Cuando vuelva a ver a mi hermano
María Isabel Parra de Uribe, México
Cuando era pequeña, deseaba desesperadamente que mi hermano, Juan Fernando, corriera y jugara como los demás niños. Cuando le pregunté a mi mamá por qué no podía, me dijo que había sufrido una grave lesión cerebral al nacer por falta de oxígeno y que nunca iba a poder hacer esas cosas.
Mi hermano pasó toda su vida en cama. Debido a que me crié en la Iglesia, entendía y aceptaba su enfermedad y conocía la grandeza de su espíritu. Sin embargo, mi joven corazón anhelaba que él fuera como los demás, aunque no podía imaginar cómo sería verlo caminar, correr o hablar.
Me preocupaba quién iba a cuidarlo si el resto de la familia muriese antes que él. En oraciones sinceras le rogaba a nuestro Padre Celestial que no nos llevara a nosotros antes que a Juan Fernando. Yo sabía que Él me contestaría.
Mi hermano tenía 16 años cuando falleció una fría tarde de invierno, dejando un tremendo vacío en nuestra familia. Sentimos tristeza pero también esperanza. Pocos días después de que él falleciera, me dormí pensando en él y tuve un hermoso sueño.
Estaba caminando, pero no veía bien por causa de las nubes. Podía ver algo en la distancia, así que seguí caminado lentamente hacia allí. Al acercarme, vi que era una carreta llena de hermosas flores. Mientras las contemplaba, observé que había un joven apuesto, vestido de blanco, junto a la carreta. Me detuve un instante intentando reconocerlo y entonces me di cuenta de que era mi hermano. Estaba tan contenta de verlo. Él me habló, y yo quería abrazarlo y darle un beso; entonces me desperté.
Estaba muy agradecida por haber oído su voz y haberlo visto sano. Me imagino el momento en que nos volvamos a ver; estoy segura de que habrá besos, abrazos y palabras cariñosas, todo gracias a la expiación de Jesucristo. Gracias al Salvador, todos nos levantaremos de la tumba y podremos volver a estar juntos como familias, para no separarnos nunca más.
Recuerdo las palabras de Amulek: “El espíritu y el cuerpo serán reunidos otra vez en su perfecta forma; los miembros así como las coyunturas serán restaurados a su propia forma” (Alma 11:43).
Estoy agradecida por el evangelio restaurado de Jesucristo que trae paz a mi alma. Sé que un día volveré a ver a mi hermano.