Discurso de apertura
El crecimiento de la Iglesia desde sus primeros años hasta su estado actual es extraordinario, y sólo estamos comenzando.
Mis hermanos y hermanas, deseo yo también darles la bienvenida a esta gran conferencia mundial de la Iglesia. El inmenso Centro de Conferencias de Salt Lake City está totalmente lleno, y otras salas de esta zona están igualmente repletas. Nos dirigimos también a los que están más allá, en tierras y climas diversos. A todos les damos la bienvenida. Los amamos como nuestros hermanos y hermanas.
Hace más de setenta años estuve cumpliendo una misión en las Islas Británicas. Parte del imperio británico estaba todavía intacto; era el grupo político de naciones más ampliamente extendido sobre la faz de la tierra, y se decía que el sol nunca se ponía en el imperio británico. La bandera británica flameaba por todo el mundo.
En diversos aspectos, de ese imperio surgieron muchos beneficios; pero también provocó enorme sufrimiento como resultado de la conquista, la opresión, la guerra y los conflictos. Los cuerpos de soldados británicos quedaron enterrados en tumbas por toda la tierra.
Ahora, todo eso acabó. Rudyard Kipling escribió de su fallecimiento en su poema “Recessional” [“La retirada”]:
Nuestro dominio y poder
son cual la flor que se secó,
y nuestra gloria de ayer
cuan Nínive y Tiro se desplomó.
(Véase “God of Our Fathers, Known of Old”, Hymns, Nº 80.)
Ahora, hay otro imperio: el imperio de Cristo el Señor. Es el imperio del Evangelio restaurado, el reino de Dios. Y en este reino el sol jamás se pone. No ha surgido de la conquista, el conflicto ni la guerra, sino que proviene de la persuasión pacífica, el testimonio y la enseñanza, uno aquí y el otro allá.
Como todos ustedes saben, este año conmemoramos el bicentenario del nacimiento del profeta José Smith y el aniversario Nº 175 de la organización de la Iglesia.
El crecimiento de la Iglesia desde sus primeros años hasta su estado actual es extraordinario, y sólo estamos comenzando.
La construcción de templos es una indicación de ese progreso; tenemos actualmente ciento veintidós funcionando en diversas partes del mundo, y nuestro pueblo es grandemente bendecido por ellos. Toda persona que es digna de tener una recomendación para el templo también es considerada fiel Santo de los Últimos Días; es alguien que paga el diezmo íntegro, que observa la Palabra de Sabiduría, que tiene buenas relaciones familiares y que será el mejor ciudadano de la comunidad. El servicio que se presta en el templo es el resultado final de toda nuestra enseñanza y actividad.
El año pasado se llevaron a cabo treinta y dos millones de ordenanzas en los templos, que es más de lo que se había hecho en ninguno de los años anteriores. Actualmente, algunos templos se llenan, a veces con más participantes de los que pueden contener. Es preciso satisfacer las necesidades y los deseos de nuestros santos fieles.
Anteriormente habíamos anunciado un nuevo templo en el cuadrante sureste del Valle de Lago Salado. Ahora tenemos dos terrenos excelentes más en las zonas oeste y suroeste del valle, gracias a la amabilidad de las inmobiliarias de urbanización de esas propiedades. El primero que edificaremos se encuentra en la urbanización denominada Daybreak, y esta mañana hacemos un anuncio público de ello. Ustedes se preguntarán por qué favorecemos tanto a Utah; lo hacemos en virtud del requerimiento dado su nivel de actividad. Pero también estamos avanzando con templos nuevos en Rexburg y Twin Falls, Idaho; en Sacramento, California; en Helsinki, Finlandia; en la Ciudad de Panamá, Panamá; en Curitiba, Brasil, y otro que no puedo mencionar porque todavía no se ha anunciado, pero que pronto se anunciará. Se están considerando otros más. En todos los que mencioné tenemos ya la propiedad, y la obra marcha adelante en diferentes grados de construcción.
Estamos agradecidos por las consagraciones de nuestro pueblo que hacen que todo eso sea posible.
Uno de los aspectos más complicados de la actividad en el templo es que, al tener cada vez más templos esparcidos por la tierra, hay una repetición de trabajo en la obra vicaria; hay personas en distintas naciones trabajando simultáneamente en las mismas líneas familiares y con los mismos nombres, y no saben que hay otros en otras regiones que están haciendo lo mismo. Por ese motivo, desde hace un tiempo nos hemos embarcado en una tarea muy difícil. Para evitar esa repetición, la solución consiste en recurrir a una tecnología computarizada compleja. Se han tenido algunas indicaciones de que dará resultado y, si es así, será un hecho extraordinario con implicaciones mundiales.
Como muchos ya saben, hemos estado llevando a cabo conferencias de estaca empleando la transmisión vía satélite. La Iglesia ha crecido tanto que a los miembros de la Primera Presidencia, el Quórum de los Doce y otras Autoridades Generales ya no les es posible visitar las estacas una por una, excepto para reorganizarlas o dividirlas. La transmisión vía satélite nos permite hablar en Salt Lake City y que nos oigan y nos vean en centros de estaca y otros edificios de todo el mundo. Es algo milagroso y magnífico.
Por el mismo medio, muchos de ustedes están participando hoy de esta conferencia; nos encontramos unidos como una vasta familia internacional en la música y las oraciones, y en la instrucción y el testimonio de nuestras Autoridades Generales.
Gracias por todo lo que hacen, maravillosos Santos de los Últimos Días. Gracias por los enormes esfuerzos de los Setenta de Área, de los obispados y de las presidencias de estaca, de los líderes de las organizaciones auxiliares, de los presidentes de templo y misión, y de muchos, muchos, muchos más que dan tan generosamente de su tiempo, sus labores y medios para adelantar el reino de Dios sobre la tierra.
Ruego, mis hermanos y hermanas, que las selectas bendiciones del cielo se derramen sobre ustedes, en el nombre de Jesucristo. Amén.