2008
Villancicos al otro lado del país
December 2008


Villancicos al otro lado del país

La música y el canto han sido siempre muy importantes para mi familia. Durante mi niñez, mi hermana solía tocar el piano mientras mis otros cinco hermanos y yo nos juntábamos para cantar nuestras canciones favoritas de la Iglesia. Esos momentos forman parte de mis recuerdos más preciados.

Después de graduarme de la enseñanza media superior, viví cerca de mi familia, hasta que me casé con un hombre maravilloso que prestaba servicio militar en nuestra ciudad en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Un año y medio más tarde, mi esposo y yo, junto con nuestra pequeñita de dos meses, nos trasladamos a otra base al otro lado del país. Más tarde tuvimos otro hijo y, con los gastos adicionales, no nos había sido posible regresar a visitar a nuestras familias. Mis padres, que aún tenían seis hijos en casa, tampoco podían hacer el gasto para visitarnos. Muchas veces me sentía muy sola por vivir lejos de mi familia y por echar de menos a mi esposo, que con frecuencia salía en asignaciones militares. Los días festivos eran los más difíciles.

Durante la víspera de la Navidad en 1996, mientras mi esposo y yo participábamos en las actividades tradicionales de la Nochebuena con nuestros dos pequeños, mis pensamientos estaban constantemente con mis padres y hermanos. Miré el reloj y tuve la certeza de que todos estarían sentados sobre una frazada extendida en el suelo y que estarían disfrutando de un “almuerzo de Navidad” con fruta, salchichitas, queso y galletas, mientras que papá leía el relato del nacimiento de Cristo de las Escrituras. Me imaginaba la cara de cada uno de ellos, y la mía era la única que faltaba.

Mientras meditaba, rogaba poder sentirme más cerca del resto de mi familia; de pronto, sonó el teléfono y me encontré hablándole a mi madre; me dijo que quería que oyéramos algo. Encendí el altavoz del teléfono y escuchamos a mis tres hermanas menores que alrededor del piano cantaban las más bella versión de “¿Oyes lo que yo oigo?”. A mi esposo y a mí se nos llenaron los ojos de lágrimas al escuchar la armonía en tres partes que provenía del teléfono. Casi podíamos sentir la presencia de mi familia en la habitación.

Siempre atesoraré el dulce espíritu que su sencilla canción trajo a nuestro hogar aquella Nochebuena. De todos los regalos que recibimos aquella Navidad, muchos de ellos comprados en tiendas y envueltos y rotulados delicadamente, lo que fue de más valor para nosotros fue aquella dulce canción.