UN TESTIMONIO PERSONAL DEL SALVADOR
Supongo que mi bautismo cuando era una niña de once años marcó el principio de mi testimonio de Aquél a cuya Iglesia me había afiliado. Desde entonces he tenido el deseo de seguir las enseñanzas de Jesucristo y de vivir de acuerdo con los principios del Evangelio.
El obtener mi testimonio de Jesucristo ha sido un proceso gradual y se ha incrementado con mi participación activa en la Iglesia. En lo hermoso de la naturaleza he percibido muchas veces Su gran amor por nosotros y eso me brinda un mayor aprecio por Él. Al ayunar y orar y recibir respuesta a esas oraciones, he sentido que el Espíritu me testifica, sabiendo que Jesucristo es el Mediador entre el Padre Celestial y nosotros. He tenido el gozo de estar cerca de Él las muchas veces que voy a adorarlo al templo.
A lo largo de mi vida, mi testimonio ha crecido y se ha fortalecido hasta que, actualmente, no tengo duda alguna de que Jesucristo es el Hijo de Dios, mi Salvador y Redentor. Ese conocimiento me brinda una serena tranquilidad y paz.