La educación representa un milagro cada vez mayor
Como misionero recién llegado de la misión, los días del hermano Viwe Xozwa eran agotadores. El converso de Port Elizabeth, Sudáfrica, decidido a estudiar, regularmente asistía a la escuela desde las ocho de la mañana hasta el mediodía, trabajaba desde la una hasta las seis de la tarde y luego estudiaba hasta las ocho o las nueve de la noche.
Sin embargo, al hermano Xozwa nunca le molestó el ocupadísimo horario que llevaba. Al contrario, agradecía la oportunidad que tenía de estudiar y de aprender, lo que fue posible gracias a la generosidad de otras personas.
El hermano Xozwa es uno de los beneficiarios de un préstamo del Fondo Perpetuo para la Educación (FPE), sin el cual el obtener una educación académica no habría sido posible. Actualmente, a los 27 años, es ingeniero en informática y el secretario ejecutivo de su estaca, y atribuye muchas de sus bendiciones al FPE.
“No habría podido lograr todo esto si ese programa inspirado no se hubiera establecido”, dijo.
La oportunidad de superarse
El presidente Gordon B. Hinckley anunció el FPE en la conferencia general de marzo de 2001, el cual tiene como fin ayudar a los jóvenes a obtener aptitudes que les permita, a ellos y a sus familiares, elevarse por encima de la pobreza y hacer contribuciones significativas a la sociedad y a la Iglesia.
Misioneros jóvenes de clase humilde sirven fielmente al Señor en muchas naciones del mundo. En su discurso, el presidente Hinckley habló de los desafíos que esos jóvenes encaran cuando vuelven a casa:
“Vuelven… con grandes aspiraciones; pero muchos de ellos tropiezan con enormes dificultades para conseguir empleo porque no tienen la preparación necesaria y vuelven a hundirse en la pobreza de la que vinieron” (“El Fondo Perpetuo para la Educación”, Liahona, julio de 2001, pág. 60).
Basado en los mismos principios del Fondo Perpetuo para la Emigración, que permitió que los Santos viajaran al Valle del Lago Salado en el siglo XIX, los líderes de la Iglesia esperan que el programa del FPE ayude a dar fin a la persistente pobreza.
Al ofrecer préstamos de bajo interés para obtener capacitación vocacional, técnica y profesional, el programa brinda a los participantes entre los 18 y los 30 años, que tengan aspiraciones, la oportunidad de aprender sin adquirir muchas deudas, las destrezas necesarias para obtener un buen empleo así como la autosuficiencia e independencia.
El élder John K. Carmack, miembro emérito del Quórum de los Setenta y Director Ejecutivo del FPE, dijo que el programa facilita el aprendizaje y el progreso de los jóvenes, que lo único que precisan es una oportunidad y un poco de orientación.
“Ayudamos a los jóvenes a soñar, a planificar sus carreras y a tener éxito”, dijo el élder Carmack.
Las puertas se abren
Aunque siempre planeó cursar estudios superiores, el hermano Xozwa y su madre no contaban con los fondos para pagarlos. Existía la posibilidad de obtener un préstamo bancario aun cuando las altas tasas de interés lo hubieran hecho muy costoso y le hubiera tomado mucho tiempo pagarlo. En vez de ello, un matrimonio misionero del Sistema Educativo de la Iglesia de su zona le informó al hermano Xozwa en cuanto al FPE, tras lo cual solicitó y recibió un préstamo del FPE de $1.150 dólares y se inscribió en clases de ingeniería informática en la Universidad Damelin de Port Elizabeth.
Después de aproximadamente un año de estudiar, al hermano Xozwa le ofrecieron un trabajo en una empresa consultora de tecnología informática. La compañía lo esperó hasta que terminara el año escolar y lo apoyó en sus esfuerzos por continuar sus estudios. Gracias a su empleo, al año siguiente pudo pagar el préstamo y la compañía le ha pagado los estudios adicionales que ha realizado durante los últimos cuatro años en disciplinas tales como relaciones laborales, gobierno corporativo, administración de empresas y administración avanzada de proyectos.
“El programa del FPE me dio el arranque inicial que yo precisaba, y pude hacer el resto por mi cuenta”, dijo. “Me dio el impulso inicial y de allí se abrieron las puertas”.
Un milagro y otros que vendrán
Desde que el presidente Hinckley anunció por primera vez el programa hace siete años, unas 28 mil personas, aproximadamente la mitad hombres y la mitad mujeres, han recibido préstamos del FPE. El programa tuvo sus inicios en México, Perú y Chile, y ahora se ha expandido para ayudar a personas en 40 países por todo el mundo, incluso Mongolia, Camboya, Kenya, Ghana, Sudáfrica, algunas islas del Pacífico y casi toda Latinoamérica.
El programa lo financian tanto miembros, quienes destinan fondos para el programa en las boletas de diezmos y ofrendas, como amigos de la Iglesia que creen en el propósito del programa. El dinero recolectado (el capital que se invierte) nunca se reduce, y los préstamos se hacen sólo con los intereses que se ganan con el capital.
“Los miembros y amigos [de la Iglesia] han sido muy generosos”, dijo el élder Carmack, y añadió que tanto el presidente Hinckley como el presidente Monson han denominado el éxito del programa como “un milagro”.
“Hemos crecido”, dijo el élder Carmack, y cree que la Iglesia verá “aún más crecimiento en el futuro”.
La devolución de fondos sagrados
Puesto que sabía de dónde procedía su préstamo, el hermano Xozwa se dedicó plenamente a tener éxito en sus estudios y a pagar el préstamo. Él deseaba utilizar las generosas donaciones de la mejor manera posible.
“Me di cuenta de que esos fondos eran sagrados. Otras personas hicieron una contribución a mi formación académica, por lo que era mi responsabilidad demostrar mi agradecimiento por medio del estudio arduo”, dijo él. “El dinero que se me otorgó no se me dio para hacer con él lo que quisiera. Se me dio la oportunidad de hacer algo con mi vida, de darle un impulso a mi futuro, y era mi responsabilidad asirme a esa oportunidad con ambas manos y no fracasar”.
Además de dar a los jóvenes adultos oportunidades financieras, el FPE les permite crecer en el Evangelio y fortalecer sus países y a otros miembros que tengan necesidad de una oportunidad para estudiar. Algunos graduados del programa se han convertido en líderes de la Iglesia, dijo el élder Carmack, y están fortaleciendo la Iglesia en sus propios países.
“Como miembros fieles de la Iglesia, pagarán su diezmo y ofrendas, y la Iglesia será mucho más firme gracias a la presencia de ellos en las regiones donde viven”, dijo el presidente Hinckley (Liahona, julio de 2001, pág. 60).
Conforme los alumnos pagan los préstamos, el dinero se vuelve a depositar en el fondo con el fin de ayudar a otras personas que precisen ayuda para financiar su formación académica, haciendo que este fondo sea “perpetuo”.
Hacer maravillas para uno mismo y para los demás
El hermano Xozwa comprendió este principio y se sintió motivado a ayudar a los demás a recibir las mismas oportunidades que él gozó.
“El Señor te da la oportunidad de progresar, pero también la de ayudar a la otra persona”, dijo él. “Era mi responsabilidad pagar el dinero lo antes posible a fin de que la siguiente persona pudiera tener la misma oportunidad de estudiar y de progresar. Imagínense el gran número de personas en que podemos influir si se usan correctamente los fondos. Se pueden hacer maravillas no sólo para uno mismo, sino también para otras personas”.
Su experiencia le ha enseñado destrezas de liderazgo y a ser independiente, así como la autosuficiencia y la capacidad de cumplir con los compromisos.
“No se trata sólo de la formación académica, ni de obtener un diploma o un título. No se trata sólo de una carrera, pues es mucho más que eso. Abre las puertas para que uno mismo progrese en forma individual”, dijo él.
Monedas que logran cambios y que afectan a generaciones
El hermano Xozwa dijo que siempre estará agradecido por la generosidad que se le brindó, la que causó un gran cambio en su vida.
“Algún día me gustaría conocer a la persona o a las personas que hayan contribuido al programa en su etapa inicial para decirles gracias”, dijo él. “Quizá para ellos sólo fueron monedas que cargaban en el bolsillo, pero esto ha logrado cambios que afectarán a generaciones. Ha cambiado a mi familia”.