2016
Vuélvanse al libro; confíen en el Señor
Noviembre de 2016


Vuélvanse al libro; confíen en el Señor

¿Ven el Libro de Mormón como su piedra clave, como su centro de fortaleza espiritual?

Mary Elizabeth Rollins

Imagino en mi mente a los de la nueva generación mirando o escuchando esta sesión de la conferencia en algún lugar del mundo. Quisiera compartir una historia verdadera con ustedes, una historia que puede ser tanto un ejemplo como una lección. Puede mostrarles cómo acercarse más al Señor y acceder a mayor poder para resistir la tentación.

Es la historia de una joven que vivía en Nueva York; antes de los tres años de edad perdió a su padre cuando se hundió su embarcación en un gran lago. Ella, su madre, su hermano mayor y su hermana pequeña se mudaron a una nueva ciudad en otro estado, para vivir con su tía y su tío. Poco después de que la familia llegó, los misioneros y miembros de una religión recién organizada llegaron a la ciudad con las gloriosas nuevas de la restauración del Evangelio. Narraron la extraordinaria historia de cómo un ángel entregó unos anales antiguos a un joven llamado José Smith; anales que este había traducido por el poder de Dios. De hecho, dos de los visitantes, Oliver Cowdery y John Whitmer, habían visto con sus propios ojos las hojas de metal grabadas de los anales antiguos; y Whitmer testificó que había tenido las planchas de oro en sus propias manos. Los anales se habían publicado hacía poco y el hermano Whitmer llevaba el libro consigo. El nombre del libro, por supuesto, era el Libro de Mormón.

Cuando Mary, de doce años, oyó a los misioneros hablar sobre el libro, experimentó un sentimiento especial en el corazón. Aunque el Libro de Mormón era grueso y tenía muchas páginas, Mary ansiaba leerlo. Cuando el hermano Whitmer partió, entregó un preciado ejemplar del libro al hermano Isaac Morley, que era un amigo del tío de Mary y uno de los líderes locales de la nueva Iglesia.

Más adelante, Mary escribió: “Fui a casa [del hermano Morley]… y pedí ver el libro; [este] lo puso en mi mano, y al verlo sentí tal deseo de leerlo que no pude abstenerme de pedirle que me permitiera llevarlo a casa y leerlo…Dijo que… apenas había tenido tiempo para leer un capítulo él mismo, y tan solo unos pocos hermanos lo habían visto, pero rogué tan fervientemente por él que por fin dijo: ‘Jovencita, si traes este libro a casa antes de desayunar por la mañana, te lo puedes llevar’”.

Mary Elizabeth Rollins reading

Mary corrió a casa; y estaba tan absorta en el libro, que permaneció despierta casi toda la noche leyéndolo. A la mañana siguiente, cuando devolvió el libro, el hermano Morley dijo: “Me imagino que no habrás leído mucho” y “No creo que me puedas decir ni una palabra del libro”. Mary permaneció erguida y repitió de memoria el primer versículo del Libro de Mormón; luego le narró la historia del profeta Nefi. Mary escribió más adelante: “Él me miró sorprendido y dijo: ‘Hija, llévate el libro a casa y termínalo, yo puedo esperar’”.

Poco tiempo después, Mary terminó de leer el libro y fue la primera persona de la ciudad en leerlo por completo. Supo que era verdadero y que provenía del Padre Celestial. Al volverse al libro, confió en el Señor.

Un mes después, un visitante especial fue a su casa. Esto es lo que Mary escribió sobre el memorable encuentro de aquel día: “Cuando me vio [José Smith] me miró muy fervorosamente…Después de un minuto o dos… me dio una gran bendición… y me regaló el libro y dijo que le daría otro [ejemplar] al hermano Morley…Todos sentimos que era un hombre de Dios, pues hablaba con poder, como quien tiene autoridad”.

Esa jovencita, Mary Elizabeth Rollins, vio muchos otros milagros en su vida y siempre conservó su testimonio del Libro de Mormón1. Ese relato tiene un significado especial para mí porque ella es mi tía abuela en cuarta generación. Mediante el ejemplo de Mary, junto con otras experiencias de mi vida, he aprendido que nunca se es demasiado joven para procurar y recibir un testimonio personal del Libro de Mormón.

La piedra clave de su testimonio

Hay una lección individual para ustedes en la historia de Mary. Cada uno de ustedes, jovencitos, jovencitas y niños, puede tener los mismos sentimientos que ella tuvo. Al leer el Libro de Mormón y orar con el deseo de saber si es verdadero, también pueden recibir la misma inspiración en el corazón que recibió Mary; también pueden descubrir que, al perseverar y dar testimonio del Libro de Mormón, sentirán el mismo espíritu de confirmación. El Espíritu Santo les hablará al corazón. Asimismo, pueden sentir ese mismo espíritu de confirmación al escuchar a otras personas compartir su testimonio del Libro de Mormón. Cada uno de esos testimonios espirituales puede conducir a que el Libro de Mormón llegue a ser la piedra clave de su testimonio.

Permítanme explicarlo. El profeta José Smith, quien tradujo el Libro de Mormón por el don y el poder de Dios, describe el Libro de Mormón como “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la piedra clave de nuestra religión”2.

Desde la primera publicación del Libro de Mormón en 1830, se han publicado más de 174 millones de ejemplares en 110 idiomas diferentes, lo que demuestra que el Libro de Mormón aún es la piedra clave de nuestra religión; pero, ¿qué significa eso para cada uno de ustedes?

The keystone is the very center

En términos arquitectónicos, la piedra clave es un elemento principal en una entrada con arco; es la piedra con forma de cuña que está en el centro mismo y en el punto más alto del arco; es la piedra más importante, ya que mantiene los costados del arco en su lugar y evita que colapse. Además, es el elemento estructural que garantiza que pueda pasarse por la entrada o abertura que está debajo.

Keystone in an arch

En términos del Evangelio, es un don y una bendición del Señor que la piedra clave de nuestra religión sea algo tan tangible y concreto como el Libro de Mormón, y algo que podamos tener en la mano y leer. ¿Ven el Libro de Mormón como su piedra clave, como su centro de fortaleza espiritual?

El presidente Ezra Taft Benson explicó en más detalle aquellas enseñanzas de José Smith. Dijo: “Hay tres formas en que el Libro de Mormón es la piedra clave de nuestra religión. Es la piedra clave de nuestro testimonio de Jesucristo; es la piedra clave de nuestra doctrina y es la piedra clave del testimonio”.

El presidente Benson además enseñó: “El Libro de Mormón nos enseña la verdad [y] da testimonio de Cristo…[Pero] hay algo más que eso. Hay un poder en el libro que empezará a fluir en la vida de ustedes en el momento en que empiecen a estudiarlo seriamente. Encontrarán mayor poder para resistir la tentación…encontrarán el poder para mantenerse en el camino estrecho y angosto”3.

Mi testimonio personal

En mi caso, el Libro de Mormón llegó a ser la piedra clave de mi testimonio en el término de algunos años y mediante algunas experiencias. Tuve una gran experiencia para la formación de mi testimonio mientras era un joven misionero y prestaba servicio en mi primer área: Kumamoto, Japón. Mi compañero y yo hacíamos proselitismo casa por casa y conocí a una abuela que nos invitó amablemente a pasar al vestíbulo de entrada de su casa, que se dice genkan en japonés. Nos ofreció una bebida fría en ese caluroso día. Yo no llevaba mucho tiempo en Japón; hacía poco que había terminado de leer el Libro de Mormón y había estado orando para saber con certeza que era verdadero.

Ya que era nuevo en Japón, no hablaba japonés muy bien. De hecho, no creo que aquella mujer entendiera mucho de lo que yo decía. Comencé a enseñarle sobre el Libro de Mormón y a describir cómo José Smith recibió de un ángel antiguos anales grabados en planchas, y cómo lo tradujo por el poder de Dios.

Al darle mi testimonio de que el Libro de Mormón es la palabra de Dios y otro testamento de Jesucristo, recibí una impresión muy fuerte, a la que acompañó un cálido sentimiento de consuelo y serenidad en mi pecho, al cual las Escrituras describen como que el “pecho arda dentro de ti”4. Tal sentimiento me reafirmó de manera potente que el Libro de Mormón es en verdad la palabra de Dios. En ese momento, mis sentimientos fueron tan fuertes que me brotaron lágrimas de los ojos mientras hablaba con aquella abuela japonesa. Jamás he olvidado el sentimiento especial que tuve ese día.

Su testimonio personal

¡Cada uno de ustedes también puede recibir un testimonio personal del libro! ¿Se dan cuenta de que el Libro de Mormón se escribió para ustedes y para nuestra época? Dicho libro es una de las bendiciones de vivir en lo que llamamos la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Aunque el Libro de Mormón lo escribieron autores inspirados y de la antigüedad —muchos de los cuales eran profetas—, ellos y la gente de sus días no tuvieron el beneficio de poseer todo el libro. Ustedes ahora tienen cómodamente a su alcance los sagrados anales que los profetas, sacerdotes y reyes atesoraron, estimaron y preservaron. Tienen el beneficio de sostener en sus manos el Libro de Mormón completo. Curiosamente, uno de los profetas del Libro de Mormón, Moroni, vio nuestra época; la época de ustedes. ¡Los vio en visión aun a ustedes, hace muchos centenares de años! Moroni escribió:

“He aquí, el Señor me ha mostrado cosas grandes y maravillosas concernientes a… ese día en que aparezcan estas cosas entre vosotros” (es decir, el Libro de Mormón).

“He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras”5.

A fin de que el Libro de Mormón llegue a ser la piedra clave de su testimonio, les ofrezco una invitación. Recientemente me enteré que en muchos países del mundo, los jóvenes dedican un promedio de siete horas al día a ver pantallas de televisión, computadoras y teléfonos inteligentes6. Considerando eso, ¿harían un pequeño cambio? ¿Reemplazarán parte de ese tiempo diario dedicado a las pantallas —en particular el que dedican a redes sociales, internet, juegos o televisión— por la lectura del Libro de Mormón? Si los estudios estadísticos que mencioné son correctos, podrían hallar tiempo para el estudio diario del Libro de Mormón fácilmente, aunque solo sea diez minutos al día. Y pueden estudiar de un modo que les permita disfrutarlo y entenderlo; ya sea en sus dispositivos electrónicos o en el formato de libro. El presidente Russell M. Nelson hace poco advirtió: “Nunca debemos hacer que la lectura del Libro de Mormón parezca un deber oneroso, como el engullir una desagradable medicina para tragarla rápidamente y luego anotar que lo hemos hecho”7.

Youth reading the Book of Mormon
Child reading the Book of Mormon

En el caso de algunos de ustedes, los niños más pequeños, podrían leerlo con alguno de sus padres, abuelos o seres queridos. Si algún capítulo, versículo o parte se vuelve tan difícil como para desalentar la lectura, pasen al siguiente, y así sucesivamente. Los imagino siguiendo el ejemplo de Mary; los imagino entusiasmados, buscando el tiempo y un lugar tranquilo para leer el Libro de Mormón. los veo hallando respuestas, sintiendo guía y obteniendo su propio testimonio del Libro de Mormón, así como un testimonio de Jesucristo. Al volverse al libro, confían en el Señor.

Looking to the book

Leerán detenidamente los pasajes de ese preciado libro y hallarán a su amado Salvador, el Señor Jesucristo, en casi cada página. Se calcula que, en promedio, se usa alguna forma de Su nombre una vez cada 1,7 versículos8. Incluso Cristo mismo testificó de su veracidad en estos, los últimos días, al declarar: “Y vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero”9.

Estoy agradecido por la invitación y la promesa que el Señor ha brindado mediante el profeta Moroni a cada uno de ustedes, así como a todo el que lea el Libro de Mormón. Para concluir, leo dicha invitación y promesa y añado mi testimonio: “Y cuando recibáis estas cosas [el Libro de Mormón], quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de [Jesucristo], si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”10.

Doy testimonio de la restauración del Evangelio en estos últimos días y del Libro de Mormón como prueba tangible de dicha Restauración. Tal como las palabras de ese libro inspiraron a una jovencita de doce años a aceptar la Iglesia restaurada de Jesucristo hace casi dos siglos, las verdades que ustedes hallen en él los elevarán e inspirarán de forma similar; fortalecerán su fe, llenarán sus almas de luz y los prepararán para un futuro que apenas tienen la capacidad de comprender.

En las páginas del libro descubrirán el amor infinito y la suprema gracia de Dios. Al esforzarse por seguir las enseñanzas que hallen allí, se multiplicará su gozo, aumentará su entendimiento y se les revelarán las respuestas que busquen a las muchas dificultades que presenta la vida terrenal. Al volverse al libro, confían en el Señor. El Libro de Mormón es la palabra revelada de Dios. De ello testifico con todo mi corazón y toda mi alma, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase de “Mary Elizabeth Rollins Lightner”, Utah Genealogical and Historical Magazine, julio de 1926, págs. 193–195.

  2. Introducción del Libro de Mormón.

  3. Ezra Taft Benson, “El Libro de Mormón: La [piedra] clave de nuestra religión”, Liahona, octubre de 2011, págs. 54, 57.

  4. Doctrina y Convenios 9:8.

  5. Mormón 8:34–35.

  6. Véase American Academy of Pediatrics, “Media and Children”, aap.org.

  7. Russell M. Nelson, “Strengthen the Shepherds”, (discurso pronunciado en las reuniones de líderes, conferencia general, 28 de septiembre de 2016).

  8. Véase de Susan Easton Black, Finding Christ through the Book of Mormon, 1987, págs. 16–18.

  9. Doctrina y Convenios 17:6.

  10. Moroni 10:4; véanse también los versículos 3, 5.