Mensaje de las maestras visitantes
La misión divina de Jesucristo: Intercesor
Con espíritu de oración, estudie este material y procure saber lo que debe compartir. ¿De qué manera el entender la vida y la misión del Salvador aumentará su fe en Él y bendecirá a las hermanas que están bajo su cuidado en el programa de maestras visitantes? Si desea más información, visite reliefsociety.lds.org.
Fe, Familia, Socorro
No se haga mi voluntad, sino la tuya, por Harry Anderson.
Jesucristo es nuestro Intercesor ante el Padre. La palabra intercesor procede de voces latinas que significan “hablar en favor de alguien”1. El Salvador intercede por nosotros valiéndose del conocimiento, la justicia y la misericordia; el saber esto nos llena de amor y gratitud por Su expiación.
“Escuchad [a Jesucristo] que es vuestro intercesor con el Padre, que aboga por vuestra causa ante él,
“diciendo: Padre, ve los padecimientos y la muerte de aquel que no pecó, en quien te complaciste; ve la sangre de tu Hijo que fue derramada, la sangre de aquel que diste para que tú mismo fueses glorificado;
“por tanto, Padre, perdona a estos mis hermanos que creen en mi nombre, para que vengan a mí y tengan vida eterna” (D. y C. 45:3–5).
De Cristo como nuestro Intercesor, el élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Esto significa mucho para mí, el que en cualquier momento, y en cualquier circunstancia, puedo, mediante la oración, acercarme al trono de gracia; que mi Padre Celestial escuchará mi súplica; que mi Abogado, Aquel que no tenía pecado, cuya sangre fue derramada, intercederá por mi causa”2.
Escrituras adicionales
Mosíah 15:8–9; Moroni 7:28; Doctrinas y Convenios 29:5; 110:4
De las Escrituras
A lo largo de la historia de la Iglesia del Señor, las discípulas de Jesucristo han seguido Su ejemplo. Ester fue fiel y valiente; su primo Mardoqueo, le dio una copia del decreto promulgado por el rey para que los judíos fuesen destruidos y le encargó que “fuese ante [el rey] a interceder por su pueblo”; y agregó: “¿Y quién sabe si para esta hora tú has llegado al reino?” (Ester 4:8, 14).
A pesar del peligro, Ester estuvo de acuerdo: “…y así entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:16).
Entonces, Ester habló con humildad delante del rey y “cayó a sus pies, rogándole con lágrimas… para revocar las cartas… para destruir a los judíos”; y añadió: “¿Cómo podría yo soportar y ver la destrucción de mi gente?” (véase Ester 8:3, 5–6). El rey se conmovió y le concedió lo que pedía3.