¿Por qué el Espíritu se dirigía a mí?
Era el verano de 1980 y estaba a punto de concluir mi servicio misional en la Misión Massachusets Boston. Cierta tarde teníamos una cita para enseñar a un joven y prometedor estudiante universitario sobre el plan de salvación.
En varias ocasiones durante el transcurso de la lección, me sentí casi abrumado cuando el Espíritu Santo me testificó repetidamente de que los principios que estábamos enseñando eran verdaderos. Recuerdo haber orado casi en alta voz: “Yo ya lo sé. He enseñado esta lección numerosas veces en los últimos dos años y estoy agradecido por sentir Tu Espíritu, ¡pero por favor testifica de ello también a nuestro investigador!”.
Poco después de esa tarde, me reuní con mi presidente de misión, quien me dijo que mi madre había fallecido en un trágico accidente automovilístico. Obviamente, esa pérdida repentina fue un tremendo golpe para mi familia y todo nuestro vecindario; pero una vez que las emociones del momento hubieron transcurrido y tuve la ocasión de reflexionar, recordé con una claridad meridiana el poderoso testimonio del Espíritu que había recibido durante la lección sobre el plan de salvación. Entendí que ésta es la obra de un amoroso Padre Celestial que me estaba preparando para la pérdida que se me avecinaba.
No pasa ni un día sin que eche de menos las enseñanzas y la compañía de mi madre, pero tampoco pasa un día sin que recuerde cómo me preparó mi amoroso Padre Celestial para esa pérdida.