Comprender el Plan de Salvación me dio paz
La autora vive en Filipinas.
Cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer terminal, yo solo podía ver tristeza en mi futuro. Entonces ella dio su testimonio del Plan de Salvación.
Hace unos años, el día del aniversario de mis padres, a mi madre le diagnosticaron un cáncer de páncreas en etapa 4. Los resultados de la tomografía computarizada mostraron que el cáncer que tenía era mortal y que el cuerpo se le estaba deteriorando. Fue en ese momento que supe que mi madre no viviría mucho más tiempo.
Yo no estaba preparada para eso. Me imaginé lo que sería la vida sin mi madre; todo era oscuro, sombrío y triste. No había más alegría ni risas, ni cálidos abrazos de mi madre que me consolaran. No parecía haber vida en absoluto.
Pasaron los meses y el cuerpo de mi madre continuó debilitándose, pero lo que más me sorprendió fue su deseo de ir a la Iglesia, de participar en nuestro estudio diario de las Escrituras en familia, de dar las lecciones en las noches de hogar e incluso reír con nosotros.
Un día, le pregunté: “¿No le has preguntado a nuestro Padre Celestial? ¿No te has preguntado por qué es que tú tienes cáncer?” Mi madre sonrió y compartió su testimonio sobre el Plan de Salvación. Me dijo que debía entenderlo para sentir la felicidad genuina que brinda. Dijo que si entendiera de dónde venimos, cuál es nuestro propósito en esta vida y adónde vamos, entendería que siempre estaremos juntas, que nunca la perdería realmente. Me animó a continuar preparándome para servir en una misión y compartir el evangelio de Jesucristo y el Plan de Salvación con los demás, para que también pudieran recibir las bendiciones del consuelo y la felicidad.
Me di cuenta de que mi madre tenía razón. ¿Por qué tendría miedo de perderla aquí en la tierra si sabía que mientras guardara mis convenios y cumpliera con la voluntad del Padre la vería en la vida venidera? Me sentí llena de paz.
Poco después, mi madre falleció. Durante el velatorio —una celebración de su vida que realizamos antes de su entierro—, a pesar de que fue difícil y de que me sentía triste, todo parecía lleno de paz y aún podía sentir la presencia de mi madre. Incluso las personas que me rodeaban parecían edificadas. Sabía que estaba sintiendo la verdadera bendición de entender el plan divino de Dios.
Más tarde, cuando llegó el momento de llevar a mi madre al cementerio, se me acercó un niño y me preguntó por qué no estaba llorando. Recordé cómo había pensado antes en la muerte de mi madre y que solo había visto mucha tristeza y dolor. Sonreí y me arrodillé a su altura. Le dije: “Sé que volveré a ver a mi madre si continúo guardando los mandamientos de Dios”. El niño también sonrió y supe que sentía la misma paz que sentía yo.
Mi madre se había ido, pero la oscuridad, desesperanza y tristeza que pensé que llenarían mi vida no estaban presentes. Me despedí de ella y le dije que nos veríamos en la vida venidera. Me sentí reconfortada a pesar de nuestra pérdida; fue una bendición que provino de entender el Plan de Salvación.