Memorias de vidas ilustres
Mary Fielding Smith
Mary Fielding Smith, una fiel Santo de los Últimos Días, se quedó sola con varios hijos pequeños mientras su esposo estaba en la cárcel de Liberty durante el invierno de 1838–1839. El populacho asaltó su casa y su hijo casi pierde la vida como resultado del ataque. Mary, que era la esposa de Hyrum Smith, quedó viuda cuando asesinaron a su esposo en la cárcel de Carthage el 27 de junio de 1844. Ella y Emma Smith soportaron muchas pruebas junto a sus respectivos esposos, Hyrum y José Smith. Hoy en día, a Mary se la admira por ser una de las pioneras más firmes de la Iglesia en sus comienzos.
Mary se casó con Hyrum Smith el 24 de diciembre de 1837. La primera esposa de Hyrum, Jerusha, había muerto al dar a luz y Mary cuidó de los pequeños hijos de Hyrum como si fuesen suyos. Hyrum y Mary también tuvieron dos hijos propios, uno de ellos Joseph F. Smith, quien más tarde llegó a ser el sexto Presidente de la Iglesia.
Cuando los santos se fueron de Nauvoo para ir al valle del Lago Salado, después de que José y Hyrum fueron asesinados, Mary decidió realizar el viaje. A ella y a su familia se les asignó un grupo de viaje; el capitán del grupo le dijo que ella sería una carga para los demás y que no debería intentar realizar el difícil trayecto. Mary respondió: “Llegaré antes que usted al valle y, además, lo haré sin pedirle ayuda”1. La travesía fue difícil, pero ella llegó con su familia a Salt Lake el 23 de septiembre de 1848, un día antes que el capitán que había dudado de ella.
Mary Fielding Smith permaneció fiel hasta el final de su vida; ella pagó el diezmo incluso en medio de la pobreza. Cuando alguien inapropiadamente sugirió que no contribuyera con la décima parte de las papas que había cultivado ese año, ella respondió: “Debería darle vergüenza. ¿Quiere usted negarme una bendición?… Pago mi diezmo no sólo porque es una ley de Dios, sino porque espero una bendición al hacerlo”2. Estableció una granja en el valle del Lago Salado y enseñó el Evangelio a sus hijos. El presidente Joseph F. Smith dijo más tarde: “Me enseñó el honor, la virtud, la verdad y la integridad para con el reino de Dios, y me enseñó no sólo por medio del precepto sino por medio del ejemplo”3.