2012
¿Cómo supo que tenía que venir?
Junio de 2012


¿Cómo supo que tenía que venir?

Sherrie H. Gillett, Utah, EE. UU.

Cuando yo tenía treinta y tres años, mi marido falleció de un tumor cerebral. De repente pasé a ser una madre que criaba sola a nuestros tres hijos. Fue una época difícil de mi vida, pero el consejo del Señor de que “todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien” (D. y C. 122:7) me dio el valor para seguir adelante.

Tiempo después, me volví a casar y me mudé a un barrio nuevo donde me llamaron como presidenta de la Sociedad de Socorro. Un día, mientras limpiaba la casa, tuve la clara impresión de visitar a una hermana menos activa que hacía poco había perdido a su marido. No le hice caso a ese sentimiento pensando que tenía otras cosas que hacer ese día. Me avergüenza decir que sentí la misma impresión dos veces más antes de que finalmente le hiciera caso.

Ya había oscurecido cuando llegué a la casa de la hermana esa noche. Toqué el timbre y esperé. Toqué la puerta con fuerza y esperé un poco más.

Cuando me di vuelta para irme, se encendió la luz de la entrada y la puerta se abrió lentamente. Con algo de inseguridad, la hermana asomó la cabeza por la abertura. Jamás olvidaré lo que me preguntó: “¿Cómo supo que tenía que venir?”. Me dijo que había pasado el día entero llorando y que sentía que sin su esposo no podía seguir adelante.

Esa noche conversamos por varias horas y, aunque no recuerdo mucho de lo que hablamos, sí recuerdo que le dije: “De veras sé por lo que está pasando”. Le aseguré que el tiempo estaba de su lado y que el Señor velaría por ella. Mientras hablábamos, me di cuenta de que el aspecto de congoja de su rostro había dado lugar a una expresión de paz.

Cuando terminamos de conversar le di un abrazo sincero. Me sentí muy agradecida de haber recibido la impresión de visitarla. Sabía que nuestro amoroso Padre Celestial me había permitido ayudarlo a socorrer a esa dulce hermana en su momento de necesidad.