Profetas del Antiguo Testamento
Elías el profeta
“Elías el profeta fue uno de los profetas más sobresalientes, y el Señor le confirió el poder para sellar”1. —Presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972)
Ministré como profeta en el norte del reino de Israel2. Debido a la maldad de los israelitas, sellé los cielos para que no lloviera, causando que hubiese hambre en la tierra. Durante la hambruna, viví junto a un arroyo y los cuervos me traían alimento; pero luego el arroyo se secó3.
El Señor me mandó que fuera a ver a una viuda en Sarepta y dijo que ella me daría de comer. La encontré recogiendo leña para preparar la última comida para ella y su hijo. Le dije que si me daba de comer a mí primero, “la harina de la tinaja no [escasearía], ni el aceite de la vasija [disminuiría], hasta el día en que Jehová [mandase] lluvia sobre la faz de la tierra”4. Ella ejerció la fe y el Señor cumplió Su promesa.
Mientras viví con su familia, el hijo de la viuda falleció. Yo supliqué: “Oh Jehová, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño”5. El Señor escuchó mi súplica y su hijo revivió6.
Más adelante, demostré el poder del Señor al pueblo de Israel cuando desafié a los sacerdotes de Baal. Los sacerdotes prepararon un sacrificio y clamaron a Baal todo el día para que enviara fuego, pero el fuego no apareció. Yo construí un altar con doce piedras que simbolizaban las doce tribus de Israel, y cavé una zanja alrededor del altar. Entonces hice que derramaran 12 cántaros de agua sobre el altar y el holocausto, bañando la madera e inundando la zanja. Clamé al Señor y Él hizo descender fuego que consumió el sacrificio, el altar y el agua. Después, oré al Señor y Él abrió los cielos para que lloviera7.
Al final de mi vida terrenal, no morí, sino que ascendí a los cielos en un carro de fuego8. Durante el ministerio terrenal de Cristo, aparecí en el Monte de la Transfiguración y di las llaves del sacerdocio a Pedro, a Santiago y a Juan9.
Aparecí otra vez en los últimos días para “hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el de los hijos hacia los padres”, cuando vine al Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836, y restauré las llaves del poder para sellar a José Smith y a Oliver Cowdery10.