2016
Amar a otras personas que tienen valores diferentes
Julio de 2016


Hablamos de Cristo

Amar a otras personas que tienen valores diferentes

Estaba tratando de educar a mis hijas para que tuvieran altos valores morales; pero cuando una persona que para ellas era un modelo de conducta tomó una mala decisión, me pregunté si todo lo que les había intentado enseñar se echaría a perder.

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Mi cuñada Janey (se ha cambiado el nombre) se crio en el Evangelio y era una miembro de la Iglesia muy dedicada. Cuando su aparentemente feliz matrimonio de el templo se disolvió, las personas de su pequeña comunidad comenzaron a difundir rumores y a emitir juicios sobre ella; entonces se distanció de muchos de sus amigos y, con el tiempo, se alejó de la Iglesia.

Comenzó a salir con un joven, Andy, quien poco después fue a vivir con ella. Yo estaba preocupada por lo que les diría a mis hijas. Mis tres jóvenes hijas amaban a su tía Janey; no solo son nuestras familias muy unidas, sino que, además, ella era su profesora de baile, de modo que la veían varios días a la semana.

Durante muchos meses pensaron que Andy la visitaba muy a menudo, pero al final tuve que decirles que Janey y Andy vivían juntos. Les expliqué que la decisión que habían tomado era un grave pecado. Mis hijas parecieron entender y tuvimos una buena charla en cuanto a la importancia de vivir los principios del Evangelio.

Entonces estalló la bomba. Janey anunció alegremente a la familia que Andy y ella estaban esperando un bebé. De nuevo me preocupé en cuanto al modo en que esa noticia afectaría a mis hijas. ¿Entendían ellas que esa no era la manera en que el Padre Celestial desea que Sus hijos vengan a la tierra? ¿Pensarían que esa situación era aceptable y normal por tenerla tan cerca?

Durante varias semanas estuve preocupada y no quería hablar a mis hijas del nuevo acontecimiento. Un mes después, Janey y Andy decidieron casarse. ¿Por qué no habían esperado a estar casados para anunciar el embarazo?

En mi interior, sentí arder el resentimiento. ¿Cómo podía amar a Janey pero no lo que había hecho? ¿Cómo podía enseñar a mis hijas a seguir amando a su tía pero no aprobar las decisiones que ella había tomado?

Un día, mi hermana me habló de una joven de su barrio que había quedado embarazada. La joven seguía asistiendo a la Iglesia, y se veía feliz y emocionada por el inminente acontecimiento en su vida, pero las demás jovencitas estaban confundidas al percibir en ella una actitud aparentemente frívola ante la situación.

Sin embargo, mi hermana, que era maestra visitante de la madre de esa jovencita, sabía de las incontables noches que ella había llorado hasta quedarse dormida, afligida por las decisiones que la habían conducido a aquel aprieto. Tras muchas semanas de tormento, la joven decidió que podía continuar lamentándose por sus actos o seguir adelante y ser feliz. Gracias al sacrificio expiatorio de Cristo, ella pudo aceptar las consecuencias de sus decisiones, y volver a ser limpia mediante el arrepentimiento.

Me pregunté si Janey habría pasado por algo similar. ¿Se había lamentado por sus decisiones pero, al no poder cambiar las consecuencias, las había aceptado y había decidido seguir adelante?

Me sentí avergonzada por haber juzgado la situación con severidad y haber sido incapaz de amar como Jesucristo espera que amemos. Al reflexionar en la vida del Salvador, recordé que Él siempre buscó a los pecadores, enseñándoles mediante Sus palabras y Su ejemplo, y amándolos. Era ese amor lo que ablandaba los corazones y transformaba a las personas.

Me di cuenta de que, con demasiada frecuencia, amaba a las personas siempre que actuaran como yo pensaba que debían hacerlo, pero tan pronto cometían un error, interiormente, las condenaba. ¡Qué hipócrita era! Comprendí que necesitaba arrepentirme. Necesitaba aprender a amar al pecador sin apoyar el pecado. Finalmente, pude librarme del enojo que sentía hacia Janey y volver a amarla de verdad.

Tuve otra buena charla con mis hijas e hice hincapié en la importancia de casarse antes de tener un bebé. Pudimos esperar con alegría el nacimiento del nuevo bebé en la familia; todos queríamos apoyar a Janey y compartir aquel momento especial de su vida. Mis hijas entendieron que la tía Janey había hecho algo incorrecto, pero aún la aman a ella y al tío Andy, y esperan que su hermosa familia algún día decida volver a los brazos de nuestro Salvador, Jesucristo, quien los espera.