Pioneros en toda tierra
La Iglesia en Brasil El futuro por fin ha llegado
Tanto en extensión geográfica como en el número de habitantes, Brasil es el quinto país más grande del mundo. Sin embargo, hace cien años la población era escasa, y pocas personas aprovechaban su abundancia natural: el clima tropical, la tierra fértil y la riqueza de minerales y agua.
Max y Amalie Zapf estaban fascinados con Brasil y decidieron establecerse allí; se habían unido a la Iglesia en Alemania en 1908, y emigraron a Brasil en marzo de 1913. Siendo los primeros miembros de la Iglesia que vivían en Brasil, que se sepa, estaban emocionados por encontrarse en un país que encerraba tanto potencial. No obstante, la Iglesia aún no se había establecido en Sudamérica y, al poco tiempo, Max y Amalie se dieron cuenta de que se sentían muy solos sin tener el privilegio de asistir a la Iglesia y relacionarse con otros miembros1.
Después de diez años de estar en Brasil, Max y Amalie Zapf se enteraron de que había otro miembro fiel de la Iglesia, Augusta Lippelt, que había emigrado de Alemania en 1923 a Santa Catarina, un estado del sur de Brasil, con sus cuatro hijos y su esposo, que no era miembro de la Iglesia. Los Zapf se mudaron a Santa Catarina para estar cerca de los Lippelt.
Dos años más tarde, se abrió la Misión Sudamericana en Buenos Aires, Argentina. El segundo presidente de misión, K. B. Reinhold Stoof, también originario de Alemania, fue inspirado a establecer la Iglesia entre la numerosa población alemana inmigrante en el sur de Brasil. En 1928 asignó a dos misioneros, William Fred Heinz y Emil A. J. Schindler, a Joinville, una ciudad que contaba con un grupo numerosos de inmigrantes alemanes. En 1930, el presidente Stoof visitó a los Zapf y a los Lippelt y estableció una rama, donde ambas familias por fin pudiesen asistir juntas a la Iglesia y tomar la Santa Cena.
¡Qué diferencia han hecho cien años! Antes de que los Zapf llegaran en 1913, en Brasil no había miembros, ni misioneros, ni organización de la Iglesia. Actualmente hay más de un millón de miembros en ese país, situándolo en tercer lugar en el número de miembros de la Iglesia (después de los Estados Unidos y México). Hoy en día, la Iglesia tiene congregaciones en todos los estados y las ciudades grandes de Brasil, y los descendientes de Max y de Amalie disfrutan los beneficios de una Iglesia fuerte y dinámica con una historia singular y fascinante.
Creciendo como un roble
En una profecía que pronunció en Argentina en 1926, el élder Melvin J. Ballard (1873–1939), del Quórum de los Doce Apóstoles, indicó que en un principio el crecimiento en la región sería lento, pero que un día llegaría a ser potente. Él profetizó: “Por un tiempo, la obra del Señor crecerá despacio en este lugar, al igual que el roble crece lentamente de la bellota; no brotará en un solo día como el girasol, que crece con rapidez y después muere”2.
En los primeros años de la Misión Brasil, que se abrió en 1935, pocas personas se unieron a la Iglesia, la cual funcionó principalmente en alemán hasta 1940, cuando cambió a portugués, el idioma oficial del país. Los misioneros prestaban servicio en muchas ciudades del país hasta que, debido a la Segunda Guerra Mundial, fue preciso que se fueran. Después de la guerra, los misioneros regresaron y la obra se inició de nuevo.
En la ciudad de Campinas, en el estado de São Paulo, varios jóvenes y jovencitas se unieron a la Iglesia y permanecieron fieles; uno de esos primeros miembros fue Antônio Carlos Camargo, que se unió en 1947, cuando era adolescente; después cortejó a una joven miembro de la Iglesia y se casó con ella. En 1954 asistió a la Universidad Brigham Young y más tarde a la Universidad de Utah en EE. UU. En 1963, él y su esposa regresaron a Brasil para trabajar en una compañía textil, y se sorprendieron al ver el crecimiento de la Iglesia. Cuando partieron de allí en 1954, había solamente unas pocas ramas que los misioneros estadounidenses presidían; sin embargo, durante su ausencia de nueve años, casi 16.000 brasileños se habían unido a la Iglesia, entre ellos muchas familias jóvenes que poseían grandes aptitudes de liderazgo y fiel dedicación. Antônio dijo: “Eran espíritus nobles y grandes a quienes el Señor escogió aquí en São Paulo”3.
En 1966, treinta y un años después de que se abriera la Misión Brasil, se organizó la primera estaca de Sudamérica en São Paulo. El élder Spencer W. Kimball (1895–1985), que en aquel entonces era miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, organizó la estaca, con Walter Spät como presidente, y Antônio como segundo consejero.
Sólo unos pocos de los líderes nuevos habían visto una estaca en funcionamiento; no obstante, el Señor había preparado a Antônio, que había obtenido considerable experiencia en la Iglesia en los Estados Unidos y pudo ayudar a la presidencia de estaca. Del liderazgo de los barrios y de las ramas de aquella primera estaca emergieron líderes para muchas de las estacas adicionales. La influencia de ellos se hizo sentir a lo largo del país a medida que se comenzaron a organizar estacas a un ritmo impresionante.
Una era de crecimiento
Un anuncio inesperado suscitó un incremento en el progreso de la Iglesia en Brasil: la edificación de un templo. Los miembros sabían en cuanto a la importancia de los templos, pero la mayoría sólo los había visto en fotografías; los templos más cercanos se encontraban en los Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia. En marzo de 1975, el presidente Kimball visitó Brasil, y en una conferencia regional anunció la edificación de un templo en São Paulo. Las grandes expectativas y los sacrificios económicos condujeron a la finalización de la construcción en 1978. Los miembros colaboraron por medio de donaciones a fin de pagar los costos de la construcción; muchos de ellos vendieron sus automóviles, joyas y terrenos para obtener los fondos necesarios para las donaciones.
A la dedicación del templo durante octubre y noviembre de 1978 le antecedió la revelación, recibida en junio, sobre el sacerdocio (véase la Declaración Oficial 2); dicha revelación significaba que todos los miembros dignos de Brasil podrían participar en la dedicación del templo y de las bendiciones del mismo.
La revelación sobre el sacerdocio y la dedicación del templo fueron los factores primordiales de uno de los éxitos misionales más grandes jamás vistos en la Iglesia: durante las siguientes dos décadas se unieron a la Iglesia más de 700.000 brasileños.
Otros acontecimientos fomentaron ese crecimiento; el país estaba pasando por importantes cambios políticos y sociales que facilitaron ese progreso. Muchos brasileños se estaban mudando a las áreas urbanas y se volvían más receptivos a las nuevas religiones; al mismo tiempo, el presidente Kimball pidió a los presidentes de estaca brasileños que fijasen metas para aumentar el número de jóvenes brasileños llamados a servir en misiones. En poco tiempo, más de la mitad de los misioneros que servían en Brasil eran originarios del país. Posteriormente, esos ex misioneros llegaron a ser los líderes locales de la Iglesia.
Sin embargo, el crecimiento de la Iglesia hizo resaltar un reto: la falta de experiencia de los miembros. Sin embargo, ese reto tuvo un resultado positivo: exigió mayor fe y guía espiritual entre los miembros. Por ejemplo, en noviembre de 1992, se organizó una estaca en Uruguaiana, al oeste de Brasil, a gran distancia de las estacas de la Iglesia ya establecidas. Cuando José Candido Ferreira dos Santos, un hombre fiel que desde hacía mucho tiempo era miembro de la Iglesia, fue llamado como patriarca de la estaca recién organizada, sintió preocupación. Le explicó a la Autoridad General: “No puedo ser patriarca; no tengo idea de lo que es. No recuerdo haber conocido jamás a un patriarca y no tengo mi bendición patriarcal”. La Autoridad General sugirió una solución; en la ciudad vecina de Alegrete, el nuevo patriarca, Ruí Antônio Dávila, también había sido llamado hacía poco y se encontraba en una situación similar. Los dos patriarcas necesitaban darse mutuamente una bendición patriarcal.
Cuando el hermano Santos estaba recibiendo su bendición de parte del hermano Dávila, se sorprendió al oír que se pronunciaban bendiciones relacionadas a su pasado y a sus deseos personales que no había manera de que el patriarca supiera. Al llegar el momento de que el hermano Santos pronunciara una bendición sobre la cabeza del hermano Dávila, de nuevo se derramaron lágrimas cuando sucedió lo mismo. Los dos hombres se abrazaron después con un profundo entendimiento de lo que acababa de ocurrir4. Del mismo modo que el Espíritu los inspiró a dar su primera bendición patriarcal, el Espíritu los inspiró al pronunciar cientos más. El Señor brindó muchas bendiciones espirituales de esa índole en un país donde la experiencia en la Iglesia era limitada.
Fondo Perpetuo para la Educación
Otro de los retos era la falta de formación académica entre los miembros. Muchas veces, cuando los misioneros volvían a casa, se encontraban espiritualmente preparados, pero carecían de la formación para obtener empleos adecuados. Reinaldo Barreto, un presidente de estaca de São Paulo, explicó: “Era un gran reto encontrar trabajo. Muchos misioneros perdían la esperanza de progresar, e incluso perdían la fortaleza espiritual que poseían en la misión”. Con mucha frecuencia, la formación académica era la clave para sobreponerse a ese reto.
Por consiguiente, el establecimiento del Fondo Perpetuo para la Educación por parte del presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) en 2001, ha bendecido a miles de ex misioneros brasileños, proporcionándoles mejores oportunidades de capacitación, lo que ha resultado en mejores empleos. Los miembros pueden proveer mejor para la familia y extender aún más su formación. El presidente Barreto, que llegó a ser el administrador del programa del FPE en Brasil, dijo: “Es una bendición ver a los miembros jóvenes terminar sus estudios y conseguir buenos trabajos, pero el verdadero éxito del programa consiste en ver que su confianza aumenta y tienen más esperanza”5.
Miembros dedicados
La fortaleza de la Iglesia en Brasil no es sólo el número de miembros, sino también su dedicación al Evangelio. Por ejemplo, a Gelson Pizzirani, administrador jubilado de una aerolínea, le ofrecieron un trabajo desafiante y lucrativo: colaborar en el establecimiento de una nueva aerolínea en Brasil; al mismo tiempo, a él y a su esposa Míriam se los llamó a presidir la Misión Brasil Brasilia. No tuvieron dudas de lo que harían; desde que se bautizaron, cuando eran adolescentes, han dedicado su vida a la Iglesia. Antes de casarse, el hermano Pizzirani fue llamado a servir como presidente de rama; a los 25 años fue llamado a ser presidente de estaca y, desde entonces, ha aceptado numerosos y variados llamamientos, incluso el de Setenta de Área. La hermana Pizzirani ha prestado servicio en llamamientos de estaca y de barrio en la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria. Ella expresó sus sentimientos en cuanto a las bendiciones del Evangelio: “He sido sumamente bendecida porque he tratado de obedecer los mandamientos. Por cada mandamiento que cumplo, recibo una bendición”6.
Después de finalizar su misión en Brasilia, el plan que tenían de estar tranquilos en casa fue interrumpido por un llamamiento de corto plazo para prestar servicio como presidente de la Misión Brasil Campinas. Después de unos meses de descanso, en 2013 aceptaron el llamamiento de presidente y directora de las obreras del Templo de Recife, Brasil. Uno de los misioneros que bautizó al hermano Pizzirani fue llamado recientemente con su esposa para prestar servicio en el Templo de Recife, donde prestarán servicio juntos, el misionero y el converso.
El ejemplo de los hermanos Pizzirani, de renunciar a oportunidades profesionales para servir al Señor, es impresionante, pero no fuera de lo común entre los miembros fieles de Brasil.
A lo largo de los cien años que han transcurrido desde que la familia Zapf llegó a Brasil se han visto numerosos cambios positivos, aunque también algunos reveses esporádicos. No obstante, los profetas que lo han visitado nunca han titubeado en expresar fe en el futuro del país. Esas profecías se están realizando a medida que Brasil ocupa su lugar en el mundo como líder en el crecimiento y desarrollo económicos. Los descendientes de los Zapf, tanto los literales como aquellos que siguieron sus pasos en el Evangelio, están cosechando los beneficios del trabajo arduo y de la paciencia de aquellos primeros esfuerzos de plantar las semillas del Evangelio. La segunda parte de la profecía del élder Melvin J. Ballard, pronunciada en 1926, se ha cumplido: “Miles se unirán a la Iglesia aquí; se dividirá en más de una misión y será uno de [los países] más fuertes de la Iglesia”.
Crecimiento de la Iglesia en Brasil
148 |
1935 |
216 |
1938 |
536 |
1948 |
1.454 |
1958 |
31.635 |
1968 |
54.410 |
1978 |
265.286 |
1988 |
703.210 |
1998 |
1.060.556 |
2008 |
1.239.166 |
2013 |