Cuando GayLynn Ribeira, estudiante de arte de la Universidad Brigham Young, oyó los asombrosos relatos sobre los santos pioneros de Ghana, sintió un gran deseo de pintar retratos de ellos como proyecto de ilustración para su grado de bachiller en Bellas Artes. Hacia fines de 2005, comenzó a tratar de encontrar una forma de lograrlo. El resultado fue una beca para que ella y otros tres estudiantes de arte, —Jesse Bushnell, Emmalee Glauser Powell y Angela Nelson— pasaran en Ghana los meses de mayo y junio de 2006. Richard Hull, miembro del cuerpo docente de la universidad, fue el supervisor del programa; los cinco se ocuparon de reunir relatos e imágenes no sólo de algunos santos pioneros, sino también de miembros nuevos. En los meses siguientes al viaje, la abundante información reunida se reflejó en pinturas que, en octubre de 2007, se expusieron en las paredes de la Galería B. F. Larsen, de la Universidad Brigham Young. A continuación figuran algunas imágenes de esas obras de arte.
1. Aunque sola, se mantiene firme, Adjoa, por Angela Nelson
“Es bueno ser miembro cuando se está en el hogar o entre la gente”, dice Adjoa Amoa-Ampah, que está estudiando para ser doctora. “Pero una mujer que es verdaderamente Santo de los Últimos Días se considera siempre miembro aunque esté sola. A veces, las personas interpretan mal a la Iglesia; por eso, para mí es importante ser un ejemplo de la verdad”.
“De él emanaban el amor y la gratitud”, escribió la pintora sobre el hermano Johnson, de Cape Coast. “Enseñó el Evangelio durante catorce años y, cuando llegaron los misioneros en 1978, había más de mil personas preparadas para el bautismo. Es un hombre que consagra a Dios su vida y su alma. Él me inspiró para luchar a fin de que los atributos de amor y caridad de Cristo formaran parte de mi ser”.
Bitner Johnson, a quien pusieron ese nombre en honor al presidente Gordon Bitner Hinckley, es hijo de Brigham Johnson y nieto de Joseph William Billy Johnson.
El obispo Kofi Sosu y Linda, su esposa, de Kumasi, fortalecen a su familia por medio de la oración familiar diaria, el estudio de las Escrituras y la noche de hogar.
En 1983, una mujer muy pobre y con un niño totalmente desnutrido fue a ver al doctor Emmanuel Kissi, Santo de los Últimos Días, para que le ayudara. El doctor Kissi tenía alimentos que la Iglesia le había enviado para tratar a los que sufrieran desnutrición, y le regaló arroz, maíz, frijoles (porotos, judías) y aceite para cocinar. La mujer cayó arrodillada ante él, llena de gratitud; el doctor extendió la mano para levantarla y le dijo: “Estos alimentos te los ha enviado Dios; a Él le debes toda tu gratitud”.
“Fue como si hubiéramos encontrado a una hermana perdida desde hacía mucho tiempo”, escribió Angela Nelson, refiriéndose a la ex misionera Emma Boateng. “Fue la guía que nos acompañó en Kumasi, pero todavía la rodeaba esa aura de misionera. Estaba estudiando periodismo y asistiendo a instituto; tenía preocupación y esperanzas con respecto a salir con jovencitos y se esforzaba por mantener el Evangelio como punto central de su vida. Pasaba por las mismas experiencias que nosotros, como jóvenes adultos solteros”.
Después de cumplir la misión, Kofi deseaba regresar a su hogar, pero su padre lo había repudiado; de todos modos, sintió la impresión de que debía volver. Cuando llegó, al verlo su padre le dijo: “¡Detente!” Y él se detuvo.
“¿Quién eres?”, le preguntó el padre.
“Soy tu hijo”, respondió Kofi.
“¿Mi hijo?”
“Sí, tu hijo, Kofi”. Al decirlo, vio que el padre tenía el rostro bañado de lágrimas; después, éste se puso de pie y lo abrazó.
“¡Hijo mío, hijo mío!”, le dijo. “¡Lamento tanto lo que hice! Sé que hiciste lo correcto y te he aceptado otra vez como mi hijo”.
William y Charlotte (miembros de la Iglesia desde hace treinta años) han progresado juntos en el Evangelio a lo largo de muchos años de aflicción y de gozo. A través de su jornada, están llegando a ser uno con Dios y el uno con el otro. Andan de la mano para demostrarse mutuamente su amor, algo que William aprendió de los matrimonios misioneros que le enseñaron a orar y a saber que es un hijo de Dios.
Esta serena playa ha sido el lugar de cientos de bautismos de ghaneses.
Theodora es de la tercera generación de Santos de los Últimos Días de su familia en Cape Coast gracias a la fe de su abuela que se convirtió a la Iglesia y enseñó el Evangelio a sus hijos y nietos. Cuando todavía era miembro nuevo de la Iglesia, la abuelita de Theodora se asignó voluntariamente la tarea de barrer el centro de reuniones, ir a buscar agua para lavar el piso y asegurarse de que todo estuviera limpio antes de dar comienzo a las reuniones.
“Cuando los hermanos Kaku nos invitaron a su hogar en Cape Coast, sentí como si estuviera entrando en mi propia casa, en Utah”, escribió la pintora Angela Nelson. “La mejor parte de la visita para mí fue cuando, después del alboroto de la cena, todos los hijos se reunieron alrededor de sus padres con las Escrituras abiertas. Nunca olvidaré el tiempo que pasé con esa familia ni la forma en que los hijos buscaban la guía de sus padres y los padres buscaban las respuestas en las Escrituras”.
El pintor comentó lo siguiente con respecto a Hannah Bafuh, una de los Santos de los Últimos Días, de Kumasi: “Traté de captar su personalidad radiante y vivaz”.
“Era como contemplar una danza; estaban en perfecta sincronización la una con la otra”, escribió Angela Nelson al describir la forma en que la familia Boateng preparaba el plato principal, “fufu”, que se hace con raíz de mandioca. “Una persona levantaba el palo y lo dejaba caer con un fuerte golpe, mientras la otra juntaba rápidamente la mandioca formando una bola justo a tiempo para que la primera la golpeara otra vez para machacarla. Su vida diaria también sigue un ritmo, con diligencia para guardar los mandamientos. Allá, el tiempo se mide de acuerdo con las relaciones, ayudando a amigos y familiares, y no por la adquisición de objetos. Veo en ellos una firme determinación de ser constantes, especialmente en su testimonio”.