2007
Todo empezó con un folleto
Agosto de 2007


Todo empezó con un folleto

Un joven coreano, empleado de correos, halló las respuestas que había estado buscando, pero ¿le escucharía su familia?

Un día de verano de 1969, un joven misionero en Chuncheon, Corea del Sur, le entregó un folleto sobre el propósito de la vida al empleado de una oficina de correos encargado de repartir la correspondencia procedente del extranjero. Probablemente aquel élder no tenía ni idea de la cadena de conversiones que había iniciado.

Como tampoco la tenía el empleado de correos que aceptó el folleto. Cho Joong Hyun desconocía por qué lo habían trasladado tan lejos de su hogar en Suncheon, cerca del cono sur coreano. No fue sino hasta más tarde que logró entender que tenía que estar en ese lugar en ese momento para recibir aquel folleto.

Aquel pequeño incidente llevaría a la conversión de toda su familia, así como más adelante a la de muchas otras personas en las que ésta ejercería una gran influencia. Sin embargo, aquellas conversiones no se lograron fácilmente. “Pasaron más de 20 años antes de que toda mi familia se bautizara”, dice. Por medio de sus esfuerzos, sus padres, sus hermanos y hermanas, así como sus respectivos cónyuges e hijos, han podido disfrutar de las bendiciones del Evangelio.

La propia conversión de Cho Joong Hyun resultó difícil. El folleto que le había dado el misionero era “realmente bueno”, dice, en el sentido de que daba respuestas en cuanto al propósito de la vida, que no había logrado encontrar en la iglesia cristiana a la que asistía anteriormente. Aun así, no creyó que debiera tomarse en serio a una iglesia estadounidense desconocida, por lo que guardó el folleto en un armario y se olvidó de él por un tiempo.

Se olvidó de él hasta que una mañana temprano, al despertar después de otra noche de alcohol y de billares con sus amigos, se puso a reflexionar, estando aún acostado, sobre la necesidad de cambiar su modo de vida. Fue entonces que se acordó del folleto que le dio respuestas.

El primer domingo que asistió a las reuniones de una congregación de Santos de los Últimos Días no se quedó nada impresionado. El local alquilado era pequeño y la congregación en la Escuela Dominical, recuerda, eran los misioneros, su cocinero, una abuela con dos niños y un par de estudiantes universitarios.

Pero las respuestas que había en el folleto, junto con la humildad y el testimonio de los jóvenes élderes, lo animó a seguir recibiendo a los misioneros, aunque se mostrara cauto con su Iglesia. Recuerda haber discutido con ellos en cuanto a religión. Cuando compartían con él pasajes del Libro de Mormón, pensaba: “¡Qué buenos son éstos para inventar cosas! Suena muy parecido a la Biblia”. Le dieron un Libro de Mormón, con Moroni 10:3–5 escrito a mano en la portada, junto con la promesa de que el lector conocería la verdad del libro por medio del Espíritu Santo. Recordando la experiencia de José Smith, Cho Joong Hyun fue a su lugar favorito de las montañas para ofrecer una oración personal, aunque no recibió una respuesta inmediata.

“Son verdaderos”

Cuando un día se hallaba en una biblioteca leyendo el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios, oyó con toda claridad una voz que le decía: “Son verdaderos y son míos”. Miró a su alrededor para ver si alguien más había oído la voz. Las lágrimas comenzaron a bañarle el rostro al darse cuenta de que el mensaje había sido sólo para él.

Después de su bautismo y confirmación en 1969, el mundo cambió para Joong Hyun. Las personas y las cosas que antes le habían parecido desagradables ya no lo eran. Percibía la belleza que le rodeaba aun cuando no hubiera nada diferente. Pasaba el tiempo yendo con los misioneros de puerta en puerta para compartir su testimonio.

Tuvo que posponer su actividad misional mientras servía en el ejército durante la guerra de Vietnam, pero intentó volver a compartir el Evangelio después de regresar a su hogar en Suncheon, a mediados de la década de 1970.

No había más miembros de la Iglesia en la ciudad, situación que intentó cambiar al obsequiar ejemplares del Libro de Mormón a las personas que encontraba. “Me parecía que necesitaba compartir este libro preciado y verdadero”, dice. Sin embargo, fue poco lo que logró; la influencia más grande de su actividad misional la lograría entre sus propios hermanos y hermanas.

Su hermana menor, Cho Sungja (al casarse, las mujeres coreanas retienen el apellido de la familia en la que nacieron), recuerda que al principio su hermano simplemente llevó a cabo las noches de hogar con sus hermanos y hermanas y les enseñaba principios del Evangelio, pero con el tiempo, les presentó a los misioneros.

Su hermana menor aceptó el Evangelio de inmediato, pues sintió cómo el Espíritu Santo le testificaba de la veracidad de la Primera Visión de José Smith. Miembros de otra fe religiosa le habían mostrado un pasaje de Apocalipsis en donde, según ellos, se advierte contra la acción de agregar palabras a ese libro (véase Apocalipsis 22:18–19); pero un día, cuando abrió el Libro de Mormón para leer 2 Nefi 29, varios de los versículos de ese capítulo le enseñaron sobre la necesidad de recibir revelación adicional (véanse los versículos 11–14), y de nuevo sintió el Espíritu que le testificaba que era verdad.

Su padre se oponía a que se uniera a la Iglesia, pero finalmente, y como respuesta a las oraciones de su hija, dio su consentimiento. Cho Sungja fue bautizada y confirmada en 1976, a los 16 años.

Su guía fiel

Al igual que su pionero hermano mayor, Joong Hyun, Sungja deseaba compartir el Evangelio que había encontrado, y lo hizo libremente con sus amigos de la escuela. Con el tiempo, cinco de ellos también fueron bautizados y confirmados.

Cho Yong Hyun, el hermano de Sungja que sigue a Joong Hyun, había recibido las charlas misionales junto con sus hermanos. Sus padres estaban muy atareados con el restaurante familiar y Joong Hyun, el segundo hijo, recibía con frecuencia el encargo de cuidar a sus hermanos más pequeños. Todos ellos aprendieron a amarle y a confiar en su juicio. “Respetaba mucho a mi hermano mayor, así que cuando compartió el Evangelio conmigo, pude aceptarlo”, dice Yong Hyun.

Pero la conversión de Yong Hyun no se basaba únicamente en el testimonio de su hermano; él recibió su propio testimonio fuerte de la verdad y, una vez que se hizo miembro, se entregó a servir fielmente.

Esa dedicación lo llevó, mientras estudiaba en la universidad, a querer servir como misionero, algo a lo que su padre se oponía. Pero logró conseguir su consentimiento después de prometerle que al regresar sería un mejor estudiante, y cumplió con su promesa.

Años más tarde, padre e hijo volverían a tener conflictos por causa de la Iglesia, cuando a Yong Hyun le ofrecieron empleo en el Sistema Educativo de la Iglesia. En aquel entonces tenía un trabajo próspero en una refinería de petróleo, pero aceptó la oferta laboral de la Iglesia y desde 1986 ha servido como coordinador del SEI del área Gwangju, en Corea del Sur. Su padre se opuso a ese cambio por parecerle imprudente que su hijo dejara un buen puesto en una empresa de prestigio para trabajar en una iglesia relativamente desconocida que tuvo su origen en Estados Unidos. Más tarde, su padre dijo que había llorado amargamente por la decisión de Yong Hyun y que había estado a punto de desheredarlo. Afortunadamente, ese distanciamiento quedó en el olvido.

Todos los hermanos de Cho dirán que su padre era el que se oponía más enérgicamente a que estudiaran y vivieran el Evangelio. Podía ser muy exigente y, en su papel tradicional de cabeza de la familia, esperaba obediencia.

El servicio fue la respuesta

Pero algunos de los hermanos también tenían ciertas reservas con respecto a la Iglesia. La segunda hija, Cho Gil Ja, tenía dudas respecto a por qué a su hermano mayor se le pedía que sirviera tanto a su iglesia sin recibir sueldo alguno, como sucede con los ministros religiosos de otras iglesias. Se casó y estaba criando a sus propios hijitos antes de que por fin accediera a la petición de su hermano de recibir a los misioneros.

Cuando le pidieron que leyera el Libro de Mormón, la lectura la absorbió y terminó el libro en tres días. Obedeció el consejo de Moroni en cuanto a orar respecto a las enseñanzas del libro y recibió una fuerte confirmación de que son verdaderas. Al llegar a ese punto, dice, “sentí que debía de haber algo que yo podía hacer por Dios”. La impresión que recibió como respuesta a ese deseo era que también ella debía asistir a las reuniones y brindar servicio.

Gil Ja había aprendido a servir gracias al ejemplo. Su madre siempre fue fiel a ese principio, llegando a prestar servicio a los miembros de la Iglesia incluso antes de que ella misma fuese miembro.

Su madre había llegado a amar a los miembros de la Iglesia y a las hermanas misioneras que querían enseñarle, pero le resultaba muy difícil renunciar a su religión tradicional. Tenía en su armario una estatuilla de Buda a la que ofrecía oraciones diariamente. El momento decisivo de su conversión se produjo después de que soñó que al estarle orando a su Buda, éste comenzó a derramar lágrimas de sus ojos pintados y lentamente le dio la espalda. Para ella, aquel sueño significó que había llegado el momento de seguir un nuevo curso espiritual.

Tres años después de su bautismo y confirmación, su esposo —para entonces el único miembro de la familia que aún no pertenecía a la Iglesia—, accedió por fin a escuchar el Evangelio y se convirtió. Después de unirse a la Iglesia, se transformó en un hombre diferente, dicen sus hijos, más dulce, amable y tolerante.

Una familia unida

Unos 26 años después del bautismo de Cho Joong Hyun, todos los de la familia eran, por fin, miembros de la Iglesia. Una de las experiencias más maravillosas que han vivido juntos fue cuando ambos padres se sellaron en el Templo de Seúl, Corea del Sur. Otro momento emotivo se produjo posteriormente cuando en una reunión familiar los hijos de la familia Cho interpretaron para su padre la canción de cuna que éste solía cantarles cuando eran pequeños.

La madre sirvió fielmente en la Iglesia hasta el fin de sus días. Aun en el hospital, enferma de cáncer de estómago, fue una misionera para la jovencita que estaba en la cama contigua, dándole a conocer el Evangelio.

Sus hijos e hijas prosiguen con la tradición de servir. Hay dos presidentes Cho en la familia. Yong Hyun, el coordinador del SEI, ha servido en diversos llamamientos de liderazgo del sacerdocio durante años y actualmente es el presidente de la Estaca Gwangju. Cho Joong Hyun, el precursor de la Iglesia en su familia, también ha servido como líder en diversos llamamientos en Suncheon, incluso el de presidente de distrito. Actualmente sirve como presidente de la Rama Suncheon. Cho Gil Ja ha servido durante más de 16 años como presidenta de Sociedad de Socorro de barrio y de estaca. Otros hermanos y hermanas de la familia también están activos en sus respectivas áreas, y todos están casados con miembros activos.

De los hijos y nietos de la familia Cho, hasta la fecha siete han servido como misioneros y otros están preparándose para servir. Varios hijos y nietos se han casado con ex misioneros y ya hay una cuarta generación de los Cho que empieza a crecer en la Iglesia. Sus días no han estado libres de dificultades, pero han recibido bendiciones por medio de su obediencia.

El misionero que entregó un folleto a un joven empleado de correos hace casi cuatro décadas no podía ni imaginarse el fruto que daría la pequeña semilla que sembró, pero la cosecha ha sido abundante… y tal vez no sea más que el principio.