Mi deseo de cumpleaños
Angelica Carbonell Digal, Filipinas
Al aceptar el Evangelio a los 18 años, supe que había probado el fruto más dulce de todos. Sentía gran gozo, pero pensaba en los integrantes de mi familia, quienes estaban perdidos y sin rumbo. Sentía mucho pesar por ser el único miembro de la Iglesia de mi familia, pero no sabía cómo abrir los ojos y los oídos de otras personas a la verdad.
Probé muchas maneras de convencer a mi familia para que escuchara a los misioneros; sin embargo, cuanto más lo intentaba, más indecisos se volvían.
Me desanimé y entonces pensé en dejar de ir a la Iglesia. Sin embargo, al orar, vino a mi mente un pasaje de las Escrituras: “Si después de esto me [negáis], mejor os habría sido no haberme conocido” (2 Nefi 31:14). Oré con más ahínco, leí las Escrituras, asistí a las reuniones de la Iglesia y me enfoqué en las bendiciones que tenía; como resultado, el dolor empezó a disiparse.
Cuando se acercaba mi cumpleaños, me sentí inspirada a hacer una fiesta en mi casa e invitar a todos mis amigos de la Iglesia, incluso a los misioneros de tiempo completo. Quería que mi familia tuviera más interacción con los miembros de la Iglesia, que parecían ser las personas más felices del mundo. Para mí, la fiesta fue como una noche de hogar.
Después de ese día, las cosas cambiaron. Los misioneros fueron bien recibidos en nuestra casa y se convirtieron en grandes amigos de la familia. Un día mi padre anunció que deseaba que toda nuestra familia escuchara a los misioneros y fuera a la Iglesia; quedé anonadada.
Tres años después de mi bautismo, mi familia entera se bautizó. Durante el servicio bautismal, mi madre dio su testimonio y mi padre dio gracias a los misioneros. Los miembros del barrio estaban maravillados con su conversión.
¿Cómo había sucedido? Las lágrimas que yo había derramado y las metas que había fijado ayudaron; pero, sobre todas las cosas, el corazón de mi padre se ablandó por el amor y la amistad de los misioneros y de los miembros del barrio. Todos los miembros fueron misioneros debido a su ejemplo de vivir el evangelio de Jesucristo. Me siento agradecida por ellos y por el plan del Padre Celestial, que permite que las familias estén juntas para siempre.