Desatando el poder delLibro de Mormón
La autora vive en Arizona, EE. UU.
Cuando estaba en la misión en Filipinas, mi compañera y yo enseñamos una lección particularmente poderosa sobre la importancia de estudiar a diario el Libro de Mormón. Al final de esa lección, mi compañera compartió uno de los testimonios más poderosos sobre el estudio de las Escrituras que yo jamás había escuchado. Ella testificó que leer el Libro de Mormón añadía un nuevo poder a su vida que era imposible de explicar.
Era obvio que su experiencia con el Libro de Mormón había cambiado su vida, y yo deseaba eso para mí.
Esa noche decidí que leería el Libro de Mormón otra vez, desde el principio.
Pasé mucho tiempo de rodillas explicándole a Dios que deseaba experimentar la conversión y el poder que provienen del Espíritu Santo.
La respuesta que recibí fue: Lee; simplemente lee.
Así que eso fue lo que hice. Me volqué de lleno a la lectura con un nuevo vigor. Presté especial atención a cada versículo, a cada capítulo y a cada página. A medida que leía, encontré versículos que respondieron mis preguntas, aliviaron mis preocupaciones y me ayudaron a aligerar las cargas de aquellos a quienes enseñaba.
Después de aproximadamente un mes, me di cuenta de que algo en mi interior estaba cambiando. Mi capacidad para amar a otras personas aumentó; tenía más esperanza en el futuro; podía trabajar más duro y durante más tiempo cada día; estaba más centrada en la obra y comencé a sentir mucho gozo.
Un día durante mi estudio encontré una cita del presidente Ezra Taft Benson (1899–1994), quien fue Presidente de la Iglesia: “Hay un poder en el [Libro de Mormón] que empezará a fluir en la vida de ustedes en el momento en que empiecen a estudiarlo seriamente… Cuando ustedes empiecen a tener hambre y sed de esas palabras, encontrarán vida en mayor abundancia”1.
A medida que seguí estudiando, comencé realmente a entender lo que él quería decir, porque efectivamente estaba encontrando vida en mayor abundancia.
Al mirar atrás, estoy convencida de que una de las razones por las que me pusieron con esa compañera fue que yo pudiera estar ahí aquella noche para escuchar su testimonio. Sentí como si todas las cosas buenas de la vida —el amor, la esperanza, la confianza, el trabajo duro, la determinación y el gozo— se intensificaran.
Había una nueva luz en mi vida y sabía que era real.