Caminar la segunda milla
A veces, un pequeño esfuerzo adicional trae grandes resultados.
Cuando Stein Arthur Andersen tenía unos quince años, ni él ni su familia eran activos en la Iglesia. Se habían mudado varias veces de unas regiones de Noruega a otras. Esta vez se encontraban en Stavanger, la cuarta ciudad más importante del país, situada en la costa suroeste. Algunas veces Stein había asistido a la iglesia en esa ciudad y había conocido a algunos jóvenes Santos de los Últimos Días. Uno de esos jóvenes, Tor Lasse Bjerga, dejó en Stein una impresión muy favorable.
Fue durante una de aquellas visitas poco frecuentes a la iglesia que Stein conoció a Tor Lasse. “Tenía dos años más que yo, y me impresionó mucho”, dice Stein. “Sentía un buen espíritu cuando estaba con él, y pensé que era un chico fantástico”. Si Stein no se hubiera quedado tan impresionado con Tor Lasse, quizá no habría estado dispuesto a escucharlo cuando éste fue a su casa para extenderle una invitación especial.
Aquella invitación llegó a mediados de los años setenta, cuando se iniciaba en Noruega el programa de seminario y se había llamado a Tor Lasse como el primer maestro del mismo. Como solamente tenía dieciocho años en aquel entonces, se sentía un poco nervioso ante semejante responsabilidad. “Oré mucho al respecto”, recuerda. De lo que no tenía duda era que deseaba acercarse a los jóvenes del lugar que eran menos activos; él dice: “Sentí inmediatamente que debía ir a visitar a Stein Arthur”.
“Probablemente yo fuera uno de los nombres que figuraba en una lista”, dice Stein. No obstante, para Tor Lasse, Stein era mucho más que eso. Tor Lasse recuerda lo impresionado que se sintió con la inteligencia y el carácter decidido de Stein, así que decidió visitarlo personalmente e invitarlo a participar en el nuevo programa de seminario.
Tor Lasse había llamado por teléfono a los padres de Stein para asegurarse de que éste estuviera en casa en el momento de la visita. Para llegar a la casa de Stein, Tor Lasse tenía que viajar en autobús durante treinta y cinco minutos, después en transbordador durante cuarenta y cinco minutos más y finalmente otros treinta minutos a pie. “Pienso mucho en ello”, dice Stein. “Lo que hizo Tor Lasse fue verdaderamente ir la segunda milla”.
Ambos recuerdan aún el espíritu que sintieron durante aquella reunión hace casi treinta y cinco años. Sentados en el comedor, Stein pensaba en todas las cosas que lo mantenían ocupado: “Siempre estaba ocupado con fútbol, con los scouts o tocando la trompeta, y haciendo todo tipo de cosas. Siempre tenía algo que hacer”, dice.
“Tor Lasse se volvió hacia mí al hablar de seminario y me dijo: ‘Stein Arthur, ¿te gustaría matricularte en el programa de seminario y comenzar a estudiar las Escrituras con nosotros?’. Yo estaba sentado junto a la chimenea y le dije que sí. Lo más lógico habría sido rechazarlo porque no tenía tiempo; pero dije que sí, y así comenzó todo”.
Ese “todo” incluía levantarse temprano por sí solo todas las mañanas para estudiar las Escrituras y las lecciones de seminario en su casa. Luego, aquel pequeño grupo de cuatro o cinco estudiantes se reunía una vez por semana. “Poco a poco, comencé a sentir el Espíritu durante mi lectura personal en aquellas mañanas, y me levantaba temprano todos los días”, explica Stein. “Con el tiempo, llegué a sentir que si algún día no estudiaba por la mañana, aquel día no sería lo mismo. Comencé a obtener un testimonio sin siquiera darme cuenta de ello”.
Stein añade: “Después de un tiempo llegué a comprender lo que eran aquellos sentimientos. Me sentía bien acerca de lo que estaba aprendiendo y sentía el Espíritu. Sentí que era correcto y supe que era algo sobre lo que deseaba edificar mi vida”.
Pero, ¿por qué aceptó Stein la invitación aun cuando pensaba que estaba sumamente ocupado? “Creo que la influencia del Espíritu Santo surtió efecto en mí”, dice. “De alguna manera, creo que se me había preparado. Por ello, cuando Tor Lasse vino con fe, caminó la segunda milla y yo estaba listo para recibir su invitación. Así es como funciona el Señor”.
Aproximadamente un año más tarde, Tor Lasse decidió servir en una misión y se le llamó a Noruega. Durante ese tiempo, Stein siguió fortaleciendo su propio testimonio del Evangelio. “Cuando Tor regresó de la misión, comencé a pensar seriamente en la misión también”, dice Stein. “Llegué a la conclusión de que debía ir porque deseaba servir al Señor, y que si no lo hacía, probablemente lo lamentaría el resto de mi vida”.
Stein recuerda que después que hubo hablado con sus líderes del sacerdocio en cuanto a su deseo de servir en una misión, en su camino de regreso a casa sentía como si flotara por encima del suelo. Antes de marcharse a su misión, también con destino a Noruega, conoció a su futura esposa, Hilde, en una conferencia de la juventud en Oslo. Durante su misión se escribieron con frecuencia, y a su regreso se casaron. Actualmente tienen cuatro hijos: dos varones ya sellados con sus esposas en el templo y dos hermanas menores, que todavía viven con ellos y participan en seminario.
“Aquella noche en la que Tor Lasse fue a nuestra casa cambió mi vida para siempre”, dice Stein. Aquella visita le condujo al camino en el que encontraría a su esposa, serviría en una misión e iniciaría su propia familia, todo ello con los pies firmemente arraigados en el Evangelio. “He sido presidente de rama, presidente de distrito y obispo; todo ello gracias a que Tor Lasse fue a nuestra casa y a que yo decidí participar en el programa de seminario”. Todo porque Tor Lasse estuvo dispuesto a caminar la segunda milla.