¿Soy lo suficientemente bueno? ¿Lo lograré?
Si realmente se esfuerzan y no se justifican ni se rebelan —arrepintiéndose con frecuencia y rogando por gracia—, sin duda van a ser “suficientemente buenos”.
Queridos hermanos y hermanas, qué bendición es estar reunidos y recibir las enseñanzas de los siervos del Señor. ¿No es maravilloso de cuántas maneras nuestro amoroso Padre Celestial nos guía y nos bendice? Él realmente desea que regresemos a casa.
Por medio de una serie de entrañables misericordias, cuando era un joven doctor al terminar la escuela de medicina, me aceptaron en un programa de residencia de pediatría competitivo y destacado. Cuando conocí a los demás pasantes, me sentí como el menos inteligente y preparado de todos y pensé que nunca podría estar a la altura del resto del grupo.
A principio de nuestro tercer mes, estaba sentado en la sala de enfermeras una noche en el hospital, mientras alternaba entre llorar y dormitar al intentar escribir las órdenes de admisión para un niño con pulmonía. Nunca me había sentido tan desanimado en mi vida; no tenía ni idea de cómo tratar la pulmonía en un niño de 10 años de edad y empecé a preguntarme qué estaba haciendo ahí.
En ese preciso momento, uno de los residentes de más antigüedad puso su mano sobre mi hombro; me preguntó cómo estaba y le conté mis frustraciones y temores. Su respuesta me cambió la vida. Me dijo lo orgullosos que estaban de mí, él y el resto de los residentes de más antigüedad, y que pensaban que llegaría a ser un excelente doctor. En pocas palabras, creyó en mí en un momento en el que ni yo creía en mí mismo.
Como en mi propia experiencia, a menudo nuestros miembros preguntan: “¿Soy lo suficientemente bueno como persona?” o “¿En realidad lograré llegar al Reino Celestial?” Desde luego, no hay tal cosa como “ser suficientemente bueno”. Ninguno de nosotros podría jamás “ganar” o “merecer” nuestra salvación, pero es normal preguntarnos si somos aceptables ante el Señor, que es como yo entiendo esas preguntas.
A veces cuando asistimos a la Iglesia, nos desanimamos incluso por las a invitaciones sinceras para mejorar. Pensamos en silencio, “No puedo hacer todas esas cosas” o “Nunca seré tan bueno como todas esas personas”. Tal vez nos sintamos como yo me sentí en el hospital esa noche.
Por favor, mis queridos hermanos y hermanas, debemos dejar de compararnos con los demás; nos torturamos inútilmente al competir y compararnos. Erróneamente juzgamos nuestra autoestima según las cosas que tenemos o no tenemos y por las opiniones de los demás. Si tenemos que comparar, comparemos cómo éramos en el pasado a cómo somos hoy, e incluso a cómo queremos ser en el futuro. La única opinión que importa es lo que nuestro Padre Celestial piensa de nosotros. Por favor, pregúntenle con sinceridad lo que Él piensa de ustedes. Él nos ama y nos corrige pero nunca nos desanima; ese es el truco de Satanás.
Permítanme ser directo y claro. Las respuestas a las preguntas “¿Soy lo suficientemente bueno?” y “¿Lo lograré?” son: “¡Sí!, van a ser los suficientemente buenos” y “Sí, lo lograrán siempre y cuando sigan arrepintiéndose y no se justifiquen ni se rebelen”. El Dios del cielo no es un árbitro desalmado que busca cualquier excusa para expulsarnos del partido Él es nuestro Padre perfectamente amoroso, quien desea más que nada que todos Sus hijos vuelvan a casa y vivan con Él en familia para siempre. ¡En verdad dio a Su Hijo Unigénito, para que no nos perdamos, mas tengamos vida eterna!1. Por favor crean, y encuentren esperanza y consuelo, en esta verdad eterna. El propósito de nuestro Padre Celestial es que lo logremos. Esa es Su obra y Su gloria2.
Me encanta la manera en la que el presidente Gordon B. Hinckley solía enseñar ese principio. En varias ocasiones lo oí decir: “Hermanos y hermanas, todo lo que el Señor espera de nosotros es que lo intentemos, pero realmente tienen que intentarlo”3.
“Realmente intentarlo” significa hacer lo mejor posible, reconocer en qué necesitamos mejorar y luego volver a intentarlo. Al hacer eso una y otra vez, nos acercamos más y más al Señor, sentimos Su Espíritu aún más4, y recibimos más de Su gracia o ayuda5.
A veces pienso que no reconocemos lo mucho que el Señor nos quiere ayudar. Me encantan las palabras del élder David A. Bednar, quien dijo:
“La mayoría de nosotros entiende claramente que la Expiación es para los pecadores; sin embargo, no estoy seguro de que sepamos y comprendamos que la Expiación también es para los santos…
“La Expiación nos proporciona ayuda para superar y evitar lo malo, y para hacer el bien y llegar a ser buenos…
“‘… Es… mediante la gracia del Señor que las personas, por medio de la fe en la expiación de Jesucristo y el arrepentimiento de sus pecados, reciben fortaleza y ayuda para realizar buenas obras que de otro modo no podrían [hacer]… Esta gracia es un poder habilitador’ [Bible Dictionary, “Grace”; cursiva agregada]… o la ayuda celestial que cada uno de nosotros necesita desesperadamente para hacerse merecedor del reino celestial”6.
Todo lo que tenemos que hacer para recibir esa ayuda celestial es pedirla y luego actuar de acuerdo con las impresiones justas que recibamos.
La buena noticia es que si nos hemos arrepentido con sinceridad, nuestros pecados anteriores no impedirán que seamos exaltados. Moroni nos cuenta sobre los transgresores de esa época: “Mas cuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención, se les perdonaba”7.
Y el Señor mismo dijo del pecador:
“Y si confiesa sus pecados ante ti y mí, y se arrepiente con sinceridad de corazón, a este has de perdonar, y yo lo perdonaré también.
“Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí”8.
Si nos arrepentimos con sinceridad, Dios realmente nos perdonará, aun cuando hayamos cometido el mismo pecado una y otra vez. Como dijo el élder Jeffrey R. Holland: “Por más oportunidades que hayan perdido, por más errores que piensen que hayan cometido… testifico que no han viajado más allá del alcance del amor divino. No es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la expiación de Cristo”9.
Eso no significa de ninguna manera que se apruebe el pecado, ya que siempre tiene consecuencias y siempre lastima y hace daño a quien peca y a aquellos que se han visto afectados por los pecados de él o ella; y el arrepentimiento sincero nunca es fácil10. Además, por favor entiendan que aunque Dios nos quita el remordimiento y la mancha de nuestros pecados cuando nos arrepentimos con sinceridad, quizás no elimine de inmediato todas las consecuencias de nuestros pecados. A veces permanecen con nosotros por el resto de nuestras vidas; y el peor tipo de pecado es el pecado premeditado, cuando alguien dice: “Puedo pecar ahora y arrepentirme después”. Creo que eso es una burla seria del sacrificio y sufrimiento de Jesucristo.
El Señor mismo declaró: “Porque yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia”11.
Y Alma proclamó: “He aquí, te digo que la maldad nunca fue felicidad”12.
Una de las razones por las cuales la declaración de Alma es particularmente cierta es que al pecar de manera constante, nos distanciamos del Espíritu, nos desalentamos y luego dejamos de arrepentirnos; pero repito, debido a la expiación del Salvador, podemos arrepentirnos y ser completamente perdonados, en tanto que nuestro arrepentimiento sea sincero.
Lo que no podemos hacer es justificarnos en vez de arrepentirnos. No bastará que nos justifiquemos en nuestros pecados al decir: “Dios sabe que es muy difícil para mí, y me acepta como soy”. “Realmente intentar” significa que seguimos esforzándonos para llegar plenamente a la norma del Señor, la cual se define claramente en las preguntas que se nos hacen para obtener una recomendación para el templo.
Otra cosa que seguro nos impedirá llegar al cielo, y nos apartará de la ayuda que necesitamos ahora, es la rebelión. Del libro de Moisés aprendemos que Satanás fue expulsado del cielo por rebelión13. Nos rebelamos cada vez que decimos en nuestros corazones: “No necesito a Dios y no me tengo que arrepentir”.
Como pediatra de cuidado intensivo, sé que si alguien rechaza de manera inapropiada el tratamiento de emergencia, puede llevarlo innecesariamente a la muerte física. De manera similar, cuando nos rebelamos contra Dios, rechazamos nuestra única ayuda y esperanza, que es Jesucristo, lo cual lleva a la muerte espiritual. Ninguno de nosotros puede hacerlo por sí solo. Ninguno de nosotros llegaremos a ser lo “suficientemente buenos”, excepto por el mérito y la misericordia de Jesucristo14, pero ya que Dios respeta nuestro albedrío, tampoco podemos ser salvos sin intentarlo. Así es como funciona el equilibrio entre la gracia y las obras. Podemos tener esperanza en Cristo porque Él quiere ayudarnos y cambiarnos; de hecho, ya los está ayudando; solo deténganse, reflexionen y reconozcan Su ayuda en su vida.
Les testifico que si realmente se esfuerzan y no se justifican ni se rebelan —arrepintiéndose con frecuencia y rogando por la gracia, o ayuda, de Cristo—, sin duda van a ser “suficientemente buenos”, es decir, aceptables ante el Señor; lograrán llegar al Reino Celestial siendo perfectos en Cristo; y van a recibir las bendiciones, la gloria y el gozo que Dios desea para cada uno de Sus hijos preciados, incluyéndonos específicamente a ustedes y a mí. Testifico que Dios vive y quiere que volvamos a casa. Testifico que Jesús vive. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.