2007
A la mañana vendrá la alegría
Abril de 2007


Ven y escucha la voz de un profeta

A la mañana vendrá la alegría

Hace unos cuantos años los periódicos de Salt Lake City publicaron la noticia del fallecimiento de una buena amiga a quien la muerte se llevó en la flor de la vida. Acudí a la funeraria y me sumé a la multitud de personas allí reunidas para expresar sus condolencias al esposo y a los hijos, huérfanos de madre. De repente, la niña más pequeña, Kelly, me reconoció, me tomó de la mano y me dijo: “Ven conmigo”. Me condujo hasta el ataúd donde descansaba el cuerpo de su adorada madre. “Yo no lloro”, dijo, “y tampoco debes hacerlo tú. Mi mamá me habló muchas veces sobre la muerte y la vida con nuestro Padre Celestial. Yo les pertenezco a ella y a papá, y todos volveremos a estar juntos”. Recordé entonces las palabras del salmista: “De la boca de los niños… fundaste la fortaleza” (Salmos 8:2).

A través de mis propias lágrimas, pude ver la hermosa y confiada sonrisa de mi amiguita. Para ella, cuya pequeña mano seguía en la mía, jamás habrá un amanecer sin esperanza. Sostenidos por un testimonio inquebrantable, con la seguridad de que la vida continúa más allá de la tumba ella, su padre, sus hermanos y todos aquellos que comparten el conocimiento de esta divina verdad pueden ciertamente declarar al mundo: “…Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmos 30:5).

Con toda la fuerza de mi alma, testifico que Dios vive, que Su Amado Hijo es las primicias de la resurrección y que el Evangelio de Jesucristo es la luz radiante que hace de cada amanecer sin esperanza una mañana gozosa.

Adaptado de un discurso de la conferencia general de abril de 1976.

Algo en que pensar

  1. No hay nada malo en llorar cuando fallece un ser querido. De hecho, puede ser beneficioso. Pero Kelly no tenía el deseo de llorar. ¿Por qué?

  2. ¿Por qué crees que la mamá de Kelly le habló a menudo sobre la vida después de la muerte?

  3. ¿Por qué es Jesús las primicias de la resurrección (véase 1 Corintios 15:23; 2 Nefi 2:8–9)?