a todas las demás comprendidas entre ellas”14.
Jovencitas, ante ustedes yace un gran futuro; quizás no sea exactamente como lo hayan planeado, pero puede ser maravillosamente satisfactorio y lograr mucho bien. Para ustedes, jovencitas, el estar en compañía de hermanas maduras, justas y con experiencia, es tanto una oportunidad como una bendición.
Marjorie Pay Hinckley, la amada esposa del presidente Hinckley, lo expresó muy bien cuando dijo: “Todas estamos unidas en esto. Nos necesitamos unas a otras, ¡cuánto nos necesitamos unas a otras! Nosotras las que somos mayores necesitamos a ustedes las jóvenes. Y espero que ustedes, las jóvenes, necesiten a algunas de nosotras, las que ya somos mayores. Es un hecho sociológico que las mujeres necesitan a las mujeres. Precisamos amistades profundas, satisfactorias y leales las unas con las otras. Esas amistades son una fuente necesaria de sustento; tenemos que reanudar nuestra fe cada día. Es necesario que aunemos nuestros esfuerzos y ayudemos a construir el reino para que el Evangelio ruede y llene toda la tierra”15.
Queridas hermanas, nuestras amadas compañeras de trabajo en el reino, cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida del Cordero16, ruego que sigan adelante. Sigan adelante con fe y humildad. No dejen que Satanás ni nada de su poder maligno y seductor influya en ustedes. No den al adversario ninguna oportunidad17 ni le permitan que disminuya la sensibilidad divina y singular que tienen hacia el Espíritu del Señor. Que el Espíritu siempre las guíe para tener sentimientos sagrados en cada pensamiento y actividad al tender una mano a los demás con amor y misericordia, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.