Cómo mantener vivo el estudio de las Escrituras
Como los miembros de Iglesia por todo el mundo pueden confirmarlo, existen muchas maneras eficaces de estudiar las Escrituras.
En una revelación al profeta José Smith en 1830, el Señor extendió la siguiente invitación: “Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz” (D. y C. 19:23). El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) reafirmó esa promesa de paz y guía: “Me doy cuenta de que cuando tomo a la ligera mi relación con la divinidad y cuando me parece que no hay oído divino que me escuche ni voz divina que me hable, es porque yo estoy lejos, muy lejos. Si me sumerjo en las Escrituras, la distancia se acorta y vuelve la espiritualidad”1.
A continuación, miembros de la Iglesia aportan sus ideas en cuanto a algunas de las maneras de lograr sumergirnos en las Escrituras.
Estudiemos a los profetas
He leído el Libro de Mormón muchas veces, y en cada una de ellas he buscado diferentes temas y enseñanzas. En esta ocasión, decidí emprender la lectura con la idea de saber más acerca de los profetas del Libro de Mormón. Cuando comencé por 1 Nefi, tomé notas sobre Lehi, divididas en seis categorías: enseñanzas, características personales, relación con su familia, relación con Dios, relación de Dios con él y maneras en las que recibió revelaciones. Después estudié las mismas cosas aplicándolas a los profetas que le seguían, como Nefi y Jacob. Procuro averiguar cuáles son los atributos comunes de los hombres a quienes el Señor llama como profetas y determinar las enseñanzas clave de cada profeta.
Deb Walden, California, E.U.A.
Hagamos preguntas
Mientras leo, formulo preguntas de dos categorías diferentes. En primer lugar, procuro comprender el pasaje y ver cómo podría aplicarse a mi vida. Hago preguntas como las siguientes: ¿Qué aspecto de mi vida se asemeja a esta situación? ¿Qué principio se enseña aquí? ¿Por qué incluyó esto el autor? ¿Cómo puedo aplicar esto a mi vida ahora mismo? En segundo lugar, hago preguntas relacionadas con las dificultades que yo esté enfrentando en ese momento: situaciones o problemas para los que busco una respuesta. Puede tratarse de situaciones familiares, cambios de orientación vocacional u otras cuestiones. Cuando hago esas preguntas, tal vez termino dedicando todo el tiempo de lectura de las Escrituras a unos pocos versículos a medida que procuro escuchar al Espíritu y averiguar lo que pretende enseñarme el Señor. He aprendido que las respuestas llegan cuando leo planteándome preguntas.
Joanne Z. Johanson, California, E.U.A.
Imaginémonos a nosotros mismos en las Escrituras
Cuando abro los libros canónicos, lo hago con un objetivo. Procuro tener el deseo de buscar algo que resulte interesante y útil para mí y para los demás. Busco un lugar apartado de ruidos y conversaciones. Evito las distracciones y desecho todo pensamiento que no tenga que ver con las Escrituras. Para lograrlo, imagino la ubicación física en la que se produjeron los acontecimientos que estoy estudiando y los vivo como si fuera un espectador. Me concentro hasta el punto en que me aparto completamente del mundo que me rodea.
Juan de Dios Sánchez, República Dominicana
Mantengamos un diario de las Escrituras
Al reflexionar en los momentos de mi vida en los que me he sumergido en las Escrituras, invariablemente llevaba un diario de estudio en el que anotaba las impresiones y los pasajes de las mismas que me inspiraban. Por consiguiente, busqué un cuaderno y un bolígrafo (una pluma) y los puse junto a las Escrituras. Al principio, me costaba mucho escribir acerca de lo que leía; me llevaba demasiado tiempo y esfuerzo. Lo cierto es que no quería más que un bocado espiritual para después seguir con mi trabajo cotidiano. No obstante, persistí en el esfuerzo y las Escrituras cobraron vida. Comencé a pensar, a analizar minuciosamente los pasajes y a aplicarlos a mi vida. Frases sencillas proporcionaban soluciones a desconcertantes problemas a los que me enfrentaba como madre. Pronto me di cuenta de que podía tomar notas y que no me llevaba más tiempo que la lectura normal. También me he dado cuenta de que cuando vuelvo a leer mis reflexiones pasadas, encuentro respuestas a las preguntas y preocupaciones actuales. Es como si el Señor me enviara instrucciones un par de semanas antes de necesitarlas.
Erica Miller, Utah, E.U.A.
Comencemos con una oración
No percibí ninguna mejora significativa en mi comprensión de los mensajes que contienen las Escrituras sino hasta que asimilé el concepto de orar antes de comenzar a leer. Me di cuenta de que la oración ferviente antes de comenzar a leer hacía posible que el Espíritu Santo me hablara a la mente. Una oración sincera, expresada con verdadera intención a mi Padre en los cielos, permitía que mi espíritu se comunicara con el Espíritu Santo a medida que estudiaba las Escrituras y meditaba en ellas. Con el paso del tiempo, he encontrado en las Escrituras muchas respuestas a mis preguntas. Al concentrar mis oraciones en preguntas específicas relativas a mi situación actual y al pedir al Padre Celestial que bendiga mi mente con una mayor comprensión, recibo guía en cuanto a mis inquietudes. Si busco esa guía antes de comenzar a leer, encuentro situaciones en las Escrituras que puedo aplicar a mí mismo (véase 1 Nefi 19:23).
Jess Rudd, Washington, E.U.A.
Busquemos las enseñanzas del Salvador
Mientras prestaba servicio como misionero de tiempo completo en la Misión Chile, Santiago Oeste, aprendí muchas lecciones valiosas sobre el estudio de las Escrituras y sobre cómo lograr que fuera más fructífero para los investigadores y para mí mismo. Un día, mientras enseñaba a una hermosa joven familia, sentí de manera muy clara que no sólo debía animarles a leer 3 Nefi 11, sino también fijarles un objetivo para la lectura. En vez de limitarme a testificar de que aprenderían en cuanto a la visita del Salvador a las Américas, mi compañero y yo les invitamos a concentrarse en lo que enseñó el Salvador, en especial la primera cosa que enseñó. Además, hicimos participar a los niños describiéndoles la lectura como una caza del tesoro; al hacerlo de esa manera, logramos que nos dedicaran una atención total. Puesto que los niños tenían muchas ganas de ayudar a sus padres a encontrar los tesoros de verdad escondidos en el Libro de Mormón, cobramos mucha más confianza en que la familia cumpliría con su compromiso.
Cuando regresamos al día siguiente, la familia no sólo había leído y descubierto la primera enseñanza de Cristo a los antiguos habitantes de las Américas, sino que además había hecho un resumen de prácticamente todas Sus enseñanzas en ese capítulo. Hasta los niños estaban entusiasmados.
Ryan Gassin, Minnesota, E.U.A.
Incluyamos la conferencia general y los himnos
Teníamos dificultades en nuestro estudio de las Escrituras en familia. Nos costaba mucho que los niños prestaran atención, así que probamos este método: Mi esposo y yo leíamos por turnos discursos de la conferencia general en voz alta a nuestra familia y cuando llegábamos a un pasaje de las Escrituras, indicábamos la referencia. Cuando nuestros hijos la encontraban, todos la marcaban y uno de ellos la leía. Al hacerlo, nuestros hijos estaban sentados al borde de sus asientos, con las Escrituras y los lápices en la mano. Al llegar al final, nos decían: “¡Oh, un pasaje más, por favor, uno sólo!” Terminábamos el estudio cantando un himno. Al prepararnos para cantar, enseñábamos a nuestros hijos cómo buscar los pasajes de las Escrituras que aparecían en la parte final del himnario. Encontraban uno de los versículos que habíamos marcado y cantábamos un himno que recalcaba el principio del Evangelio que habíamos estudiado. ¡Era un estudio de las Escrituras verdaderamente significativo!
Donna Macurdy Nielson, Virginia, E.U.A.