No sabía por qué estaba allí
Amber Cheney, Alabama, EE. UU.
Mi madre y yo acabábamos de terminar la oración que solíamos hacer juntas en la noche. Nos abrazamos y nos dijimos: “Te quiero mucho”, y después me dirigí a mi habitación. Al estirar la mano para abrir la puerta, tuve la fuerte impresión de que al día siguiente mi mamá moriría.
Mi cerebro y mi corazón trataron de desechar ese pensamiento; no era posible que le fuera a suceder algo a mi mamá; todo estaría bien con ella.
Una vez dentro de mi habitación, me arrodillé en oración y le dije al Padre Celestial que la impresión sobre mi mamá no podía ser verdad. Le pedí que por favor me quitara ese pensamiento, pero persistió. Regresé a la habitación de mis padres y le dije a mi mamá que quería otro abrazo y otro beso antes de irme a la cama. Nuevamente nos dijimos “te quiero” y regresé a mi habitación. Esa noche tardé en quedarme dormida.
Cuando desperté a la mañana siguiente, me sentía nerviosa. Afortunadamente, allí estaba mamá, feliz y sana; pero muy en el fondo yo seguía con el sentimiento persistente de que algo no estaba bien. En la reunión de ayuno y testimonios ese día, mamá se puso de pie y dio un hermoso testimonio.
Después de la reunión sacramental, ella se fue a enseñar su clase de la Primaria y yo me fui a la Escuela Dominical. Tuve otra clara impresión, esta vez de levantarme y salir de la clase de la Escuela Dominical. No quería llamar la atención, pero algo hizo que me levantara y saliera del salón. Unos minutos después, estaba sentada en la clase de la Primaria de mi mamá, escuchándola enseñar; no sabía por qué estaba allí, pero sabía que allí era donde debía estar.
Esa tarde, en casa de mi hermano, mi mamá me miró fijamente a los ojos por última vez antes de desplomarse, y falleció a causa de una embolia pulmonar. Por Sus razones y en Su misericordia, el Padre Celestial había enviado al Espíritu Santo para prepararme. Las impresiones que recibí me dieron tiempo adicional con mi mamá que no hubiera disfrutado si hubiera hecho caso omiso a la voz apacible y delicada.
El amor de mi Padre Celestial nunca había sido tan evidente para mí como durante los acontecimientos relacionados con el fallecimiento de mi madre. Cuán bendecidos somos de tener un Padre Celestial que nos ama lo suficiente como para darnos el don especial del Espíritu Santo.