Voces de los Santos de los Últimos Días
Ilustraciones por Doug Fakkel
Lloramos de gratitud porque lo poco que teníamos era suficiente para brindarle gozo a alguien que tenía menos.
Siempre atesoraré el dulce espíritu que su sencilla canción trajo a nuestro hogar aquella Nochebuena.
Esa tarde recibí mi primer y aún más preciado regalo de Navidad: el pertenecer a la Iglesia del Señor.
Sin vacilar, el joven extendió una amable sonrisa, un apretón de manos y un cálido saludo. Al hombre se le iluminó el rostro, y ambos empezaron a conversar amigablemente.