2009
¿Podría el diezmo calmar mis temores?
Julio de 2009


¿Podría el diezmo calmar mis temores?

Mientras mis hijos mayores estaban en la escuela y los pequeños tomaban su siesta, coloqué las cuentas de nuestros gastos sobre la mesa de la cocina. Para dar comienzo a esta temida tarea mensual oré para suplicar sabiduría y la capacidad de hacer rendir nuestros escasos ingresos. El cheque del diezmo, como de costumbre, sería el primero que haría.

Cuando me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días como joven esposa y madre, me había comprometido a pagar el diezmo. Nunca me había apartado de aquella promesa. No obstante, me hallaba profundamente angustiada por no contar con los fondos suficientes para cubrir un mes más de gastos de servicios públicos, hipoteca y seguro.

Como madre sola de seis hijos pequeños, a menudo me sentía abrumada por la constante carga de trabajo, las inquietudes económicas y las interminables decisiones que tenía que tomar al asumir tanto el papel de madre como el de padre, sin parientes que me dieran ayuda o apoyo.

Al encontrarme sentada a la mesa suplicándole al Señor que me diera Su ayuda y misericordia, el Espíritu Santo me permitió percibir una hermosa y consoladora manifestación del amor del Salvador. Me fue posible ver el dinero reservado para los gastos familiares desde una nueva perspectiva, al recordar las sagradas prioridades de la vida. Supe que nuestro Padre Celestial deseaba que obtuviera las bendiciones que se prometen a los que pagan fielmente los diezmos y las ofrendas. También supe que el pago del diezmo debe constituir un gozoso acto de amor, carente de todo temor e inquietud.

Al llenarme del Espíritu del Señor, me puse a compartir mi testimonio de las convicciones que desde hacía mucho tiempo tenía por sabias y sagradas. Mi voz rompió el silencio de la cocina al declarar que preferiría quedarme sin abastecimiento de agua en mi casa que privarme del agua viva que ofrece el Salvador. Preferiría no tener comida sobre nuestra mesa que carecer del Pan de Vida. Preferiría soportar la oscuridad y la incomodidad de no tener electricidad que abandonar la luz de Cristo en mi vida. Preferiría vivir con mis hijos en una tienda de campaña que renunciar a mi privilegio de entrar en la casa del Señor.

La carga de la preocupación se esfumó de inmediato. Mi amor por el Señor superó la debilidad ocasionada por mis temores. Nuestro Padre Celestial es nuestro libertador, nuestro benefactor y nuestro protector. Verdaderamente provee de lo necesario para todas nuestras necesidades. Sus promesas son seguras e infalibles. Él nos manda pagar el diezmo de nuestros ingresos a fin de derramar sobre nosotros bendiciones del cielo, entre ellas la serenidad, la liberación de las preocupaciones mundanas y materiales, así como la confianza en Su santo nombre.

A partir de ese día he considerado que es un privilegio pagar mi diezmo, sin duda ni temor, a Él y por Él, Quien me amó primero.