Le enseñé a un amigo
Christian S., 10 años, Arizona, E.U.A.
Salí en un viaje escolar de dos días con otros compañeros de quinto y sexto año para estudiar paleontología, y tres de mis amigos y yo compartimos la misma habitación del motel donde nos hospedamos. Uno de ellos encontró una Biblia en el cajón de la mesita de noche, la hojeó y después me preguntó si lo ayudaría a leerla. Me quedé sorprendido porque no conocía ninguno de los relatos de las Escrituras que yo pensaba que todo el mundo conocía. Le enseñé acerca de la Creación, de Adán y Eva, y de la Resurrección. También le conté acerca de José Smith y le conté algunos relatos que aprendí en la Primaria.
Después de eso, pensé que debíamos orar; dejé que mi amigo dijera la oración. Yo le dije cómo hacerla, diciéndole las frases, una por una, y pidiéndole que las repitiera. Yo sentía algo cálido y mi amigo dijo que sentía algo bueno en su interior.
Nunca pensé que eso sucedería en un viaje escolar. Estoy contento porque cuando tuve la oportunidad de ser un misionero, estuve preparado y no tuve miedo de compartir mis creencias.