El Libro de Mormón, instrumento para recoger al Israel esparcido
Jesucristo nos dio el Libro de Mormón como instrumento para recoger al Israel esparcido.
Hace treinta y seis años que cumplí una misión en el sudeste de México. En esa época no había estacas y las ciudades más grandes de la misión sólo tenían dos ramas. Las oportunidades para estudiar eran muy limitadas y existía mucha pobreza. Con dos o tres excepciones, todos los misioneros eran de Estados Unidos.
Recuerdo a la gente de la rama de Nealticán. Todos los edificios del pueblo eran de adobe, excepto la catedral católica y la capilla de los Santos de los Últimos Días. Me acuerdo de la pequeña casa de adobe del presidente de la rama; tenía piso de tierra, ventanas sin vidrios y una estera que cubría la entrada; no había muebles en la casa y su familia no tenía zapatos.
Pero su familia era feliz; él me dijo que habían vendido todo lo que tenían con el fin de comprar el pasaje para ir al Templo de Mesa, donde se sellaron por esta vida y por toda la eternidad. Muchos miembros de la rama habían hecho lo mismo.
Hace un mes volví a México para prestar servicio en la Presidencia del Área México Norte. El México de hoy es muy diferente del de hace 36 años. Nealticán es el centro de una progresista estaca de Sión. México tiene doscientas estacas y un millón de miembros de la Iglesia. Muchos de los líderes de estacas y barrios cuentan con educación académica superior y seguridad económica; y miles de jóvenes mexicanos de ambos sexos están prestando servicio en misiones de tiempo completo.
Verdaderamente, la visión que tuvo Lehi y que interpretó Nefi se está cumpliendo. “Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son de la casa de Israel, y que son el pueblo del convenio del Señor; y entonces sabrán y llegarán al conocimiento de sus antepasados, y también al conocimiento del Evangelio de su Redentor, que él ministró a sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su Redentor…”1.
Ciertamente, la gente de México y de otros países de Latinoamérica se encuentra entre los descendientes de los profetas. El Libro de Mormón es su patrimonio. Jesucristo en verdad ministró a sus antepasados.
Después de Su resurrección, Jesucristo descendió del cielo, vestido con una túnica blanca, y se puso en medio de sus antepasados aquí, en las Américas. Extendió la mano y les dijo: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.
“…soy la luz y la vida del mundo”2.
“Alzad, pues, vuestra luz para que brille ante el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto…”3.
El Salvador repitió ese consejo para la Iglesia de nuestra época, cuando dijo: “De cierto os digo a todos: Levantaos y brillad, para que vuestra luz sea un estandarte a las naciones”4. Jesucristo es la luz que sostenemos en alto como un estandarte a todas las naciones. Ofrecemos esa otra luz de Jesucristo que se ha revelado en el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.
El presidente Hinckley nos ha encomendado que leamos o releamos el Libro de Mormón antes de fin de año, en conmemoración del bicentenario del nacimiento del profeta José Smith; al hacerlo, lo honramos a él, que tradujo el Libro de Mormón “por el don y el poder de Dios”5.
Cuando el antiguo profeta Moroni apareció a José Smith, le dijo “que Dios tenía una obra para [él]; y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría [su] nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien y mal de [él] entre todo pueblo”6.
Esa profecía se ha cumplido y el nombre de José Smith se conoce y se venera por todo el mundo, incluso en la remota población de Nealticán, México.
Hace poco, un miembro de Monterrey, México, me contó cómo el Libro de Mormón cambió su vida. Cuando era adolescente, a Jesús Santos le llamaban la atención los misioneros Santos de los Últimos Días que veía caminando por las calles. Quería hablar con ellos para preguntarles sobre su iglesia, pero un amigo le dijo que uno tenía que esperar que ellos se le acercaran.
Muchas veces iba hasta el edificio de la Iglesia y observaba a través de la reja de hierro a los misioneros y a los jóvenes de la Mutual que jugaban; le parecían muy sanos y quería ser parte de ellos. Recostaba el mentón contra el cercado con la esperanza de que lo vieran y lo invitaran a participar de lo que hacían; pero eso nunca sucedió.
Cuando me relataba su historia, Jesús me dijo: “Es triste. Yo era un muchacho, y podía haber cumplido una misión de tiempo completo”.
Después, se mudó a Monterrey, México, y nueve años más tarde estaba visitando a un amigo del otro lado de la ciudad cuando los misioneros llamaron a la puerta. Su amigo quería despedirlos, pero él le rogó que les permitiera hablarles aunque fuera unos minutos; el amigo asintió.
Los misioneros les hablaron del Libro de Mormón, de cómo la familia de Lehi había viajado desde Jerusalén a América y de la visita que el Jesucristo resucitado había hecho a los descendientes de aquél en América.
Él quería saber más; quedó particularmente fascinado con la lámina que representa la aparición de Cristo en el continente americano. Dio a los misioneros su dirección y esperó meses, pero ellos nunca se pusieron en contacto con él.
Pasaron otros tres años, y un día unos amigos invitaron a su familia a una noche de hogar y le regalaron un ejemplar del Libro de Mormón.
En cuanto comenzó a leerlo, se dio cuenta de que el Libro de Mormón era verdadero. Por fin, 12 años después de haber sabido que existía la Iglesia, él y la esposa se bautizaron. Hubo tantos años perdidos. Si los misioneros le hubiesen hablado, si los jóvenes de la Mutual hubieran notado al jovencito solitario que los observaba por la cerca; si los misioneros de Monterrey lo hubieran visitado en su casa, su vida habría sido diferente durante esos 12 años. Felizmente, los vecinos que eran miembros lo invitaron a una noche de hogar y le dieron a conocer ese libro que tiene tan gran poder para convertir: el Libro de Mormón.
Actualmente, Jesús Santos presta servicio como presidente del Templo de Monterrey, México.
Jesucristo nos dio el Libro de Mormón como instrumento para recoger al Israel esparcido. En la época de Su aparición en América, Él dijo al pueblo: “Y cuando sucedan estas cosas, de modo que vuestra posteridad empiece a conocerlas, entonces les será por señal, para que sepan que la obra del Padre ha empezado ya, para dar cumplimiento al convenio que ha hecho al pueblo que es de la casa de Israel”7.
El Libro de Mormón es su propio testigo al pueblo de Latinoamérica y a todas las naciones. Su misma aparición en estos postreros días da testimonio de que Dios ha comenzado una vez más a recoger al Israel esparcido.
Con la imaginación, puedo ver a Jesús Santos, un muchacho pobre de dieciocho años, mirar a través del cerco de la capilla. ¿Lo pueden ver? ¿Lo invitarían ustedes, o invitarían a otros como él a que se una con nosotros? ¿A quién conocen que respondería a su invitación de leer el Libro de Mormón? ¿Invitarían a esa persona? No esperen.
Testifico que José Smith es el Profeta de la Restauración. El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo es el medio por el cual la gente de todas las naciones se congregará en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esta Iglesia está fundada sobre apóstoles y profetas, igual que lo estaba en días de antaño. El presidente Gordon B. Hinckley es el Profeta ungido del Señor en la tierra hoy en día. Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Ésta es Su Iglesia y Su reino. Él es nuestro rey Emanuel. Lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.