Jóvenes adultos
El ejemplo del Salvador de cómo entablar amistades
Todos pasamos por épocas en las que nos sentimos solos, pero el ejemplo del Salvador nos enseña algunas cosas acerca de cómo hacer amigos.
Como jóvenes adultos, todos pasamos por épocas en las que nos sentimos solos: al dejar nuestro hogar para estudiar, al volver de la misión, cuando terminamos una relación, si somos los únicos miembros de la Iglesia en donde vivimos, cuando vamos a un barrio nuevo de la Iglesia, si somos solteros, cuando nuestro cónyuge está mucho tiempo lejos de casa, cuando somos padres por primera vez y en muchas otras circunstancias. En algunas etapas de la vida no es tan fácil hacer amigos.
Sin embargo, eso no significa que sea imposible. Como en todas las cosas, la respuesta está en seguir al Salvador. El élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló: “En la amistad, como en todos los principios del Evangelio, Jesucristo es nuestro Ejemplo”1. A continuación encontrarán algunas cosas que podemos aprender del ejemplo del Salvador en cuanto a hacer amigos.
Buscarlos
Jesús valoraba la amistad. Necesitaba la ayuda y el apoyo de otras personas (¡igual que nosotros!) para llevar a cabo Su ministerio en la tierra; pero, en lugar de esperar que la persona justa apareciera a Su puerta, ¡Él salía y las buscaba! Iba a lugares que normalmente no iría (véase Lucas 5:3–10), caminaba por todos lados (véanse Marcos 1:16; Juan 1:36) e incluso invitaba a la gente a ir y ver dónde vivía (véase Juan 1:39).
Quizás no necesitemos amigos por las mismas razones que el Salvador; sin embargo, aun así, es importante que nos rodeemos de buenas personas. Si se encuentran en una nueva etapa de la vida en la que necesitan amigos, búsquenlos. Participen en la Iglesia y en otras actividades, preséntense, prueben cosas nuevas, organicen reuniones sociales, ministren con sinceridad (¡es probable que a quien ministren también necesite un amigo!) y se encontrarán cada vez más rodeados de posibles amigos.
Destacar lo bueno en los demás
Me encanta que cuando Jesús vio a Natanael, dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47). Siempre que pienso en ese versículo, me recuerda que debo buscar lo bueno en otras personas y mencionar lo que veo.
“Mister” Fred Rogers [personaje de televisión de EE. UU.], que era experto en hacer amigos, también indicó que buscar lo mejor en los demás es un atributo cristiano. “Considero que ese tipo de aprecio es algo santo”, dijo. “Que cuando buscamos lo mejor en la persona con la que estamos en ese momento, hacemos lo que hace Dios. De modo que, al amar y apreciar a nuestro prójimo, participamos en algo verdaderamente sagrado”2.
Orar por los amigos
Algunas de las experiencias terrenales más memorables con el Salvador tuvieron que haber sido cuando oró por otras personas. Los nefitas registraron que “nadie puede conceptuar el gozo que llenó [sus] almas cuando [oyeron a Cristo] rogar por [ellos] al Padre” (véase 3 Nefi 17:17). Nuestras oraciones quizás no sean tan conmovedoras como las de Él, pero aun así podemos orar por las personas a quienes apreciamos.
Además de orar por sus amigos, también pueden orar para tener amigos. A medida que consulten “al Señor en todos [sus] hechos” (Alma 37:37) —incluso su preocupación por estar solos y necesitar amigos—, Él no solo los “dirigirá para bien”, sino que los dirigirá a lo bueno, a buenas personas que puedan llegar a ser buenos amigos.
Mirar hacia el Salvador
Jesucristo sabe cómo nos sentimos cuando nos sentimos solos porque Él también es “experimentado en quebranto” y soledad (Mosíah 14:3). Por lo tanto, aun cuando seamos la mejor clase de amigos, es probable que sigamos viviendo épocas o momentos de soledad. Pero la soledad también puede recordarnos el divino mandato de amarnos los unos a los otros (véase Juan 13:34).
Si están pasando por una etapa de soledad ahora, fíjense en el ejemplo del Salvador. Por encima de los demás, procuren que Él sea su amigo. Él —y nuestro Padre Celestial— nunca los dejarán solos.