Sean valientes en cuanto a intrepidez, vigor y actividad
[Sean] valientes en cuanto a intrepidez como dignos poseedores del sacerdocio, tal como lo hicieron los 2.000 soldados jóvenes.
Esta noche me siento particularmente bendecido de hablar como obispo a los jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico que están reunidos de todas partes del mundo para esta reunión general del sacerdocio. Comparto con ustedes una historia del Libro de Mormón que describe a Helamán y a sus 2.000 soldados jóvenes. En este pasaje se nos revela el carácter de aquellos jóvenes de la antigüedad que pueden servir de inspiración para ustedes, jóvenes de los últimos días. Cito un pasaje predilecto: “Y todos ellos eran jóvenes, y sumamente valientes en cuanto a intrepidez, y también en cuanto a vigor y actividad; mas he aquí, esto no era todo; eran hombres que en todo momento se mantenían fieles”1. Intrepidez, vigor, actividad y fidelidad. ¡Qué rasgos tan admirables!
Me gustaría concentrarme en el primer rasgo que los describe: “valientes en cuanto a intrepidez”. Para mí, eso define la convicción de esos jóvenes de hacer lo correcto con valor, o como dice Alma, “ser testigos de Dios en todo tiempo… y en todo lugar”2. Los 2.000 soldados jóvenes tuvieron incontables oportunidades de demostrar su valor, y cada uno de ustedes también tendrá momentos decisivos que requerirán valor. Un amigo mío, John, compartió conmigo uno de esos momentos en su vida.
Hace algunos años, John fue aceptado en una prestigiosa universidad japonesa. Él formaba parte del programa de estudiantes internacionales junto a otros alumnos destacados provenientes de todo el mundo. Algunos se inscribieron con la esperanza de aprender más sobre la cultura y el idioma, otros lo consideraban un primer paso para tener una profesión y un empleo en Japón, pero todos habían dejado atrás su hogar para estudiar en un país extranjero.
Poco después de la llegada de John, se corrió la voz entre los estudiantes extranjeros de una fiesta que se iba a realizar en la azotea de una residencia privada. Esa noche, John y dos amigos fueron a la dirección indicada.
Tras subir por ascensor al piso más alto del edificio, John y sus amigos treparon la angosta escalera que llevaba a la azotea y empezaron a relacionarse con los demás. Al avanzar la noche, el ambiente cambió. Aumentó el ruido, el volumen de la música y el consumo de alcohol, a la vez que aumentaba también la inquietud de John. De repente, alguien empezó a organizar a los estudiantes en un gran círculo con la idea de compartir cigarrillos de marihuana. John frunció el ceño e informó rápidamente a sus dos amigos que era hora de partir. Casi burlándose, uno de ellos le dijo: “John, esto es fácil. Simplemente nos ponemos en el círculo, y cuando sea nuestro turno, lo pasamos en lugar de fumarlo. Así no pasaremos la vergüenza frente a todos por dejar la fiesta”. A John eso le parecía fácil, pero no parecía correcto. Él sabía que tenía que expresar sus intenciones y actuar. En tan sólo un momento se armó de valor y les dijo que hicieran lo que quisieran, pero que él se marchaba. Un amigo decidió quedarse y se integró al círculo; el otro siguió renuentemente a John bajando por la escalera para subir al ascensor. Para sorpresa de ellos, al abrirse las puertas del ascensor, salieron oficiales de la policía japonesa, quienes treparon rápidamente la escalera hasta la azotea. John y su amigo subieron al ascensor y partieron.
Cuando los policías llegaron al final de la escalera, los estudiantes rápidamente tiraron las drogas ilegales a la calle para que no los pescaran. Pero los oficiales bloquearon la escalera, colocaron a todos en una hilera en la azotea y pidieron a cada estudiante que extendiera ambas manos. Entonces los oficiales caminaron por la fila oliendo detenidamente el dedo gordo y el dedo índice de cada estudiante. Consideraron culpables a todos los que hubieran tocado la marihuana, la hubieran fumado o no; y hubo consecuencias lamentables. Casi sin excepción, los estudiantes que habían permanecido en la azotea fueron expulsados de sus respectivas universidades, y a los que se hallaron culpables de un delito fueron deportados de Japón. En un solo momento se esfumaron los sueños de educación, los años de preparación y la posibilidad de un futuro empleo en Japón.
Ahora les contaré lo que ocurrió con esos tres amigos. El que permaneció en la azotea fue expulsado de la universidad de Japón a la que tanto trabajo le había costado ser aceptado y tuvo que regresar a casa. El que dejó la fiesta esa noche con John terminó los estudios en Japón y continuó estudiando hasta recibir títulos de dos de las mejores universidades de los Estados Unidos. Su carrera lo llevó de nuevo a Asia, donde ha disfrutado de gran éxito profesional. Hasta el día de hoy le agradece a John su ejemplo de valor. Las consecuencias en la vida de John han sido incalculables. El tiempo que pasó en Japón ese año lo llevó a un matrimonio feliz y después al nacimiento de dos hijos. Ha tenido gran éxito en los negocios y recientemente pasó a ser profesor en una universidad japonesa. Imagínense lo diferente que habría sido su vida de no haber tenido el valor para dejar la fiesta esa noche tan importante en Japón3.
Jóvenes, habrá momentos en que ustedes, al igual que John, tendrán que demostrar su recto valor a la vista de sus compañeros, lo cual podría resultar en desprecios y burlas. Además, en el mundo de ustedes, las luchas con el adversario también se entablarán en un campo de batalla frente a una discreta y solitaria pantalla. La tecnología, con sus grandes beneficios, también trae consigo desafíos que no tuvieron que afrontar las generaciones que los antecedieron. Una encuesta nacional reciente determinó que los adolescentes de hoy son tentados a niveles alarmantes a diario no sólo en la escuela sino también en el ciberespacio. El estudio reveló que los adolescentes que fueron expuestos a imágenes de personas consumiendo alcohol o drogas en sitios de redes sociales tuvieron de tres a cuatro veces más probabilidades de consumir alcohol o drogas. Comentando sobre la encuesta, un ex secretario del gabinete de los Estados Unidos aseveró: “La encuesta de este año revela un nuevo y potente tipo de presión social: la presión social digital, la cual se extiende más allá de los amigos y de los conocidos de un joven, e invade el hogar y el dormitorio del niño vía internet”4. A menudo la manera de demostrar el valor recto será algo tan sutil como hacer clic o no hacer clic. En Predicad Mi Evangelio se enseña a los misioneros: “Lo que usted opte por pensar y hacer cuando está solo y cree que nadie lo observa es una indicación clara de su virtud”5. ¡Sean valientes! ¡Sean fuertes! “…permaneced en lugares santos y no seáis movidos”6.
Jóvenes, les prometo que el Señor les dará el poder. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder”7. Él recompensará su valentía y su conducta recta con felicidad y gozo. Esa valentía será un resultado de su fe en Jesucristo y en Su expiación, de sus oraciones y de su obediencia a los mandamientos.
El presidente N. Eldon Tanner dijo: “Un solo niño en el patio escolar puede ejercer una gran influencia para bien. Un solo joven en el equipo de fútbol o en la universidad o entre sus compañeros de trabajo, al vivir el Evangelio, honrar el sacerdocio y defender lo correcto, hace un bien incalculable. A menudo serán muy criticados y ridiculizados, aun por los que tienen sus mismas creencias, aunque los respeten por hacer el bien. Pero recuerden que al Salvador mismo lo atormentaron, lo ridiculizaron, lo escupieron y finalmente lo crucificaron porque no cedió en su convicción. ¿Se han puesto a pensar en lo que habría sucedido si se hubiera debilitado y hubiera dicho: ‘¿Para qué hacer esto?’ y hubiera abandonado su misión? ¿Queremos ser cobardes o queremos ser siervos valientes a pesar de toda la oposición y el mal que hay en el mundo? Tengamos el valor de permanecer de pie y ser contados como discípulos fieles y devotos de Jesucristo”8.
Los invito a ser valientes en cuanto a intrepidez como dignos poseedores del sacerdocio, tal como lo hicieron los 2.000 soldados jóvenes. Recuerden que lo que hagan, a dónde vayan y lo que vean determinará quiénes llegarán a ser. ¿Quién desean ser? Lleguen a ser un diácono digno, un maestro digno y un presbítero digno. Fíjense la meta ahora de ser dignos de entrar al templo y de ser dignos de recibir la siguiente ordenanza a la edad indicada, y en su debido tiempo recibir el Sacerdocio de Melquisedec. Éste es un camino de rectitud que requiere la ayuda divina. El Señor dijo: “…En sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad”9.
Sus padres, los líderes del sacerdocio y las prioridades proféticas que se encuentran en sus libritos Mi Deber a Dios y Para la Fortaleza de la Juventud los guiarán a lo largo del camino.
El presidente Thomas S. Monson hace poco aconsejó:
“A fin de [tomar decisiones] sabiamente, se necesita valor, el valor para decir no, y el valor para decir sí…
“Les suplico que tomen la determinación… ahora mismo, de no desviarse del sendero que nos llevará a nuestra meta: la vida eterna con nuestro Padre Celestial”10.
Así como los 2.000 soldados respondieron al grito de guerra de su líder, Helamán, y se armaron de valor intrépido, ustedes también pueden hacerlo al seguir a su profeta y líder, el presidente Thomas S. Monson.
Mis jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico, para concluir ofrezco mi testimonio de Dios el Padre y de Jesucristo y las palabras de José Smith: “Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la victoria!”11. En el nombre de Jesucristo. Amén.