El regreso a casa
Suzanne Goble, Utah, E.U.A.
Cuando mis padres se separaron, yo estaba viviendo lejos de mi hogar por primera vez. Era apenas mi primer mes en la universidad y, debido a que mi vida familiar había cambiado, me resultaba difícil entender el significado de la palabra hogar. La época en que mis padres se divorciaron y mi familia se mudó de la casa en la que había vivido durante los últimos dieciocho años de mi vida fue la época de mayor confusión. Sabía que no me había quedado sin hogar, pero me sentía como si así fuera.
Con frecuencia he escuchado hablar de la Iglesia como un “refugio contra la tempestad” (D. y C. 115:6). Instituto se convirtió en ese refugio para mí mientras luchaba contra esa nueva tempestad en mi vida. Me inscribí en instituto y, a pesar de que no recuerdo las palabras exactas que se pronunciaron durante las clases, nunca olvidaré la sensación de paz y consuelo que sentía mientras escuchaba. Empecé a descubrir el amor que el Padre Celestial siente por mí y llegué a conocer más profundamente al mejor Consejero que he encontrado: Jesucristo.
Tengo que pagar por la educación universitaria, pero las lecciones de más valor son las que aprendo de las clases de instituto, y ésas son gratis. Ahora me doy cuenta de que la definición de hogar no es necesariamente la casa en la que uno crece, sino un lugar en donde nos enseñan las lecciones que se tienen que aprender en esta vida y donde abunda el amor. Por lo que he aprendido y por el Espíritu que sentí, instituto ha llegado a ser un nuevo hogar para mí. Es maravilloso tener un lugar en el que me siento querida y bienvenida.