Encontrar a la abuela
Reuben Wadsworth, Utah, EE. UU.
Algo de lo que me arrepiento es no haberme sentado con mi abuela paterna a hablar de su vida y dejar registrados sus recuerdos para la posteridad. Después de que ella murió, mi padre y mis tíos me contaban que ella no creía ser importante y que incluso de vez en cuando hasta llegó a preguntar: “¿Por qué alguien querría saber de mí?”.
Cuando las dificultades económicas forzaron a mi familia a mudarse a la vieja casa de mi abuela, en seguida me inundaron los recuerdos felices, y también el remordimiento. Una noche, pocos días después de mudarnos, me puse a mirar varios de los álbumes de fotos viejas de mi abuela y una caja con recuerdos que tenía cartas viejas escritas por mi tío, recomendaciones para el templo viejas e incluso el programa del funeral de mi abuelo. Tras mirar esos recuerdos, me pregunté si quizás habría más.
Sentí la impresión de buscar en el ático e inmediatamente fui guiado a una bolsa en la que había una carpeta azul vieja que parecía tener como destino la basura. En la carpeta descubrí el comienzo de una historia de vida que mi abuela había escrito treinta años antes. Después, para mi gran sorpresa, supe que nadie de mi familia sabía siquiera que existiese. Mi padre y mis tíos tenían razón: ¡hasta tal punto se consideraba mi abuela de poca importancia que nunca le contó a nadie que había empezado a escribir una historia de vida!
Esa noche leí cada una de las palabras de aquellas ocho páginas y, al hacerlo, aprendí mucho sobre mi abuela: cómo era su vida durante la escuela secundaria, cómo había conocido a mi abuelo y cuán difícil había sido cerrar el cine que ella y mi abuelo manejaban juntos.
Mientras leía esas páginas, sentí su presencia, como si me estuviera diciendo que no me preocupara más por no haber completado la historia oral que había tenido la intención de realizar. Leer acerca de la vida de mi abuela de su propio puño y letra fue absolutamente impagable y disminuyó el remordimiento que había sentido por tanto tiempo. Fue una confirmación de las tiernas misericordias del Señor y un testimonio de que la historia familiar no se trata únicamente de averiguar quiénes eran nuestros antepasados que no conocimos en esta vida; se trata, además, de descubrir más detalles sobre aquellos que amamos profundamente y con quienes pasamos un tiempo preciado aquí en la tierra.
Cuando me siento con otros integrantes de mi familia para escribir sus historias y me preguntan por qué alguien querría saber de ellos, les aseguro que sus relatos son dignos de ser contados y que su posteridad les agradecerá, tal como yo agradezco a mi abuela el que haya dejado su inestimable historia personal.