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Escoger la eternidad
Sabía que era el momento de escoger si me mantendría fiel a mis valores o no.
Cuando me dijeron que había ganado la beca para hacer el intercambio cultural en Argentina con el que siempre había soñado, no podía imaginar que aquel sería el principio de un cambio tan grande en mi vida.
Llegué a Rosario, Argentina, donde viví con una familia que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y así comenzó un año de aventuras espirituales en el que hablaba con los misioneros y asistía a las clases de Seminario e Instituto. Quería saberlo todo y podía sentir que lo que aprendía acerca del Evangelio estaba bendiciéndome de muchas maneras.
En poco tiempo obtuve un firme testimonio de la veracidad de las doctrinas que me estaban enseñando: fe, amor, paciencia, caridad, confianza y obediencia a los mandamientos del Señor, los cuales Él nos ha dado para protegernos del dolor.
Él no desea que suframos sin un propósito; nos ama muchísimo y desea demostrárnoslo; pero, a veces, nosotros, debido a nuestras propias decisiones, cerramos esa puerta y nos alejamos de Él, y entonces quedamos a expensas de nosotros mismos. Es entonces cuando debemos dar ese primer paso para recuperar nuestra paz interior. Esto es algo que tuve que experimentar por mí misma.
Después de meses aprendiendo, recibiendo las lecciones misionales y asistiendo a clases, experimenté la adversidad en una de sus formas más dolorosas: la adversidad que te enfrenta con tus sentimientos del pasado, te tienta a tomar malas decisiones en el presente e intenta arruinar el futuro con el que siempre has soñado. Aprendí que la aflicción, a veces (muchas veces), proviene de donde menos te lo esperas.
Ser digna y virtuosa en pensamientos y hechos siempre había parecido ser parte de quien era, hasta aquel momento. Sabía que las cosas que estaba a punto de hacer no eran correctas; que las personas en las que una vez había confiado estaban por alejarse de la senda y que yo, de hecho, ya había comenzado a crear una distancia entre mi Padre Celestial y yo. Sabía que era el momento de decidir si iba a seguir por ese camino o a mantenerme fiel a los valores que siempre había honrado. Así que tuve que encontrar la fuerza interior que me dijera que no podía arruinar esos sueños tan fácilmente. No podía arruinar mi esperanza de una familia eterna y de un esposo que me amara. Algo en mi vida estaba mal, y sabía que tenía que cambiar.
Ese sentimiento, junto con el tierno testimonio que había comenzado a florecer en mi corazón y los verdaderos ángeles en mi vida que siempre estuvieron ahí para ayudarme, me salvaron de perderme y volvieron a hacerme fuerte como para escoger regresar al Señor a tiempo. Y sé que Él siempre estuvo allí, bendiciéndome en mis esfuerzos por escuchar Su voz y mantenerme digna de las bendiciones eternas.
Ahora, cuando pienso en ese tiempo que tuve que pasar, pienso en el valor de no haberme rendido, de haber defendido siempre mis valores, y en la fe que tuve y que sigo teniendo.
Aunque el tiempo de arrepentimiento que siguió fue doloroso, un tiempo de reconocer malos momentos y sentimientos, y de ser humilde, estoy muy agradecida por ello; y siempre lo estaré. Agradecida por el hecho de que, en el momento preciso, pude sentir que mi Padre Celestial me había perdonado, que continúa amándome y que siempre lo hará.
La parte que más me costó fue aprender a perdonarme a mí misma. Recuerdo cómo me sentía: indigna y sin belleza exterior ni interior. Pero mi Salvador siempre estuvo ahí, brindándome fortaleza e inspiración. Él puso a las personas correctas en mi camino que me ayudaron a aprender aun más acerca de la Iglesia, ya que yo había regresado a Bélgica. Ellos me quisieron por la persona que soy, y me ayudaron a volver a quererme a mí misma y a reconocer que esa experiencia no tenía por qué ser un dolor que tuviera que soportar por el resto de mi vida. Pude entender que tuve la oportunidad de escoger y de descubrir por mí misma cuán fuerte era ya mi testimonio cuando defendí mis valores. Ahora entiendo que, gracias a que me esforcé por fortalecer mi testimonio al pasar por esa experiencia, puedo ser una bendición en la vida de muchas personas en todas partes.
No temas. Nunca te rindas y defiende siempre tus valores. Ten siempre presente la belleza y la bendición de compartir el amor por el Salvador y de tener Su amor puro como fundamento sobre el cual construir una relación y una futura familia. Si escoges ser obediente y escoges al Padre Celestial en todas las cosas, tarde o temprano las bendiciones eternas llegarán. No te preocupes si no las puedes ver ahora, pero confía en que cada día verás un poco más la mano del Señor en tu vida. La primavera comenzará en nuestro corazón y empezarán a brotar flores eternas.
Me bauticé el 16 de marzo de 2019, en mi barrio de Bélgica, y estoy muy feliz por haber dado ese primer paso en mi camino hacia la eternidad. Sí, encontraré más desafíos en el camino; todos los encontraremos; pero, con mi testimonio en el corazón, estoy lista para afrontarlos, ya que sé a Quién escoger.