El Libro de Mormón, el recogimiento de Israel y la Segunda Venida
Tomado de un discurso pronunciado durante el seminario para nuevos presidentes de misión, el 26 de junio de 2013, en el Centro de Capacitación Misional de Provo, Utah, EE. UU.
La salida a la luz del Libro de Mormón es una señal tangible para el mundo de que el Señor ha comenzado a recoger a Israel y a cumplir los convenios que hizo con Abraham, Isaac y Jacob.
El capítulo 5 de Predicad Mi Evangelio está totalmente dedicado al Libro de Mormón. En ese capítulo se enseña que el Libro de Mormón:
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Es la clave de nuestra religión.
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Testifica de Jesucristo.
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Apoya la Biblia.
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Responde las preguntas del alma.
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Acerca a las personas a Dios.
Todas esas afirmaciones son absolutamente ciertas, pero se han hecho desde nuestro punto de vista como seres mortales. ¿Cuál sería la perspectiva de nuestro Padre Celestial y Su Amado Hijo Jesucristo sobre el Libro de Mormón?
Seguramente Su perspectiva se basaría en las dos promesas que hicieron hace mucho tiempo a toda la humanidad. Esas promesas están interrelacionadas, bien documentadas, todavía vigentes y aún por cumplirse. La primera es Su antigua promesa de recoger al Israel esparcido; la segunda es la promesa, también de hace mucho tiempo, de la segunda venida del Señor.
El convenio de Abraham y la casa de Israel
En la dispensación de Abraham, Dios hizo un convenio con el patriarca Abraham de que, por medio de su linaje, los pueblos de todas las naciones serían bendecidos. Esa promesa también abarcaba otros componentes importantes. Esas promesas, que primero se hicieron a Abraham y luego se le ratificaron a Isaac y a Jacob, incluían:
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Una posteridad numerosa1.
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Ciertas tierras como herencia2.
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La simiente de Abraham llevaría el sacerdocio a todas las naciones a fin de que todos fuesen bendecidos por medio del linaje de Abraham3.
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Los que no descendieran de Abraham pero aceptaran el Evangelio, pasarían a ser simiente de Abraham por adopción4.
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El Salvador del mundo vendría a través del linaje de Abraham5.
Con el tiempo, muchos de los descendientes de Abraham —las tribus del antiguo Israel— rechazaron las enseñanzas del Señor y mataron a los profetas. Diez tribus fueron llevadas cautivas a Asiria y, desde entonces, quedaron perdidas para los registros de la humanidad; pero no para el Señor. Dos de las tribus permanecieron por un tiempo pero, debido a su rebelión, fueron llevadas cautivas a Babilonia. Cuando volvieron, el Señor las favoreció, ¡pero otra vez lo rechazaron!
El esparcimiento y el recogimiento de Israel
Un amoroso pero acongojado Padre esparció a Israel por lugares distantes; sin embargo, prometió que algún día recogería al Israel esparcido para traerlo de nuevo al rebaño. Esa promesa fue tan rotunda como la del esparcimiento de Israel6. Isaías, por ejemplo, previó que en los últimos días el Señor enviaría “ligeros mensajeros” al pueblo que había sido “esparcido y desollado” (Isaías 18:2, 7).
Tal como se profetizó, todas las cosas se restaurarían en esta dispensación; por lo tanto, el largamente esperado recogimiento del Israel esparcido debía ser parte de esa restauración7. Ese recogimiento está íntimamente relacionado con la segunda promesa, puesto que es un preludio necesario a la segunda venida del Señor8. Una vez más, la perspectiva celestial es evidente.
Este concepto del recogimiento es una de las enseñanzas importantes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El Señor ha dicho: “…os doy una señal… que recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel, y estableceré otra vez entre ellos mi Sión” (3 Nefi 21:1).
La salida a la luz del Libro de Mormón es una señal tangible para el mundo de que el Señor ha comenzado a recoger a Israel y a cumplir los convenios que hizo con Abraham, Isaac y Jacob9. Nosotros no solamente enseñamos ese concepto, ¡sino que también participamos en su cumplimiento! Lo hacemos al ayudar a recoger a los escogidos del Señor en ambos lados del velo.
Gracias a la misericordia, la invitación a “venir a Cristo” (Jacob 1:7)10 también puede extenderse a los que murieron sin conocer el Evangelio11. Parte de la preparación a favor de los que viven del otro lado del velo requiere el esfuerzo aquí en la tierra de los que vivimos de este lado. Recolectamos cuadros genealógicos, preparamos hojas de registro de grupo familiar y efectuamos la obra vicaria del templo a fin de traer a las personas al Señor y de reunirlas con su familia12.
Esta dispensación del cumplimiento de los tiempos fue prevista por Dios como el tiempo para efectuar el recogimiento, tanto en el cielo como en la tierra. El apóstol Pedro sabía que, tras un período de apostasía, vendría la restauración; él dijo:
“Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor…
“a quien de cierto es menester que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempos antiguos” (Hechos 3:19, 21).
En los tiempos modernos, el Señor envió a Pedro, Santiago y Juan con “las llaves de [Su] reino y una dispensación del evangelio para los últimos tiempos; y para el cumplimiento de los tiempos”, en la cual Él juntaría “en una todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra” (D. y C. 27:13)13.
Muchos de los aspectos del convenio de Abraham ya se han cumplido. El Salvador del mundo efectivamente vino a través del linaje de Abraham, por medio de Judá, hijo de Jacob. Desde hace mucho tiempo se les adjudicó una tierra como herencia; en la edición SUD de la Biblia hay un mapa que muestra cómo se dividió la tierra que heredaron las tribus entre los descendientes de Rubén, Simeón, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Benjamín y José (la de éste dividida entre sus hijos, Efraín y Manasés)14. Además de la herencia de José en la Tierra Santa, por medio del Libro de Mormón aprendemos que también el continente americano fue la tierra reservada para un resto de la casa de José15.
La gran promesa de que todas las naciones serían bendecidas por la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob aún no se ha cumplido; pero la promesa del recogimiento, entretejida en la trama de todas las Escrituras, se cumplirá tan ciertamente como se cumplieron las profecías de la dispersión de Israel16.
El recogimiento como preludio de la Segunda Venida
¿Por qué es tan trascendental la promesa del recogimiento? ¡Porque el recogimiento de Israel es indispensable a fin de preparar al mundo para la Segunda Venida! Y el Libro de Mormón es el instrumento de Dios necesario para lograr ambos propósitos divinos17.
El Libro de Mormón es un obsequio de Dios para el mundo entero; es el único libro que el Señor mismo ha testificado que es verdadero18. Es un regalo de Nefi, Jacob, Mormón, Moroni y de su inspirado y martirizado traductor, el profeta José Smith. El Libro de Mormón está dirigido intencionalmente al resto de la casa de Israel19.
Con respecto a la Segunda Venida, sabemos que está “ahora a las puertas, y en un tiempo que está por venir” (D. y C. 63:53); y cuando el Salvador venga otra vez, no será en secreto20. Entretanto, es mucha la obra que debe hacerse con el fin de recoger a Israel y preparar al mundo para la gloriosa Segunda Venida.
El recogimiento de Israel en esta dispensación
Gracias al Libro de Mormón, sabemos cuándo tendrá lugar el recogimiento prometido: “Por tanto, nuestro padre no ha hablado solamente de nuestra posteridad, sino también de toda la casa de Israel, indicando el convenio que se ha de cumplir en los postreros días, convenio que el Señor hizo con nuestro padre Abraham, diciendo: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra” (1 Nefi 15:18; cursiva agregada).
Seiscientos años antes de que Jesús naciera en Belén, los profetas sabían que el recogimiento de Israel se iba a llevar a cabo “en los postreros días”.
Para los Santos de los Últimos Días, el respetado nombre de Abraham es importante; todo miembro de la Iglesia está ligado a él21. El Señor reafirmó el convenio de Abraham en nuestra época por medio del profeta José Smith22. En el templo recibimos nuestras supremas y más grandes bendiciones, tal como se prometió a la simiente de Abraham, de Isaac y de Jacob23.
Es preciso que obtengamos esa perspectiva celestial; es necesario que conozcamos el convenio de Abraham y que comprendamos la responsabilidad que tenemos de ayudar a que se lleve a cabo el prometido recogimiento de Israel. Es preciso que sepamos el porqué tenemos el privilegio de recibir bendiciones patriarcales y de aprender sobre la conexión que tenemos con los antiguos patriarcas; tenemos que saber que José, el hijo de Jacob, llegó a ser el primogénito después de que Rubén perdió su primogenitura24. José y sus hijos, Efraín y Manasés, pasaron a ser la simiente que dirigiría el recogimiento de Israel25. Las demás tribus los seguirían.
Piensen en los mensajeros celestiales que trajeron las valiosas llaves del sacerdocio a la Iglesia restaurada del Señor. El 3 de abril de 1836, una vez que el Señor hubo aceptado el Templo de Kirtland, vino Moisés, quien restauró “las llaves del recogimiento de Israel” (D. y C. 110:11). A continuación, “apareció Elías y entregó la dispensación del evangelio de Abraham, diciendo que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros” (D. y C. 110:12). ¡De esa manera se renovó el convenio de Abraham como parte de la Restauración! Luego vino Elías el profeta, que restauró las llaves de la autoridad para sellar, como lo profetizó Malaquías26. Esas llaves son indispensables para sellar a las familias del Israel recogido y permitirles disfrutar de la bendición más grande de todas: la vida eterna.
¿Cuál es la perspectiva del Padre y del Hijo con respecto al Libro de Mormón? Ellos lo ven como evidencia del llamamiento profético de José Smith; lo ven como el instrumento mediante el cual las personas pueden aprender más acerca de Jesucristo, creer en Su evangelio y unirse a Su Iglesia; lo ven como el texto que aclara la conexión que tenemos con la casa de Israel de la Biblia. El Libro de Mormón declara el advenimiento del recogimiento27 y es el instrumento de Dios para llevarlo a cabo. Sin el Libro de Mormón, no habría recogimiento de Israel28.
El Libro de Mormón contiene la plenitud del Evangelio; sin él, sabríamos muy poco sobre la expiación de Jesucristo29. Debido a que enseña sobre la Expiación, el Libro de Mormón nos ayuda a arrepentirnos, a hacer y a guardar convenios sagrados, y a ser merecedores de las ordenanzas de salvación y exaltación; nos conduce al templo, donde podemos llegar a ser dignos de la vida eterna.
Aquí en la tierra, podemos tener esa perspectiva celestial en todo lo que hacemos; con esa perspectiva, vemos que la obra misional es indispensable para el recogimiento de Israel. En muchas naciones, nuestros misioneros buscan a las personas del Israel esparcido.
Sión existe en cualquier parte en que se reúnan santos justos30. Las publicaciones, las comunicaciones y las congregaciones proporcionan a casi todos los miembros de la Iglesia acceso a la doctrina, las llaves, las ordenanzas y las bendiciones del Evangelio, sea cual sea el lugar donde se encuentren. Para la conveniencia de los santos de todo el mundo, hay ciento cuarenta y tres templos a su disposición, y habrá más en el futuro31.
Los santos de todos los países tienen el mismo derecho a recibir las bendiciones del Señor. La seguridad espiritual siempre dependerá de cómo vivamos, no de dónde vivamos.
El recogimiento de Israel no es la meta final, sino apenas el principio. El fin hacia el cual perseveramos abarca las ordenanzas de la investidura y el sellamiento en el templo; incluye el establecer una relación de convenio con Dios, ya sea por linaje o por adopción, y luego vivir con Él y con nuestra familia para siempre. Ésa es la gloria de Dios: la vida eterna para Sus hijos32.
Nuestro amoroso Padre Celestial ciertamente quiere que Sus hijos regresen a Él, no por imposición, sino por voluntad propia y preparación personal; y quiere que estén sellados como familias eternas.
Ésa es la perspectiva de nuestro Padre Celestial; ésa es la perspectiva del Hijo Amado; y también puede ser nuestra perspectiva.