Desde abajo hasta arriba
Esta jovencita de Uruguay sabe cómo conseguir lo que quiere.
Cuando tienes talento, la gente a veces dice que eso te llevará hasta arriba, pero en el caso de Joselén Cabrera, su talento la llevó hasta el punto más bajo del mundo: la Antártida. Con el tiempo, aprendió que vale la pena ir tras sueños encomiables y que, junto con esos sueños, habrá personas que estarán dispuestas a ayudar cuando sea necesario.
Cuando tenía catorce años, Joselén ganó un concurso de dibujo patrocinado por la Asociación Civil Antarkos de su país natal, Uruguay. El premio era un viaje a la Antártida para ella y su maestra de escuela, junto con un grupo de alumnos y maestros. Su padre y la mujer que le enseñó a dibujar la ayudaron mostrándole la manera de terminar el dibujo que había imaginado.
El viaje constó de tres emocionantes etapas: primero, un vuelo en un avión del ejército desde Montevideo, Uruguay, hasta Punta Arenas, Chile; luego, un vuelo sobre el mar hasta la base chilena de la Antártida, al cual siguió un viaje por tierra hasta la base uruguaya, Base Científica Antártida Artigas, que queda a aproximadamente tres mil kilómetros de Montevideo. Varios países tienen bases científicas apiñadas en la Isla Rey Jorge, cerca de la costa de Antártida.
El dibujo y el relato del viaje de Joselén se publicaron en una revista nacional: Uruguay Natural.
Sonriendo, Joselén cuenta que la Antártida resultó no ser exactamente como ella se la imaginaba. En su dibujo había pingüinos y hielo. Durante su visita, era verano: sobre la tierra árida había partes pequeñas que tenían nieve y había unos cuantos pingüinos. Pero eso le dio la oportunidad de ver otros panoramas. Disfrutó de caminar por la costa, donde vio el Glaciar Collins, el pasaje de Drake y el Lago Uruguay, del cual la base de su país recoge agua fresca. También pudo visitar otras bases.
El viaje fue un sueño hecho realidad para Joselén, que ahora tiene diecinueve años y es miembro de la rama Colonia Suiza, Distrito Colonia Uruguay. Desde que realizó el viaje, también ha hecho realidad otros sueños. Uno de ellos era completar las experiencias de su Progreso Personal y recibir su Reconocimiento a la joven virtuosa. Joselén dice que usa el medallón para recordar las cosas que ha logrado y lo que puede llegar a ser como hija de Dios. Ahora que ya ha terminado su enseñanza secundaria, tiene planes de estudiar arquitectura en la universidad.
Hasta el momento, no ha tenido muchas oportunidades de compartir su testimonio en la escuela. Si bien sus amigos respetan sus creencias, no hablan mucho acerca de religión. Joselén es reservada, pero no tiene miedo de defender lo correcto. Tuvo ocasión de hacerlo una vez que uno de los alumnos les dijo a los compañeros que a los Santos de los Últimos Días los obligaban a pagar el diezmo. No, no es así, corrigió ella. “Lo damos voluntariamente”, dijo, y explicó que el diezmo es una ofrenda voluntaria para Dios.
Joselén se crió en la Iglesia, pero obtuvo su propio testimonio cuando tenía alrededor de doce años y llegó a darse cuenta de que no podía depender siempre del conocimiento de sus padres. Afirma que el testimonio “no se logra de improviso, pero supe que el Evangelio me traía gozo”.
Durante las vacaciones de verano acompaña a las misioneras. De vez en cuando, tiene la oportunidad de compartir su testimonio con sus conocidos. Un día, la charla misional resultó ser con su mejor amiga de la escuela. “Le dije lo que realmente siento”, dice Joselén, quien está contenta por haber podido compartir su testimonio con su amiga.
“Me gusta el relato de José Smith, cuando estaba pasando por un momento difícil en la Arboleda Sagrada y, aun así, siguió orando”, dice (véase José Smith—Historia 1:15–17). “Su valentía me parece fascinante”. Admira la forma en que el joven profeta se mantuvo fiel a lo que sabía, incluso cuando otras personas se burlaban de él.
Nefi es otro de sus héroes, y dice: “Admiro la valentía que tuvo Nefi cuando no dejó que sus hermanos lo detuvieran” (véase 1 Nefi 3:14–21; 4:1–4).
Hay otro sueño que está tratando de lograr, y tiene que ver con otro de sus pasatiempos preferidos: la música. Joselén y su hermana Ileana acaban de obtener su certificación de profesoras de órgano. A Joselén le encanta tocar —desde canciones de la Primaria hasta música de películas— y le encanta escuchar música, especialmente al Coro del Tabernáculo Mormón.
“Cuando tengo un problema, me viene un himno a la mente”, cuenta. “Los himnos me ayudan a encontrar respuestas”. Todos los días escolares asiste a seminario en la capilla que está cerca de su casa. “A veces me voy temprano y me siento al piano para tocar himnos”, dice.
Cuando hay una transmisión de la conferencia general, llega temprano para sentarse y escuchar el preludio musical del Coro del Tabernáculo.
Ahora que Joselén ha ido a la Antártida —un lugar que pocos llegarán a conocer en persona—, ¿hay algún otro lugar especial que le gustaría visitar?
“Me gustaría ir a la conferencia general y oír al coro”, responde.
¿Quién sabe? Si Joselén ha podido ir a uno de los puntos más bajos de la tierra, ¿qué le impide llegar hasta lo más alto de lo que desee hacer?